› Por Andrés Calamaro
Los Redondos ensayaban en la puerta de al lado de la sala de Raíces, en un sótano en Corrientes y Cerrito, justo debajo del Bar Avencor. Justo a dos cuadras, en el ex Periscopio, El Centro de música y de no-sé-qué, los vi en vivo por primera vez. Tocaban con Jolivet “El Conejo” en guitarra, usaban indumentarias exóticas y repartían comida entre el público, con un barbudo vestido con una especie de pañal. En la puerta estaba Julio Avegliano, que me conocía de pibe, porque había sido manager de Huerque Mapu, así que entré gratis con un amigo del colegio.
Varios amigos pasaron por Redon2: Daniel Melingo y Willy Crook. El Gonzo. También tocamos juntos, Abuelos y Redonditos, en un festival de Excursionistas, el de la revista Pan Caliente, otro momento emblemático.
Los vi en Obras, adentro y afuera. Al de Obras adentro fui solo. Después vino aquel Obras gigante afuera, el outdoors, ¡épocas pre-Pepsi Cola! Ahí tocó el Gonzo y después del recital fui a camarines. Recuerdo que estaba Vikingo y sólo la gente justa, la buena gente. Buen ambiente, cordial. Tensa cordialidad, como tiene que ser.
Después los vi en River. Yo estaba llegando justo de Madrid ese mismo día, y Poli me organizó una entrada cómoda, pero terminé en el pogo (más grande del mundo). En general, tengo muy buena sintonía con el pueblo ricotero, desde siempre. ¡Nuestra generación sabe distinguir al enemigo! No sé cuánto habrán cambiado los tiempos, pero en la vereda de enfrente estaban los caretas y la policía. Tengo que suponer que los enfrentamientos entre públicos rockeros son una lamentable herencia del fútbol.
Hace un tiempo, el Indio empezó a tirarme buena onda en los reportajes, elogiando mis letras con Los Rodríguez y en Honestidad Brutal. Además, teníamos un vínculo de ingenieros y sonidistas, y empezó a circularme la info que en encuentro era posible, que estaba todo bien.
Cuando fui a Del Cielito con Bersuit, que fueron varios meses, empezamos a comunicarnos mediante la señora que cocina y cuida Del Cielito. Nos escribimos cartas y mandamos dibujos, que esta buena señora entregaba en mano. Así se fraguó el primer encuentro, un asado con Bersuit de anfitriones. Luego, las cartas manuscritas pasaron a ser mails y no tardamos en reunirnos... ¡y comimos salmón! Llevé un Rutini y un paquete de yerba para el mate. Creo que con Indio necesitamos hablarnos de igual a igual, sentirnos colegas, reírnos y entender las mismas cosas, mirarnos a los ojos y estar en confianza, cómodamente. Hablar de cosas triviales o de formas de grabar un disco. Entre colegas, ¡el cariño y el respeto es muy importante!
¿Por qué al salmón menor también le pasó factura el reviente y la contracorriente, grabar discos imposibles donde las águilas se atreven, cagarse en todo incluso en la guita, renunciar a los aplausos y cobrarle a la vida al contado, firmar cheques con la boca y pagarlos con el culo (es una forma de decir) y volver siempre a canilla de música solitaria para volverla a abrir, morder el polvo, meterse bocados demasiado grandes de pura vida, escupir y volver a masticar con los dientes apretados? Por lo visto, Indio eligió un rock’n’roll, y la grabó con un arreglo buenísimo que es el que ahora tocamos nosotros en vivo. Así, esta canción escrita para nadie y en la más reventada intimidad de un apart hotel, con Marcelo Scornik, llegó al everest rockero, orgullo que comparto con El Cuino y con todos mis amigos.
El pueblo está esperando La Plata como agua de mayo: todos los días, a mí que soy transeúnte, alguien me dice algo platense por la calle. Alguien del pueblo se pronuncia en su entusiasmo por la yunta, por la misa del veinte.
¿Qué espero? Los cantantes siempre queremos lo mismo: escucharnos bien, estar enteros de la garganta, no engriparnos justo ese día ni tener caries, que nos acompañe el buen sonido y la alegría.
Para mí hay algo de íntimo también, tenemos una amistad. Indio me abrió las puertas de su casa y compartimos el vino y el pan. Ahora me invita a compartir la misa del 20, uno de sus grandes recitales. Espero que le guste y que me siga invitando para seguir hablando de cosas triviales, para grabar, para cantar, para hacer el grupo de versiones o para lo que corresponda.
El verdadero Salmón es él. El más auténtico y el más grande.
Estas palabras de Andrés Calamaro sobre su relación con el Indio Solari están incluidas en el último número de la revista La Mano, dirigida por Roberto Pettinato, donde se entrevista a Solari antes de sus shows en La Plata de este fin de semana, y a los que Calamaro fue invitado.
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