Que un artista plástico haya decidido viajar en triciclo por distintas ciudades de su país natal, Noruega, podría ser una noticia que pase completamente inadvertida. De no ser porque dicho medio de transporte tiene una peculiaridad: su forma es la de un dinosaurio. Fabricado artesanalmente por Markus Moestue, el creativo en cuestión, el invento es un cuidadoso y peculiar ensamble a base de tres bicicletas, revestimiento de vidrio y espuma de polietileno, materia prima que M. M. maniobró con una cuchilla de cocina y mucho detenimiento. Y aunque a simple vista el resultado final –un velocirraptor con ruedas– genere risa o asombro, su intención va más allá de su anecdótica presentación.

Porque la travesía a la que Moestue se ha comprometido, y cuyo pedaleo ya lo ha llevado a visitar Flekkefjord, Kvinesdal y Mandal, entre otros lugares, esconde una causa. En sus palabras: “Este proyecto es una protesta contra la educación religiosa dogmática de los niños. La idea se originó a partir de los parques temáticos de los creacionistas, que enseñan erróneamente a los pequeños que humanos y dinosaurios vivieron juntos”. Una declaración inesperada viniendo del tipo que monta una escultura móvil con intimidantes dientes por las carreteras noruegas.