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Domingo, 15 de diciembre de 2013

PRESENTES

Fotografía Durante quince años, Marcos Adandía, fotógrafo y editor de la revista Dulce Equis Negra, retrató a Madres de Plaza de Mayo, en blanco y negro, ellas mirando directo a la cámara, con sus rostros cambiantes, frágiles, firmes. Desde el miércoles pasado, la muestra Madre, que reúne sesenta de esas fotografías, se exhibe en las terrazas y salas del segundo piso del Museo Nacional de Bellas Artes. Al registro fotográfico se agrega una edición especial de testimonios orales brindados por las Madres de Plaza de Mayo a la Fundación Memoria Abierta. Radar reproduce los textos que Osvaldo Bayer y John Berger escribieron para el catálogo de la exposición.

 Por Osvaldo Bayer

Madres, así. Pero de pronto, Madres con pañuelo. Ya no tienen a sus hijos. Usan el pañuelo blanco. Sus rostros expresan algo infinito, la pregunta constante: ¿por qué tanta crueldad? ¿Por qué tanta maldad? Tuvieron que aprender el significado de la palabra Desaparecidos. Sus hijos estaban desaparecidos para siempre. No podía ser. Nadie podía negar la existencia de ellos, o por lo menos informar qué es lo que había sucedido con sus vidas. Lo expresó el cínico de uniforme, el más cruel uniformado que transitó por las calles argentinas, Videla. Jorge Rafael Videla, general argentino. El militar lo repitió dos veces ante los periodistas extranjeros: “No están ni muertos ni vivos, están desaparecidos”. “No están ni vivos ni muertos, están desaparecidos.”

Aurora Bellochio, madre de Irene Bellochio, detenida desaparecida el 5 de agosto de 1977 junto a su compañero Rolando Victor Pisoni.

El artista de la imagen, Marcos Adandía, nos dibuja los rostros eternos de las Madres, al fotografiarlas. Las retrata con todos sus sentires, ahí, en los ojos, en los labios. La mirada. Todas le están preguntando al destino el porqué de tanta crueldad, qué significa estar desaparecido. D-E-S-A-P-A-R-E-C-I-D-O. D-E-S-A-P-A-R-E-C-I-D-A.

Observemos largamente sus rostros. Nos están preguntando. El porqué. Sus miradas están interrogando al silencio, tratan de comprender lo incomprensible. Qué es, el destino, la mala suerte, la casualidad, el porqué fueron elegidas ellas para sufrir una palabra que nunca habían analizado: la desaparición. Alma, cielo, tierra, espíritu, ¿casualidad? Destino. Alguien las señaló con el dedo ya al nacer: serán madres de desaparecidos. Qué queda por hacer: ¿llorar, consolarse, resignarse, rezar, arrodillarse, pedir, pedir piedad al poderoso? NO. Sólo luchar. Gritarle asesino en la cara al asesino. Asesino para toda la eternidad. Y recordar siempre, cada hora, cada día, cada mes, cada año, siempre, a su hijo, a su hija. Los valientes. Las valientes. Comprender su lucha. Defender sus ideas. El porqué salieron a la calle. A denunciar que había niños con hambre en el país de las espigas de oro. A denunciar que había villas miseria... Lo injusto en estas pampas ubérrimas.

Las veo, las reconozco. Sin pañuelo, la mirada triste, solitarias. Con pañuelos, valientes, qué fuerza, aquí estoy para volver a ver a mi hijo, a acariciarlo, a besarlo, a hablarle como cuando era un niño y corría ansioso y me abrazaba. Mi hijo/mi hija. Las madres. Las Madres, ahora siempre con mayúscula. Todo el coraje. La pregunta va a ser eterna en tierra argentina: ¿dónde están los Hijos? Con vida los llevaron, con vida los queremos. Ahora en plural. Ya Madre de todos los hijos desaparecidos. Fotos eternas que durarán décadas, siglos, siempre estarán mirándonos: ¿dónde están? En dos décadas, en diez décadas, nuestras Madres nos seguirán mirando y lo harán por siempre. Nos preguntarán nuestros bisnietos y los nietos de nuestros bisnietos: quiénes son estas mujeres que nos miran. Las Madres. Las Madres de Plaza de Mayo. Las Madres del Pañuelo Blanco. Y habrá plazas con sus nombres, y todos los jueves veremos sus siluetas dibujarse por nuestra plaza mayor, por siempre.

Laura Conte, madre de Augusto Conte Mac Donell, detenido desaparecido el 7 de julio de 1976.

Sus nombres, sus arrugas, sus ojos plenos de preguntas insaciables: ¿dónde, por qué? “Con vida los llevaron, con vida los queremos”, los uniformados llevarán por siempre el uniforme del desprecio; ellas, las alas del amor, el coraje, la infinita estela de la constancia, del amor profundo a la vida. El pañuelo de la maternidad. Las que llevaron en su cuerpo la fertilidad del amor, la protección, la dulce espera... transformada por los bestias uniformados y sus suboficiales civiles en la terrible espera del saber que había llegado la muerte, pero que no se iban a rendir, seguirían esperando por siempre, por siglos, pasarán a la Historia como las Madres que seguirán esperando por siempre en estas tierras argentinas manchadas de sangre y de impudicia.

Sí, los argentinos nos caracterizamos por un nuevo método del terror más cobarde: la desaparición de personas, pero nos levantamos ante la faz de la tierra porque tenemos el ejemplo de nuestras Madres, que no retrocedieron, que seguirán marchando con la bandera de la vida. La semilla de la Etica, del valor por los demás. La generosidad absoluta. La semilla para que crezca la planta del futuro. Nunca más a la muerte.

Sus retratos. Su dolor infinito. La espera. La espera sin término. Las arrugas que son surcos del dolor, pero de la constancia. El empecinamiento. Sí, aquí estamos, nos repiten cuando las miramos, cuando repasamos una a una las imágenes de este trabajo. Una a una. Sí, una a una. Miremos sus ojos. Nos irán penetrando hasta el alma. ¿Por qué? ¿Cómo fue posible? Los verdugos nunca tuvieron madres, nunca tendrán madres. Nacieron de incubadoras.

Delia Pollola, madre de José Américo Pollola, detenido desaparecido el 25 de febrero de 1978.

Un libro pleno de miradas. Miradas que nos preguntan y nos seguirán preguntando. Este es un trabajo de historia argentina, argentina. ¿Cómo fue posible? El secuestro, las torturas, el ser arrojado vivo al mar desde aviones, el robo de bebés a las presas parturientas... ese supremo momento del dar a luz y ya no poder ver nunca más al fruto de su cuerpo. Maldad, perversión, lo perverso llevado a su extrema dimensión. Pero la vida contra la perversidad.

La vida contra la perversidad. Las Madres argentinas contra la muerte argentina. Las Madres argentinas contra la desaparición argentina militarizada. Gracias, fotógrafo, artista celestial, por darnos este testimonio de vida. Aquí en estos rostros está la Vida contra la Muerte. Un testimonio inigualable. Aquí hay verdadera historia. La historia de las Vencedoras. Porque quedarán para siempre en nuestra historia. Nuestras Heroínas de la eternidad. Gracias.

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Elvira Lucía Días de Triana, madre de Elisa Noemí Triana, detenida desaparecida el 26 de octubre de 1976 junto a su esposo Diego Arturo Salas.
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