Diabéticas/os abstenerse: la premiada Panam (recuerdan que ligó Martín Fierro, ¿no?) tiene su regreso, si no con gloria, al menos con compañía: allí estarán desde mañana (en Canal 9, dónde más) sus extensiones rubias de ondas y hebillitas inimputables, pero también la bruja Amarga, el Castor Giménez, el Pavo Navo (!), el Cangrejo Cloromiro y los Pimpines, que vienen a cumplir con el cupo mínimo de niñitos en situación de trabajo que la tele ha decretado como requisito sine qua non para todo programa que se precie de tal. Vuelve Panam, entonces, y avisa que lo suyo esta vez será interactivo (?), y que, de paso cañazo, aprovechará para hacernos conocer los bonitos temas de su seguramente bonito disco a lanzarse el mes próximo, “para compartir con todos los que tienen un angelito en el cielo y en el corazón”. Los que no gozan de ese beneficio, bueno, serán esas niñas y esos niños en situación de calle que hirieron la burbuja de la tele atiborrada de estrellas, pases, pronósticos y apuestas sobre la torta publicitaria (amén de bailarinas desvestidas en malla mínima y con máscara de león, gentileza del programa de Maradona). No eran estrictamente ellos los que hablaban en un breve especial que pudo verse en el noticiero vespertino de Telefé del martes, sino que hablaban de ellos: no en términos burocráticos, no con eficiencia administrativa, no con compasión miserabilista. Simplemente, hablaban de ellos, y se los veía: cuerpos reales, rostros aún más reales (que la magia de la tecnología difumina para respetar un derecho a la intimidad que suena a chiste de mal gusto en sus casos), voces reales. Las evidencias, allí. Pero no hay peligro: la burbuja se reconstruye.