El trabajo El actor empleador, actitudes y motivaciones frente a la incorporación de trabajador@s: condicionantes de género y educación (2003), de Miravalles, enfoca el tema desde el punto de vista de los empleadores. Se entrevistó a gente de 24 firmas de Capital Federal, Gran Buenos Aires y La Plata. Una de las conclusiones interesantes es que si bien en el discurso está bastante permeado lo políticamente correcto en cuanto a género, en realidad, en la práctica, las empresas están compuestas por mayoría de varones en sectores donde se supone que da lo mismo un género o el otro. Las mujeres son aceptadas en general en puestos considerados “femeninos” con argumentos del tipo “para recepcionista mujer, por el mismo motivo que el técnico es varón, son tareas que están definidas de antemano, por definición”, “son más prolijas y cumplidoras”. Entre los argumentos tradicionales que se hallaron a lo largo del estudio como barrera para la contratación de mujeres, uno fue el de la “(no) adecuación de infraestructura edilicia”. Pero también la maternidad sigue vista como un impedimento: “Las mujeres con hijos son un problema. Siempre tendría que decirle que sí para que vaya al jardín de su hijo”, “si hoy viene una embarazada le digo que no porque el trabajo se necesita para ayer”. “Se visualiza la ‘naturalización’ de un fenómeno eminentemente social como es la división genérico-sexual del trabajo en el ámbito doméstico por la cual es la mujer la principal responsable en un sentido práctico de los hijos y la que carga –al menos en el imaginario empleador– como dicho ‘problema’”, es una de las conclusiones.