Domingo, 15 de diciembre de 2013 | Hoy
FAN › UN MúSICO ELIGE SU CANCIóN FAVORITA: ARIEL ROT Y “AVELLANEDA BLUES”, DE MANAL
Por Ariel Rot
En mi inmersión inicial en el rock, hay una cantidad de discos favoritos que quedaron para siempre. Estoy hablando de finales de los ’60, principios de los ’70, cuando empecé a ir a los conciertos y a interesarme muchísimo por el rock anglo y por el nacional también. En esa época escuchaba el primero de Almendra, Manal y, ya un poco más adelante, La Pesada, Pappo’s Blues, Vox Dei, Aquelarre y todos los grupos que después se fueron bifurcando a partir de los originales. Vi a Pescado Rabioso en el teatrito en el que se filmó la película Hasta que se ponga el sol, en la que Spinetta sale con una sirena policial en la espalda. No fui ese mismo día, porque fueron dos funciones.
Me acuerdo de un concierto muy potente de La Pesada del Rock and Roll en la plaza de una penitenciaría, en una especie de carpa de circo. Son recuerdos muy vagos, porque yo tenía diez u once años. Los sábados a la tarde hacían conciertos en el auditorio Kraft. Y entonces ahí también vi a Arco Iris, a Moris, a Pajarito Zaguri. Una época muy interesante, fantástica. Todo era un poco under, pero no sé cómo te enterabas, a través de algún amiguito mayor, que había un concierto. Entonces nos poníamos en la cola y entrábamos. Era una época donde no había tantas restricciones y resultaba seguro ir a esos lugares. Nunca tuvimos ningún problema con la policía. En todo caso, no sé si tuvimos suerte o qué, pero nunca nos pasó nada.
Yo me volví muy fanático. Era muy activo, muy inquieto. Aparte, en esa época me puse a tocar la guitarra bastante en serio. Empecé a estudiar con Claudio Gabis. Iba con Leo Sujatovich, éramos muy amigos y vecinos. Una vez por semana nos tomábamos el colectivo para ir a lo de Claudio, en Barrancas de Belgrano. Y alguna vez hasta nos llevó a alguna grabación y tal. Después ya me acuerdo de que el rock se popularizó un poco más, sobre todo con Polifemo y “Sueltate rock’n’roll”. Fue una época curiosa, porque era la primera vez que el rock salía en la revista Gente. Y Polifemo después quedó totalmente en el olvido; no David Lebon, pero sí el grupo.
Podría hablar de muchas canciones, pero elegí “Avellaneda Blues”. Ahora estoy en Buenos Aires y siempre me pareció el sonido de la Buenos Aires que yo recuerdo, por lo menos. No la Buenos Aires de los shoppings, sino la más barrial, la más oscura. Me parece una canción muy especial, tremendamente evocativa. Todos los elementos, una cosa que no siempre pasa, se alinean de una manera perfecta para crear una atmósfera que es exactamente la que los Manal querían describir: ese barrio al amanecer, nocturno. Y ese estilo de vida, también.
No es solamente la letra y la música, que son perfectas, sino también la voz de Javier Martínez, la forma en que están tocados los instrumentos y el sonido de esa grabación. El sonido es espectacular y todavía no entiendo cómo hicieron. Tiene un color que, para mí, es como “Kind of Blue” de Miles Davis: esa sensación de que están tocando en una sala, y que tú estás ahí dentro y puedes ver todo el ambiente que hay alrededor. Por todo eso, “Avellaneda Blues” me parece una canción increíblemente bien lograda. Puntúa muy alto. Manal en general me parece que era un grupo de música marciana para la época. Estaban en un estado de gracia total, de inspiración absoluta. Tienen grandes canciones, pero ésta es mi favorita.
Tiene un equilibrio perfecto: todos los elementos suman para crear y describir una atmósfera, una imagen. En ese sentido, no se les escapa ningún detalle. El sonido casi húmedo, de transpiración, que se siente en esa canción, es algo fuera de lo común. Me sigue pareciendo una canción impactante. Y tremendamente vanguardista, también. Es un blues, pero también no lo es: es muy complejo y muy personal a nivel armónico, por los acordes que usa, por su melodía. No es un blues tradicional. Es un gran himno de Manal.
Cada tanto, vuelvo a escuchar ese disco. Este verano, por ejemplo, estaba en la playa, en Cádiz, en el sur de España. Una noche me encontré con unos amigos españoles y empecé a poner música. De repente, vi que en el ordenador tenía este disco de Manal. Y lo tuve que escuchar entero. Y me pareció glorioso. Pensé: “Qué suerte, qué privilegio haber crecido con esta música”. Para mí, es algo similar a lo que otros dicen con respecto al tango cuando están lejos de Buenos Aires. Porque “Avellaneda Blues” tiene la intensidad del tango.
Me acuerdo de cuando la escuchaba en mi casa, de muy chiquito, a los diez años o algo así. Tengo ciertas dudas, pero mi impresión es que me lo había grabado alguien en un cassette. Mi padre había traído un equipito muy choto para grabar y escuchar música. Era portátil y, no sé por qué, me suena que yo iba escuchándolo por ahí con ese equipito. Puede ser cierto o no, pero en todo caso es una linda imagen. Me acuerdo de ir al baño con el equipito, por ejemplo. Estaba muy pegado: deseaba llegar del colegio para encerrarme en mi cuarto a escuchar música y tocar encima de los discos.
Con “Avellaneda Blues”, sin embargo, nunca podía. Yo creo que ni ahora puedo. Es una canción compleja: la verdad es que nunca la toqué. Claudio muchas veces me llama para tocar en España, cuando hay algún evento de rock argentino o cosas así, pero nunca me subí a tocar ésa. Siempre son los temas más obvios de Manal. “Avellaneda Blues” además tiene muchos acordes, para un cantante es un desafío súper importante. En el solo, Claudio pone lo mejor suyo: es un sonido limpio, jazzero. Tiene algo de blues, pero también del jazz que más me gusta: sencillo, pausado. Claudio estaba en un nivel altísimo para la época.
Hace poco, en un documental, me enteré de que es un tema que empezó a componer Claudio en un paseo por Avellaneda, porque él es un fanático de los trenes. Y llegó con la idea un poco armada, con los acordes e incluso con algo de texto. Una vez me encontré con Jorge Alvarez, el fundador del sello Mandioca, y le pregunté: “¿Qué fue lo que pasó? Contame cómo fue... ¿Por qué en un país tan alejado de todo ocurrió un fenómeno así, un rock con una voz tan propia, con una personalidad y una lírica totalmente local?”. Y bueno, se podría hablar mucho con Alvarez, él me habló de la parte más intelectual: los promotores de ese movimiento eran tipos muy cultos y muy ilustrados. Yo no quería saber eso, sino por qué un día aparecieron tipos como Luis Alberto Spinetta, Charly García o los Manal, y se pusieron a hacer esa música.
Mi teoría es que, por un lado, el argentino es muy viajero. Por el otro, está la cercanía con Brasil. Y también la herencia del tango. Pero hay algo más: los himnos argentinos. Los que nos hacían aprender en el colegio eran muy buenos. No conozco los de muchos países, pero comparados con los españoles, hay muchos himnos argentinos y algunos son muy lindos. El himno de Sarmiento, el del sargento Cabral, el himno argentino incluso: es elaboradísimo. Algunas melodías son claves, tienen algo de hit potencial, tal vez. Y de ahí viene el rock argentino, un movimiento increíble, con una solidez impresionante. Las bases, los cimientos, son tan fuertes, que ya están ahí para siempre.
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