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Viernes, 30 de julio de 2004

CONSEJITOS DE MARU BON BON

De cómo una retirada airosa ayuda a dejar una imagen imborrable

Hay momentos, amiguitos/as, en que poner pies en polvorosa más que una necesidad es una estrategia. No temáis por los calificativos con que las malas lenguas intentarán retener vuestros/as graciosos/as cuerpos/as, el resto del mundo también tiene sus estrategias y ya sabemos lo mal conceptuada que está –aunque por demás ejercida– esta táctica del toco y me voy que tanto bien le ha hecho a los goces del cuerpo. Claro que una/o debe saber cuándo poner a salvo sus tesoros y cuándo exhibirlos aun sin permitir tomarlos/as, por eso para cada situación es bueno buscar una señal:
Ponga en el freezer a su amante si: El camino que va desde el primer beso a la última arremetida puede ser descripto/a por usted antes de que comience. Utilice el efecto sorpresa sin acudir al clásico dolor de cabeza –ese repertorio también debe ser conocido–, el llanto del niño o la proximidad de la pareja de la habitación de junto. Provóquelo/a enrostrándole obviedades del tipo “mejor lo hago yo misma/o, vos mirá” y no se deje vencer por la tentación que esta situación puede generar. Déjelo para la próxima, siempre y cuando su amante sea capaz de inventar otro camino/a.
Deje la cuenta sin pagar si: La cena con la pareja amiga encontró un vértice que no es ud. para transformarse en triángulo. Es una situación fácil de reconocer: Ud. no entiende de qué se ríe el resto. Ud. fue al baño y cuando volvió encontró idénticos restos de saliva en dos mejillas diferentes. Ud. recibió una disculpa cuando alguien lo/la tocó bajo la mesa mientras el resto organiza una orgía de zapatos y partes. No es posible afirmar que si huye volverán alguna vez por Ud., pero al menos habrá conservado la dignidad.
Vístase con urgencia si: Ud. ha quedado al margen de una festichola de la que emergen ayes y resoplidos sólo porque se detuvo para llenar su copa de champagne. Ud. nota que cada vez que se levanta del entrevero las cosas se ponen buenas. Ud. descubre, demasiado tarde, que su desodorante no le funciona. Ud. toma conciencia de que hace 20 minutos que ronca en mitad de la contienda. Tal vez no vuelvan a llamarla/o para enfiestarse pero sí para cuidar el sueño de los niños/as de matrimonios más audaces.

Hay otras ocasiones que nos obligan a todas y todos a huidas elegantes o no tanto. Pero de todas Ud. saldrá airosa/oso si ha sido capaz de enunciar unas cuantas promesas con la suficiente retórica como para ser creídas. Ahora sí, no abuse de esta estrategia, más temprano que tarde estará Ud. dando vueltas en vano como perro/a que persigue su propia cola. Y para eso ya tenemos el espejo.

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