Viernes, 25 de febrero de 2005 | Hoy
TALK SHOW
Desde su primera película estrenada localmente en cines, Escrito en el agua (Passion Fish, 1992), John Sayles confirmó lo que ya se sabía a través de algunos datos de su hiperactiva y diversificada biografía, que por esas fechas ya incluía películas como Lianna (1982), historia de un ama de casa que se enamora de una vecina y rompe su matrimonio, o Baby, It’s You (1983), sobre el romance entre una adolescente judía y un chico de origen italiano. Lejos de escribirlo en el agua, Sayles, el independiente irreductible, ha dejado, sigue dejando pruebas sensibles, palpables de su interés, estima y respeto hacia esa mitad de la humanidad constituida por las mujeres.
De espíritu auténticamente desprejuiciado e igualitario, JS integra a sus ficciones interesantes personajes femeninos, a veces como protagonistas, sin tirarles incienso idealizador, otorgándoles riqueza psicológica, especificidad, contradicciones. Por desgracia, en las salas cinematográficas sólo conocimos, aparte de Escrito..., otras dos valiosas obras de este novelista, guionista, montajista y director (entre otros numerosos oficios que ha practicado en su vida, que empezó en 1950): El secreto de Roan Inish (1992) y Hombres armados (1997). Mientras que una pieza maestra, Estrella solitaria (1996) se editó directamente en video.
El cable nos compensa en parte de la ausencia de tantos films de John Sayles (ya va por el número 15) en los cines. A comienzos de los ‘90, se pudieron ver, por ejemplo, Brother from Another Planet (1984), una de ciencia ficción sin más efectos especiales que un negro extraterrestre mudo aterrizando en Harlem, Nueva York; o la ya citada Baby... Y en los últimos meses se pasaron, en distintas señales, films tan recomendados por la sección contigua a esta columnita, como Sunshine State (2002), con estupendos roles femeninos bien merecidos por Edie Falco, Angela Bassett y Jane Alexander; El secreto..., relato mágico encabezado por una niña cuya fe hace realidad la leyenda (con el trasfondo de una historia de amor entre un pescador y una selkie, mitad mujer, mitad foca); y Estrella solitaria (1996), donde nuestro hombre más que tolerante, comprometido -como a él le gusta decir– con la compresión entre humanas y humanos, entre culturas y generaciones diversas, encontró una metáfora perfecta para representar sus temas básicos: un pueblo de frontera donde se cruzan distintas etnias y una serie de historias personales a partir del rastreo que hace un sheriff del verdadero pasado de su padre (que lo antecedió en el cargo).
Este cineasta, que se gana sus frijoles componiendo, remendando y aderezando guiones de otros para producciones hollywoodenses (que le procuran la guita para sus personalísimas realizaciones, donde jamás ningún ejecutivo mete mano), ha presentado recientemente dos nuevas películas que siguen dando cuenta cabal de su tranquila coherencia, de sus inquietudes sociales y políticas. En el 2003 dio a conocer La Casa de los Babys (el título original está en castellano), rodada en México y en clave femenina para contar la espera –y las motivaciones– de seis mujeres norteamericanas a las que se les ha prometido un hijo en adopción. Una vez más, Sayles se ha documentado seriamente sobre la cuestión que eligió plantear, y a los vívidos retratos de estas mujeres que aguardan ansiosas (Maggie Gyllenhall, Daryl Hannah, Marcia Gay Harden, Susan Lynch, Mary Steenburger, Lili Taylor) se suma el de la equívoca dueña del local, Rita Moreno. “Hay pocas películas centradas en grupos de mujeres”, declaró Sayles al diario español El País. “Y a mí siempre me ha fascinado ladinámica que las une. Son el 51 por ciento de la población y yo nunca he dejado de estar en contacto con esta otra mitad del mundo. En especial en los años en que trabajé como enfermero, porque solía ser el único hombre en hospitales llevados por mujeres, es decir, por las enfermeras.” La producción más reciente de este amigo de la casa es Silver City, un thriller político con toques humorísticos que se pone cada vez más negro en la segunda mitad, con el que el cineasta quiso contribuir a que Bush perdiera las últimas elecciones. Película que, como de costumbre, fue producida por Maggie Renzi, su compañera y colaboradora desde hace añares (fue actriz, y asistente de la dirección y el montaje en la primera de JS, Return of the Secaucus Seven, 1980). Evidentemente, al lado de un gran director como John Sayles hacía falta una productora de los quilates de Maggie, cuyo menor problema es arreglar los salarios de actores y actrices, porque todo el mundo cobra igual.
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