Domingo, 18 de octubre de 2015 | Hoy
MúSICA > BELLE & SEBASTIAN
Música A mediados de los '90, un grupo de jóvenes sin trabajo se conocieron en las fiestas de Glasgow y formaron un grupo, Belle & Sebastian. Más allá de la música, del hermoso pop tímido y soleado que consiguió discos ya clásicos como The Boy With The Arab Strap o If You're Feeling Sinister, compartían referencias desfasadas de su época, como las películas francesas, Bob Dylan, el cine mucho más que las raves. Después de cinco años de ausencia, la banda liderada por Stuart Murdoch vuelve con su disco n° 9, Girls in Peacetime Want To Dance, más cercano a la electrónica y a la política que cualquiera de sus anteriores producciones, que el próximo 20 de octubre presentan en el Gran Rex.
Por Andrea Guzmán
Alguna vez Clare Wadd, la fanzinera de Bristol y socia fundadora del sello independiente Sarah Records, una de las cabezas de lo que a mediados de los 80 la crítica inglesa bautizó como Twee Pop y cubrió todo de una fisurada dulzura pop, con decisiva participación femenina y amor por la autoproducción, afirmó que bandas como Heavenly o The Field Mice, aunque separadas del punk en su estética y su sonido, tenían la impronta más punkera que podía existir. Porque si el punk se trata de eliminar las barreras entre consumidores y productores, entonces no hay nada más punk que bajarse del escenario a charlar con tus fans e incluso hacer bandas con ellos, editar los discos de tus propios amigos y dibujar sus propias portadas, salir de un aburrido trabajo en la fábrica para tocar con tu pandilla. Alguna vez el manager de Belle & Sebastian, la banda de pop tímido y astuto que hace ya casi 20 años se perfiló como la más misteriosa de Escocia, afirmaba lo mismo: que ésta, la banda de los picnics, los flequillos, las películas francesas y las camisas bien planchadas, era el grupo más punk con la que le había tocado trabajar. La afirmación no resulta desacatada en un contexto de jóvenes desanimados y poco representados por la cultura rock de su época, renegados de la música de los años ochenta que encontraron algunas de sus influencias en la época dorada de los sesenta y la cultura europea. Hablamos de una banda formada por veinteañeros sin trabajo a mediados de los 90, que se conocieron en fiestas de Glasgow, su ciudad natal y que grabaron su primer disco gracias a un fondo de desempleados al que estaban obligados a asistir. ¿Más punk? Los chicos que se negaban a la sesiones de fotos y a las charlas con periodistas, también a los conciertos agendados y tenían como único manifiesto sus intrincadas historias a la vez de terror y amor. Los que bautizaban sus singles como "pequeño sapito chistoso" (Tu eres mi chica/ y ni siquiera lo sabes) o "Si te estás sintiendo siniestro" (El sacerdote tratará en vano/ de quitarte el dolor de ser un ateo sin esperanza") están de vuelta luego de una carrera meteórica pero sobresaltada, con rotaciones de integrantes, colaboraciones fallidas, premios inesperados y fatales desenlaces amorosos en el camino. Después de la reedición de sus discos y del esporádico retiro de su líder para cranear su debut en cine, vuelven con un trabajo que parece un flashback a las raíces en su espíritu pero con una imprevista ancla en el sonido electrónico, tan fiel a su carácter de antaño como renovado e insurrecto en sus formas, que presentarán el próximo 20 de octubre en Buenos Aires. "Es diferente a cualquier cosa que hayamos hecho antes" afirmó el baterista Richard Colburn a propósito de su llegada a Latinoamérica. "Pero una de las cosas que me gustan del álbum es que también hay temas que perfectamente podrían ser parte de nuestros dos primeros discos. Gusta tanto a los fans antiguos como a los más nuevos".
A fines del año pasado la banda lanzó "The Party Line", el primer sencillo de Girls in Peacetime Want To Dance, de la mano de Matador Records. El disco fue piloteado por el ecléctico productor Ben H. Allen y su experiencia en la música electrónica. A cargo de algunos trabajos de Deerhunter, Animal Collective y Washed Out (y algunos otros de Christina Aguilera y Cee-Lo Green), Allen les permitió curiosear en items que la banda había mantenido al margen hasta el momento. "No hay nadie más aquí/ ¡Nada más que tu cuerpo, nena!" invita el single provocador y con decidido espíritu discotequero. Girls in Peacetime… es el noveno álbum de estudio de la banda y el primero después de cinco años de receso. Un giro que los ha tenido catalogados según todas las críticas como coqueteo a un nuevo e inesperado lugar para la banda: el de la pista de baile. Quizás esto no es del todo cierto ¿Qué clase de DJ no habrá puesto alguna vez a sonar las viejas "Your Cover's Blown" o "White Collar Boy" en una fiesta? El disco es quizás un poco menos intimista y anclado en temas más generales y directos, un paso al costado del fondo profundo de la cabeza de su líder Stuart Murdoch, ese chico raro que se convirtió al cristianismo y que prefiere a Truffaut sobre Godard. El lugar inquietante donde estábamos tan cómodos a la vez, y donde hay espacio para películas de Bob Dylan, bibliotecas, animales salvajes y predicadores. Como un pertinente sucesor que recuerda en varios aspectos a la energía de The Life Pursuit (2006), con su timidez confesional, sus melodías amigables y sus letras para destrozar todo a las patadas, este disco es una mezcla de letras curiosas y hasta políticas (la banda se sintió fuertemente interpelada por el momento del voto por la independencia de Escocia) optimismo bailable y también dramatismo sombrío ("Enter Sylvia Plath" es un punto alto de existencialismo disco) que ofrece aires renovados pero no se despega del espíritu original de la banda. Parece que para los chicos el giro se fue fraguando de forma natural, mientras iban componiendo las canciones y se daban cuenta de que exigían un beat más profundo. Aunque, aclaran, sus influencias van más de la mano del europop, los Pet Shop Boys y Giorgio Moroder, y más alejadas de la vasta oferta de referencias actuales en el género. El más contento es Colburn y su batería que ahora es de lo más bailable, porque según dice, las nuevas canciones –sus sintetizadores futuristas y su melancolía de antaño, todo a la vez– los obligan a cranear shows mucho más extrovertidos y divertidos para él. "Es una celebración. La gente sube a bailar con nosotros al escenario" adelanta.
Durante el 2010, Stuart Murdoch estuvo enfrascado escribiendo versiones de su película God Help The Girl, aunque el proyecto fue bastante largo y comenzó varios años antes. La idea inicial había sido un disco homónimo que debía ser interpretado por voces femeninas pues su leitmotiv era el devenir y las vicisitudes cotidianas de mujeres jóvenes. Un puñado de canciones compuestas por él mismo para una banda de tres chicas que respondieron a su aviso en el diario. Todo al margen de Belle & Sebastian ("Le pasé el guión a los chicos, pero nadie respondió!" se quejaba durante la pre producción del film), el proyecto trascendió al mismo álbum y terminó convirtiéndose en un musical sobre un largo y caluroso verano en Glasgow, una chica anoréxica prodigio musical y su camino a la sanación, y las aventuras de un grupo de post adolescentes formando una banda de pop de orquesta, demasiado dulce y compleja para los hipsters de su ciudad. "Es algo naif pensar que una película puede ayudar a una persona que se siente perdida, pero es lo que quería. Y lo que siempre he querido conseguir con Belle & Sebastian, precisamente porque yo me he sentido así, enfermo y solo, así que me parece lícito querer convertirme en un guía para esa gente o simplemente darles bienestar. Hay tantas películas y libros que me salvaron cuando era joven y a los que les debo tanto" declaraba afectadamente Murdoch. Fue financiada directamente por los fans vía Kickstarter, no quiso esperar ni fondos ni productores, y llegó a estar en Sundance y en Berlin el año pasado. Aunque no es la primera vez que su música abarca la pantalla grande y sería raro por la ya cinematográfica propuesta de las mismas canciones. El escocés no se emocionaba, por ejemplo cuando "Piazza, New York Catcher", firmado por Belle & Sebastian, aparecía en la ganadora del Oscar La joven vida de Juno, en sus palabras, "es divertido, pero usan la música de manera mediocre".
Sería incorrecto tener una visión completamente edulcorada de la propia infancia, porque realmente ser niño es algo aterrador. Hay pocas cosas más inquietantes e inolvidables en la vida que una pesadilla de infancia. Tampoco sería del todo correcto afirmar que Belle & Sebastian es una banda bien portada de pop gentil. Ahí están ellos, con sus portadas nouvelle vagueras (¡incluso la de una mujer amamantando a un tigre cachorro!), sus videos amistosos hechos con recortes de fans, su ensoñación adolescente y sus canciones infantiles sobre quedarse en cama solo, sobre el amor no correspondido o sobre las chicas suicidas. Pero hay algo de este terror de niño, de la oscuridad en lo infantil, que la banda tiene como leitmotiv (ese que tanto comparte con la sensibilidad del twee pop aunque se esmeren en desmentir). Ese milagro de pop agridulce –entre inocente y sombrío– no importa si es ostentoso y orquestal, despojado y folk, y ahora hasta sintético y bailable, ha tenido a Murdoch y su corazón roto como uno de los compositores adorados de los últimos años. El vértigo comenzó rápido y aunque ya en sus inicios, ganaron el premio Brit a mejor banda revelación y más tarde fueron nominados al Mercury Music Prize, estuvieron en todos los rankings casi sin ninguna maniobra publicitaria y no se esmeraron en convertirse en una banda multitudinaria. Quizás lo que conmueve de esta banda es que toda esa violencia infantil, entramada en encantadoras melodías dulzonas sobre la épica cotidiana se desbarata con rudos latigazos de humanidad y de adultez. No se puede olvidar la historia de amor loco de Murdoch y su musa y cellista de la formación original Isobel Campbell, que se fue de la banda no sin que antes hiciesen pública su ruptura en el programa de Jools Holland, donde ella se sentó en el suelo y él le cantó amargamente la canción "I'm Waking Up To Us": "Vos sabés que te amo, esa es la ironía/ Vos te gustas a ti misma y que los hombres te besen el trasero". En una consigna bastante elocuente sobre su música Murdoch disparaba: "En Belle & Sebastian hacemos melodías bonitas pero contamos la verdad. Y la verdad no siempre es alegre"
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