Viernes, 29 de octubre de 2010 | Hoy
Por Silvia Sigal *
La política merecía, como pocas veces antes, el término “escenario”: una cascada casi ininterrumpida de acontecimientos que parecían introducir transformaciones duraderas, hasta que eran rápidamente reemplazados por otros. En ese escenario irrumpió la muerte de Néstor Kirchner, y con ella un acontecimiento político radicalmente nuevo, en la medida en que es definitivo e irreversible. Ha cambiado, o debería cambiar, la naturaleza misma del juego político. Pero las condolencias de los más acérrimos adversarios del Gobierno no logran siempre manifestar otra cosa que buenos modales, mientras el público de ese juego cree adivinar la elaboración de estrategias igualmente perecederas.
Naturalmente, todas las miradas se dirigen a la Presidenta, cuya voluntad de preservar la salud de su esposo fracasó ante una valla de narcisismo. Resulta difícil medir el grado de influencia de Néstor Kirchner sobre la conducción gubernamental actual, pero fue seguramente considerable. No por eso habría que dudar acerca de la capacidad de Cristina para seguir gobernando y para mantener la línea política trazada; no es imposible por otra parte que se atenúe la dosis de enfrentamientos que parecía preferir. Sólo el tiempo dará los nombres de los elegidos para reemplazar a los favoritos del ex presidente. Lo sucedido le brindará un renovado apoyo popular y cierta provisoria calma de la oposición, pero lo cierto es que deberá revisar totalmente los planes políticos iniciales, entre ellos, y no es el menos importante, el de la sucesión.
Los datos políticos en lo que es ya un período de elecciones se han alterado radicalmente, pero no es éste el lugar para hacer conjeturas al respecto. Puede sospecharse en cambio que la experiencia de las últimas décadas puede dar un significado adicional (e irracional) a la desaparición del ex presidente: se trata de un nuevo avatar de la tragedia argentina. Una tragedia hecha de acontecimientos que amenazan constantemente, y hacen con frecuencia naufragar todo nuevo punto de partida de un país próspero y de un sistema político previsible.
* Socióloga.
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