Domingo, 28 de diciembre de 2014 | Hoy
PERSONAJES A los 12 años, su cara se hizo conocida en dos programas que marcaron una época: Magazine for fai y Perdona nuestros pecados. Desde entonces, Martín Piroyansky no paró, aunque lejos de la televisión, porque la exposición lo incomodaba. Pasó casi una década trabajando en el teatro off, filmó dos cortos que, en YouTube, llegan al medio millón de visitas cada uno, y actuó en películas como Cara de queso, XXY o La araña vampiro. Pero este año encontró su despegue: con el regreso al teatro, el estreno de la serie web Tiempo libre y la dirección de Vóley, donde actúa un seleccionado de jóvenes actores como Justina Bustos, Chino Darín, Inés Efron, Vera Spinetta y Violeta Urtizberea, Piroyansky se perfila como un actor y director inquieto pero relajado, tan influenciado por Ben Stiller como por Eric Rohmer.
Por Walter Lezcano
Para ser alguien que este año tuvo cerca de un millón de visitas en YouTube por sus cortos No me ama y El juego absurdo y también por su serie web Tiempo libre, recibió buenas críticas por su vuelta al teatro con Lunes abierto y acaba de estrenar su segunda película como director, Vóley, en el Festival de Cine de Mar del Plata, a Martín Piroyansky se lo ve bastante tranquilo.
Con su look indie a cuestas y su físico desgarbado a lo Michael Cera, tiene un aspecto definitivamente juvenil y, al mismo tiempo, rotundamente adulto. Y llama la atención porque Martín Piroyansky es de esas personas que crecieron frente a los ojos del público. Alguien que realizó un largo camino desde su juventud como actor de televisión, teatro y cine y que este 2014, con una madurez ineludible, dio ese salto de calidad que se venía perfilando, y se afianzó como director y guionista. El tiempo pasa y algunos lo usan a su favor para tratar de evolucionar. Piroyansky es uno de ellos.
Martín Piroyansky nació el 3 de marzo de 1986 en el barrio de Flores. Hijo de un dentista que se ganaba la vida con un local de ropa para chicos y una madre que ayudaba a su marido en el negocio, el niño Martín siempre mostró dotes para el histrionismo: “En mi familia siempre hubo una tendencia muy marcada hacia el humor. Tengo dos hermanos más grandes y constantemente se hacían chistes. Así que hubo una constante que nos llevaba al humor, a hacernos reír. Entonces, de alguna manera, yo ya hacía mi gracia en el escenario de mi hogar”, cuenta.
Por ese entonces, la actuación hizo su aparición desde dos frentes. Por un lado, su padre armó un grupo de teatro amateur (“me gustaba ver las obras que él hacía y hasta me sabía toda la letra”), y por otro lado empezaron a llamarle la atención las obras escolares (“estaba muy pendiente de eso”). Su mamá estuvo atenta a esta ebullición latente y lo llevó al taller de teatro de Nora Moseinco.
Cuando empezaste a actuar, ¿fue lo que esperabas?
–Era mejor de lo que esperaba porque era muy divertido. Disfrutaba del artificio de actuar. Sentir algo distinto me atraía porque lo veía como un gran juego. Empecé con el taller de Nora y se hacía mucho laburo con la improvisación: era la libertad absoluta. En el colegio hacía obras más esquemáticas y con todo un guión armado. Y en lo de Nora improvisaba y me pareció increíble.
El taller de Moseinco sería determinante para su futuro como actor. Le abriría la puerta a la profesionalización y a una forma de trabajo donde la diversión y la espontaneidad eran las plataformas de la creatividad.
“En un momento, a los doce años, mientras empezaba en la secundaria, me llamaron de Magazine for fai y Perdona nuestros pecados por intermedio del taller de Nora Moseinco. Empecé a trabajar en los dos programas a la vez. Y a mi familia le pareció bien siempre y cuando me divirtiera. Si no era divertido no lo hacía. Y, la verdad, yo la pasaba genial porque era algo completamente nuevo”, explica Piroyansky acerca de su ingreso al universo televisivo.
Con un pie en el cable, con Magazine for fai, y otro en el prime time de la televisión abierta, con Perdona nuestros pecados, la popularidad no tardaría en llegar. Pero también cierto prestigio. Los dos programas en los que empezó Piroyansky presentaban propuestas innovadoras para el desgastado mercado televisivo local de la época. Magazine for fai, un producto de culto a esta altura que estuvo muy poco tiempo al aire, estaba comandado por Mex Urtizberea y mostraba a niños en situaciones de adultos, lo que producía un sano desajuste en el lugar común de los programas para chicos. Y Perdona nuestros pecados tuvo su lugar en los libros de historia televisiva por ser uno de los primeros en fagocitar el archivo como material fructífero y darle a la edición cierta entidad en los informes que salían al aire.
¿Te gustó el ambiente de la televisión?
–El ambiente más conocido como “la tele” no tenía nada que ver con los programas que estaba haciendo. Magazine for fai y Perdona nuestros pecados eran una cosa aparte, no eran como las tiras, por ejemplo. Se hacía con muy poca gente, de manera muy íntima, muy artesanal, para lo que son los parámetros comunes de la televisión. Aparte, cuando sos chico te cuidan, te tratan de forma especial. Después, de grande, fui conociendo el verdadero ambiente televisivo, que es muy distinto.
¿Te gustó todo lo otro, lo que no era actuar?
–Tener mi plata, por ejemplo, no me cambió mucho. Porque era un pibe que no se quería comprar muchas cosas. Quería nada más que un Family Game, qué sé yo. Punto. Ahorraba. Ahorré mucho. No me cambiaba la vida. En cambio, la exposición sí me cambió. Sobre todo en el secundario, donde no me gustó estar tan expuesto. No me llevaba bien con eso. Lo que me volvió bastante tímido. Yo era extrovertido naturalmente y me volví introvertido por la profesión. No me divertía ser el centro de atención porque era el que trabajaba en la tele. Quería ser uno más, no quería que me miraran. Entonces ahí me empecé a alejar de la tele, pero empecé a hacer teatro con un grupo que se llamaba Grupo Sanguíneo. Y ahí descubrí otro mundo.
El escenario tiene sus propias leyes. Y, en algún sentido, es el lugar ideal para un actor: su espacio natural, su locus amoenus. Sin embargo, para Martín Piroyansky fue algo más: un territorio de experimentación del instrumento vocal y corporal y, además, un crecimiento ideológico. Lo explica así: “Era un grupo que se originó en el estudio de Nora. Ellos eran 10 años más grandes que yo. Todas las obras se hacían con un año de improvisaciones hasta que llegábamos a un lugar que nos gustaba y a partir de ahí se cristalizaba algo y se escribía el guión de la obra. Cuando lo mostrábamos ya era algo cerrado, compacto. Como yo era mucho más chico que mis compañeros se puede decir que tuve una especie de ‘crianza paralela’. Fue, en muchos sentidos, una apertura ideológica: conocer gente que piensa distinto de tu familia. Y ahí la cabeza se me ensanchó un poco. Se trató de un descubrimiento de cómo ver la vida y el mundo desde otras perspectivas interesantes. En esa época conocí el off y gente distinta. Cuando sos chico conocés a tu familia y tus compañeros. Acá yo estaba conociendo gente más grande con los cuales tenía mucha intimidad, muchas horas de verlos y eso fue muy importante en mi crecimiento. Como persona te hace crecer un montón. Por lo menos saber otras cosas antes de tiempo: cómo es la vida de una persona que vive sola, por ejemplo”.
Fueron nueve años de trabajo junto a Grupo Sanguíneo. Todo un período en cual ocurrieron varias cosas importantes en la vida de Piroyansky: terminó el secundario y, para alegría de su flagrante cinefilia, pudo actuar en su primera película: Sofacama, de Ulises Rosell. Su personaje, Leo, era un jovencito desbordado de ganas de entrar al mundo de la sexualidad y que se enamora de María Fernanda Callejón.
¿Cómo fue la experiencia de pisar por primera vez un set de filmación?
–La tengo muy idealizada en mi cabeza. Desde chiquito fui muy cinéfilo, algo que tiene toda mi familia: nos gusta ver películas. Siempre fui fan del cine. Y cuando hice la película vi por primera vez cómo se trabaja en cine. Muy distinto de la tele y el teatro, otra cosa. Y empecé a ser una esponja: observar y preguntar. Por suerte, laburé con gente que me supo responder todas mis curiosidades. Los compañeros con los que fui laburando me supieron acompañar. Y eventualmente empecé con mis propias cosas.
Cuando Piroyansky dice “mis cosas” se refiere a ponerse en un lugar que implica dar un salto de fe hacia proyectos personales. Pero también se trata, en su caso, de zonas propicias para el placer: “Me acostumbré a hacer cosas sólo por diversión, lo cual en la adultez es un tema porque yo crecí haciendo cosas que me divertían; entonces, de grande hay cosas que no las hacés por diversión sino porque las tenés que hacer, porque hay que comer. Pero, en general, me acostumbré a trabajar divirtiéndome. Y a la hora de hacer mis cosas lo mantengo”. Lo que nos lleva directamente hacia su paso al otro lado de las cámaras.
Luego de varios trabajos, Martín Piroyansky pudo cristalizar en el 2010 un corto de 15 minutos llamado No me ama. La historia es simple y divertida y, tranquilamente, podía haber sido producida por Judd Apatow: una pareja se va a Uruguay de vacaciones y el personaje de Piroyansky, un neurótico incurable, piensa que ella, como no le dice que lo ama, no tiene ningún sentimiento hacia él. Está en YouTube y ya tuvo cerca de 500 mil visitas.
En el 2011 la cosa se hizo más seria y Piroyansky se fue a Nueva York a dirigir su primer largometraje: Abril en Nueva York, la historia de una pareja (otra vez el amor) que se desintegra: “Es súper divertido decir ‘vayamos un mes a hacer una película por las calles de Nueva York’. Es un planazo. Ahora, lo incómodo era ver qué iba a quedar de ese plan inicial. La película la financié yo con un amigo que estaba allá y me hizo la fotografía. Fue todo muy económico. Lo caro era vivir ahí. Me había comprado una cámara y unos estudiantes de cine de todas partes del mundo estaban parando en la ciudad y me ayudaron como equipo técnico. Nadie cobró nada, ni los actores. Y para mí era un ejercicio divertido de hacer. Nunca lo pensé para estrenarlo en los cines. Lo hice para mí. Lo que quería en realidad era sostener una historia durante una hora y media. Y haciendo todo en el momento, incluso el guión. Después el proyecto tomó un tamaño que me excedió: apareció un productor para estrenarla en los cines y yo la acompañé. Por ese entonces yo ya había escrito Vóley”.
Para fines del 2013, Piroyansky ya tenía varios hits en su currículum de actor de cine: Cara de queso, XXY, Mi primera boda, La araña vampiro y Vino para robar, por nombrar algunas. Pero a comienzos de este año amplió su campo de batalla: produjo, escribió y dirigió su propia serie web para la UN3, el canal virtual de la Universidad Tres de Febrero. Se llama Tiempo libre y si uno se pone a pensar en algunas referencias surgen Being John Malkovich, Seinfield y Curb Your Enthusiasm. Es decir: humor, absurdo y, básicamente, la nada cotidiana. Cuenta Piroyansky: “Es un género que los yanquis y los ingleses ya vienen haciendo. Me gustaba la idea de desmitificar un poco la idea de que los actores están ocupados, porque hay épocas en las que no tenés nada que hacer y es un gran porcentaje en el año. Yo como actor trabajo cada tanto y en el medio tengo mucho tiempo libre. Por eso también dirijo, porque tengo todo el año para escribir y hacer cosas. El programa muestra sólo mi faceta de actor y de cómo no hago nada hasta que surge algún trabajo. Esa es la premisa de Tiempo libre. También me interesaba usar el formato del reality fiction para mostrar al equipo porque quería que fueran los personajes principales. Al final, Martín, mi personaje, no terminaba siendo gracioso para nada y todo lo que pasa alrededor de él es mucho más gracioso que su vida”. La serie tiene 12 capítulos de 8 o 10 minutos cada uno y ya tuvo, como un goteo constante o un long seller, más de 100 mil views en el canal de YouTube de la UN3.
Pero eso no fue lo único que hizo de este 2014, un año cargado para Martín Piroyansky. Volvió al teatro, luego de 6 años, con Lunes abierto y terminó su segundo largometraje: Vóley. Sobre esta última aventura dice: “Me interesaba mezclar vacaciones y amor. Yo me había ido a Cabo Polonio con un grupo de amigos y amigas y me pareció un buen escenario el tema vacaciones y jóvenes en estado de ebullición. Es un buen material para escribir. Me atrae el género de comedia de enredos. Me gusta mucho también Pauline en la playa de Eric Rohmer, así que la película es un poco eso aggiornado con Ben Stiller. Y con una historia de amor real. Porque me gusta aparte de hacer reír que pase algo de eso en la película”. Con un elenco de jóvenes promesas que incluye a Justina Bustos, Chino Darín, Inés Efron, Vera Spinetta, y Violeta Urtizberea, este film tuvo su estreno en el último Festival de Cine de Mar del Plata. La gente, dice, respondió muy bien. De todas maneras, Piroyansky sigue trabajando en el corte final de su obra que tendrá su estreno comercial en todos los cines recién en marzo de 2015. Será, entonces, un verano intenso para él. Pero, insiste, mientras sea divertido, el trabajo parece otra cosa parece unas vacaciones con la cámara a cuestas.
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