Mariela Scafati
› Por Guadalupe Treibel
La materia transformada, reinventada por la artista Mariela Scafati (1973, Buenos Aires) se manifiesta de variados y heterodoxos modos. Desde la obra personal, la abstracción puede incurrir en pilchas y caballetes, bastidores y pinturas para acabar anudando cuerpos posibles, vaciados, sumidos a una gozosa -e inquietante- investigación bondage. Un cuadro -por caso, con suéter- que no es un cuadro, devenido en brazo, o cabeza, o pierna, superando su naturaleza de recorte monocromático ante el interrogante vital de la artista: “¿Cuánto puede un cuadro?”. Mucho, a juzgar por la obra de quien, además de cosas amantes o infinitos, se embarca con parejo desenfado al afichismo en rojos y rosas (porque “hay rosa Dior, rosa Luxemburgo, rosa Sandro, rosicler, rosa chicle, rosa brumoso”, como explicase al referirse a su serie Windows), al teatro kamishibai (al que se sumerge desde la figuración, acompañando cuentos, historias), a la escenografía y vestuario de biodramas (Las personas, de Vivi Tellas, por citar un ejemplo)… Empero, hay otra materia que convoca a Scafati y la pinta de los pies a la cabeza, con igual intensidad que su obra personal: la urgencia de manifestar el arte de la resistencia, del accionar colectivo, de la voluntad popular.
Mariela no solo lleva adelante desde 2007 Serigrafistas Queer, autopercibido como no-grupo “para continuar pensando otros modos de construcción colectiva”, generando sonadas consignas como “Estoy gay” o “Ni varón ni mujer ni XXY ni H2O”, en Marchas de Orgullo y jornadas trans, entre otros puntos focales, dejando –además- sus yablones a disposición de quien quiera estamparse de forma libre y gratuita. Oh, no: Scafati también activa por una cultura política construida desde redes de afecto, entendiendo el amor como resistencia en acción, formando parte de la organización del encuentro “Amor sí, Macri no”. Verbigracia, poniendo las manos en harina para las ñoquiadas que, bajo la consigna #LaMasaEsPoder, se reúne cada 29 repudiando los despidos masivos, la represión, las políticas de exclusión, la criminalización de la protesta. Sobre la experiencia del cuerpo en la calle y la importancia del contacto intransferible, subraya Scafati la importancia de tejer “una red, una maraña que va cobrando distintas formas, según el momento. Un tejido que ya no funciona con las lógicas de diciembre para atrás; que ni siquiera se activa como en 2002. Porque ahora todo es diferente”.
“Si bien ya salíamos a la calle, las experiencias pasadas se han superpuesto y han cobrado otro sentido; y ahora salimos, sí, pero con más potencia. Entonces, la certeza aparece en la conexión. No sabemos pero, a la vez, sabemos porque seguimos haciendo. Como si fuéramos puntos nodales y mentales que se intervinculan y dan lugar a un nuevo saber colectivo. Se piensa en la acción, en el día a día, construyendo desde lo micro”, esgrime ella, que al momento de pensar cómo organizar su resistencia, habla de focalizarse en la flamante Colectiva Lohana Berkins –“colectiva de colectivas, organizaciones, individuas, partidos y partidas, villas, grupos, campañas y toda la mariconería rebelde”, a decir de sus fundadoras-. O, en palabras de la misma artista, “una nueva composición política, cuya primera acción fue en el marco de un paro nacional convocado por ATE, algo que demuestra un cambio en el mapa político, en la participación y en nuestros modos de intervenir los espacios”. ¿Y después? “Después, a encontrar la manera de acompañarnos un montón en las pequeñas cosas, pensar cuestiones vinculadas al placer, al descanso, a alimentarnos. Nos tenemos que cuidar.”
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