PROYECTOS
Larga distancia
A fines del año que viene, el científico Jean-Marc Philippe verá realizado su sueño más ambicioso: la puesta en órbita del KEO, un satélite de medio metro de diámetro, cargado con una exhaustiva enciclopedia humanista, que recién volverá a estos pagos después de flotar alrededor de la Tierra durante 50 mil años. La cuenta regresiva ha comenzado: a partir de ahora, todo terrícola dispone de cuatro páginas para comunicarse con sus compatriotas del siglo 512.
Por Eduardo Febbro, desde París
Jean-Marc Philippe tiene sueños de emperadores: a lo largo, a lo ancho y, sobre todo, en las alturas y en el tiempo. A este artista-científico francés, especialista en la memoria de los metales, se le ocurrió la idea de enviar al espacio un satélite poco común. No se trata de un delirio ni de un plan futurista, sino de una realidad sustentada por la Agencia Espacial Europea, la Aerospacial, el Comisariado de la Energía Atómica, la UNESCO –que eligió al satélite como el proyecto del siglo XXI– y la misma NASA. Su nombre de código es KEO, y cualquier habitante de la Tierra, sean cuales fueren su idioma, su raza, su religión y su cultura puede, si lo desea, hacer que KEO transporte al “más allá” el mensaje que haya elegido enviar. Dentro de dos años, KEO dejará nuestro planeta para llevar a cabo una misión única en la historia de la humanidad: permanecer en órbita alrededor de la Tierra durante 50 mil años y regresar luego a estos parajes como un emisario del pasado, cargado con todos los mensajes que los seres humanos del siglo XXI hayan depositado en KEO.
¡Habitantes de nuestro planeta, a escribir! Todo lo escrito será grabado en discos de vidrio para resistir a una estadía tan prolongada en un medio tan hostil. Pero los mensajes humanos no son los únicos “regalos arqueológicos” transportados por KEO. La esfera metálica de 50 centímetros de diámetro contendrá además una enciclopedia numérica con todos los datos del planeta (una biblioteca de Alejandría reactualizada): el catálogo de todas las especies vegetales y animales, la diversidad de las artes, los textos fundadores, las religiones, la situación geopolítica y los acuerdos económicos. Este conjunto de informaciones está presentado mediante textos y secuencias de video y sonoras. Habrá también una suerte de mural con fotos de rostros pertenecientes a personas oriundas de todos los continentes, un reloj sideral –es decir: una placa indicando la configuración de los planetas del sistema solar en el momento del lanzamiento–, secuencias de la doble hélice ADN y un diamante dentro del cual se incrustarán cuatro esferas de oro. Jean-Marc Philippe explicó a Radar que “en la primera piedra habrá una gota de agua de nuestros océanos, en la segunda una burbuja de aire, en la tercera una pizca de tierra fértil y en la última una gota de cada grupo sanguíneo tomada al azar, como una auténtica firma genética de la especie humana”. El programa de KEO constituye una de las obras colectivas más grandes que se hayan ideado. El satélite no tiene límites para recibir los mensajes del mundo;
sueños, aspiraciones, recuerdos, esperanzas, rebeldías, ansias, angustias o mitos: ningún contenido ha sido proscrito. Así, en el curso del siglo 512 (DXXI), nuestros “descendientes” tomarán contacto con la suma de conocimientos de la humanidad y de la diversidad cultural del género humano del –ya entonces– lejano siglo XXI. Imaginen el conjunto de esfuerzos y disciplinas científicas que hacen falta para conocer el pasado de la especie humana y el valor inestimable que revisten hallazgos como los de las grutas de Lascaux, los esqueletos de dinosaurios y cuanto vestigio se encuentra por ahí. Cada uno de esos elementos permite reconstruir el pasado, saber de dónde venimos, qué hacían nuestros ancestros, en qué pensaban, cuáles eran sus necesidades, modos de vida y conocimientos. KEO ofrece a nuestros descendientes una concentración única de esos conocimientos.
Los mensajes transportados por KEO estarán “clasificados” según una cartografía de contenidos, de sentidos, de valores, continente por continente, idioma por idioma, país por país y edad por edad. KEO ofrece así una imagen universal poco común de la comunidad de los hombres. Más aún: en cuanto KEO haya sido lanzado a su órbita, el conjunto de los mensajes será puesto en circulación libre a través de internet, mediante una base de datos difundida en el mundo entero. Jean-Marc Philippe explica que “al intentar responder a las preguntas ¿quiénes somos?, ¿qué podemos querer de nosotros mismos? y ¿cuál es el porvenir que deseamos forjar todos juntos?, KEO se convierte en el catalizador de una toma deconciencia global y activa en la que cada uno de nosotros podrá considerarse como un actor”.
KEO se articula a partir de un concepto hasta hoy jamás explorado. El “mensaje” central transportado por el satélite no consiste en una enciclopedia científica de los saberes humanos y del estado del planeta, sino en una “serpentina de los sueños” de la humanidad. En vez de meros datos, KEO pone en órbita emociones, una suerte de “sentido humanista”. Aquello que el cine norteamericano pone en escena bajo forma de ficción, Jean-Marc Philippe lo ofrece a las generaciones futuras con el formato del testimonio real. “Busqué una metáfora susceptible de ser compartida por todos”, explica Philippe, que agrega: “KEO viene a ser como el mensajero de nosotros mismos que se lleva los mensajes, los textos, los sueños, los poemas, nuestras interrogaciones, para regresar a la tierra en tiempos muy lejanos, en una escala correspondiente a la de la evolución humana en la tierra”. El creador y animador del proyecto pone de relieve la doble capacidad humana: la primera, que “hace la guerra, contamina, mata, reparte mal las riquezas, es injusta, tortura”: la segunda, “que hace de los seres humanos una especie superdotada, de cuya pequeñez y fragilidad recién ahora empezamos a tener conciencia. Pese a ello, nuestra especie se mide con las fuerzas de la naturaleza cambiando tanto su destino como el nuestro, cuando en realidad nuestra especie no representa más que el 0, 4% de la biomasa animal”.
KEO será lanzado a fines del 2003 por el satélite europeo Ariana 5 y colocado en órbita circular o geoestacionaria alrededor de la Tierra a una altitud de varios miles de kilómetros. Cada habitante de este solitario planeta “dispone de cuatro páginas” de libertad para incluir sus textos en los discos de KEO. Replegadas sobre sí mismas en la punta del cohete durante su despegue, las alas del satélite se desplegarán gracias a la “sublimación” de las esferas de naftalina, es decir, cuando el sol las derrita. Una vez abiertas, las alas se moverán según el ritmo impuesto por el paso del satélite en el cono de sombra de la Tierra y con la irradiación del sol. Tras varios años de peregrinación estelar, las alas de KEO se desintegrarán y sólo el cuerpo esférico del satélite proseguirá el viaje espacio-temporal. Poco a poco, con el correr de los siglos, la órbita de KEO irá perdiendo su constancia hasta acercarse a su suelo natal, la Tierra. Según calculan los científicos del programa, 20 minutos antes de tocar tierra, KEO aparecerá ante los habitantes del futuro como una estrella fugaz, más luminosa que todas las demás. Cuando la esfera esté a punto de llegar a su patria madre, los escudos de titanio y de tungsteno se desintegrarán primero, luego el escudo de carbono térmico... y así, gracias a un hábil montaje técnico, KEO emitirá una nube de partículas que advertirá a los hombres del mañana el retorno del pájaro soñador.
El nombre KEO es el resultado de un minucioso estudio sobre los fonemas más utilizados por los cien idiomas más empleados en la tierra: K, E, O. “Es un nombre que todas las gargantas humanas pueden pronunciar: una línea de unión entre los hombres”, dice Philippe. Además, explican los autores del proyecto, “KEO no hace referencia a ninguna mitología particular, lo que garantiza su neutralidad y universalidad”. Jean-Marc Philippe detalla que “el nombre tiene que ver con el diálogo entre los hombres”. Pero ¿cómo harán esos hombres del mañana para “interpretar” lo que se les envía hoy? Entre el año del lanzamiento y los 50 mil que transcurrirán, sin duda muchas cosas habrán cambiado, en especial los modos de lectura y desciframiento. Para paliar todo riesgo de incomunicabilidad con los hombres y mujeres del futuro, KEO cuenta con indicaciones “directamente inteligibles”: hologramas, esquemas y unos doscientos dibujos guiarán la lectura del disco. Uno de los discos de vidrio, grabado igual que los antiguos LP de vinilo, irá acompañado de su “esquema reproductor”, para que quien lo encuentre pueda seguir con toda facilidad las indicaciones visuales y hacer funcionar el mecanismo. Así, los idiomas que hablamos ylas músicas que escuchamos en la actualidad sonarán como por arte de magia. De alguna manera, KEO fue pensado como el descendiente de la famosa piedra de Rosette, esa maravillosa pieza encontrada en Egipto y cuyos “grabados”, en tres escrituras distintas, permitieron al francés Champolion comprender lo incomprensible; o sea: descifrar los jeroglíficos egipcios. A imagen y semejanza de la piedra de Rossete, nuestros “descendientes sabrán que los discos de vidrio están dotados de sentido y no son meros íconos esotéricos”. Pese a la catarata de informaciones destinadas a facilitar el acceso al contenido de KEO, sus “amos” admiten no saber “cuánto tiempo tardarán nuestros descendientes en decodificar los discos de vidrio. ¿Una jornada o mil años? No lo podemos prever”.
Jean-Marc Philippe está seguro de una cosa. Su llamado “pájaro arqueológico del futuro”, bajo la apariencia del sueño y la utopía, “es una metáfora tecnológica y artística concreta, un pretexto para una introspección individual poco común que nos invita a mirarnos de otra manera y a mirar el instante, las cosas de la vida y el destino de la especie”. Muchos se preguntarán con acertada curiosidad por qué se ha elegido una fecha tan alejada –50 mil años– para el retorno de KEO. Philippe señala que el lapso corresponde a la escala de la evolución humana. Por ejemplo, la especie humana apareció hace 5 millones de años; el hombre empezó a fabricar sus primeros útiles hace 2.5 millones de años, domesticó el fuego hace medio millón y recién introdujo las sepulturas 100 mil años atrás. Hace 50 mil años, “nuestros ancestros” pintaron los primeros dibujos y signos abstractos en las grutas australianas. El “pensamiento simbólico” –es decir, la representación– surgió hace tantos años como los que tardará KEO en volver a casa.
Ahí reside uno de los grandes interrogantes del proyecto: quién garantiza que el satélite regresará sano y salvo a la Tierra. A este respecto, Jean-Marc Philippe admite que “el principal problema es el de la posibilidad de una colisión con un micro meteorito o con restos de origen humano. Si la contaminación humana se mantiene al ritmo actual durante 50 años más, KEO no tendría ninguna posibilidad de sobrevivir. Pero hay que esperar que de aquí a ese momento la comunidad humana haya sabido tomar medidas restrictivas”. Los científicos saben que tanto la NASA como las demás agencias espaciales trabajan para reducir la contaminación espacial y preservar tanto la vida de los satélites militares como la de los astronautas que trabajan en el laboratorio espacial.
Lectores, poetas o curiosos: quienes quieran colocar su testimonio escrito en las alas de KEO pueden hacerlo con toda libertad. La única condición es no sobrepasar los 6 mil signos (cuatro páginas). Los mensajes pueden enviarse por internet al portal www.keo.org o, por correo, a la siguiente dirección: PROGRAMA KEO. BP 100, 75262, PARIS CEDEX 06. Alguien terminará leyéndolos en el futuro.