RESCATES
La canción es la misma
Inspirados por el Avalancha de éxitos de Café Tacuba, los chilenos Javiera y los Imposibles editaron AM, una antología de covers que reivindica sin pudor, y también sin ironía, el cancionero romántico que hace treinta años monopolizaba el aire de la radio y enfurecía a la intelligentzia rockera. Javiera Parra –voz del grupo, miembro de una dinastía poético-musical clave– cuenta cómo el tabú de ayer pasó a ser el tótem de hoy.
POR MARCELO MONTOLIVO
Durante las décadas del sesenta y del setenta, el rock intentó fundar una nueva moral lejos de la mediocridad, el lugar común y la vida enlatada. En ese contexto, artistas pasatistas, melódicos y despreocupados como Roberto Carlos, Camilo Sesto, Franco Simone, Raphael, el mismísimo Sandro, Tom Jones, Carpenters, Abba y los Bee Gees causaron un rechazo inmediato en el rockero medio: sus canciones y actitudes revelaban complicidad con el mercado y las costumbres sociales establecidas, además de un evidente conformismo sociopolítico. Era justamente lo contrario a las ambiciones y planes de una nueva cultura musical joven en la que el volumen brutal desestabilizaba reuniones, los cantantes ventilaban un credo sexual no apto para pacatos, los instrumentistas escalaban las cumbres de improvisación típicas de los jazzmen, las letras abordaban temas trascendentes con preciosismo lírico y la ropa desafiaba toda formalidad.
Pese a esta puesta en escena por demás seductora (fundamentalmente para adolescentes desafiantes, de hormonas agitadas y neuronas fácilmente inflamables), no fueron pocos quienes, en su más profunda intimidad, reconocieron que “Por amor” (Roberto Carlos) desplegaba un clima tan humeante e incierto como cautivante, que Raphael era y es un intérprete de una intensidad que roza la más absoluta demencia, que “Knowing me, knowing you” (Abba) tiene por base una secuencia de acordes elaborada y fascinante o que los viriles aullidos de Tom Jones podían dar batalla al más guapo y cadenero de los metaleros.
Con la llegada de los noventa, la lejanía de los contextos (que se disuelven con el paso del tiempo, salvo para los estudiosos) y la mala memoria de algunos cuarentones, todo este repertorio melódico y funcional fue reivindicado y considerado cool por la propia cultura rock que se pasó décadas rechazándolo. (Vale decir, por lo demás, que el mismo rock terminó cayendo en sus propias contradicciones y se tornó predecible, cómodo, apto para cualquier mesa dominguera.)
Dentro de la misma estirpe que los recordados tributos que el rock rindió a Carpenters, Abba o Sandro, AM –el nuevo disco de los chilenos Javiera y los Imposibles– transita por esa línea provocadora y fronteriza que ya Café Tacuba (Avalancha de éxitos) y Attaque 77 (Otras canciones) supieron probar en la escena latinoamericana: la revalorización de lo tabú y la mixtura políticamente incorrecta.
Confeccionado a partir del repertorio de Ricardo Cocciante, Camilo Sesto, Joe Dassin, Roberto Carlos, Franco Simone y los (aquí) menos conocidos Gianni Bella, Hernaldo y Yuri –entre los que se cuela un desorientado Billy Idol–, AM nos interna en un mundo intenso, de amores carnosos y descarnados, donde el sentimiento más puro se torna en odio con una facilidad apabullante, las sábanas claman pasión y los atardeceres dan paso a la melancolía como en las páginas más torturadas de Nick Cave, Portishead o Nick Drake. Los sonidos fascinan con sus coqueteos con el trip hop, los arrebatos distorsionados de las guitarras, el scratching del dj, los guiños a John Barry, los efectos ambientales y la siempre emotiva interpretación vocal.
Javiera y los Imposibles (“Aunque el nombre sugiera lo contrario, se trata de un auténtico grupo, donde la plata y las decisiones se reparten por igual”, aclara la propia Javiera Parra, cantante de la banda, durante la entrevista exclusiva con Radar) se gestó en el marco de la generación pop chilena de los primeros noventa, junto a Lucybell, Los Tres y La Ley. Tras unos pocos shows consiguieron contrato con la multinacional BMG. El debut –Corte en trámite– llegó a la categoría platino en las cifras de venta; después de un ascenso tan meteórico, el sucesor La Suerte (1998) causó algunas fricciones entre el grupo y la compañía (“fue el clásico segundo disco, un poco en rebeldía contra el primero. Lo grabamos en Londres, y es invernal, oscuro y melancólico”, cuenta Javiera entre risascómplices). Luego de cortar relaciones con BMG, Sony los contrató casi de inmediato: “Siempre bromeamos al respecto y decimos que sólo estuvimos cinco minutos sin sello”. En el 2000, la nueva compañía les publica A color, “un álbum luminoso, lleno de singles que sonaron mucho en la radio”) y este AM, ya convertido en doble platino en Chile y editado recientemente en la Argentina.
Dueña de un apellido ilustre y clave dentro del mundo musical de su país, Javiera explica que, pese a todo, no todos los Parra proceden del mismo origen: “Con los Parra de Los Jaivas no tengo nada que ver. Ellos son de Viña del Mar. Yo vengo de la rama de Violeta, que es mi abuela y se suicidó antes de que yo naciera. En mi familia también están Nicanor, Isabel y Angel (mi hermano) que tocaba en Los Tres”. La decisión de internarse en el cancionero melódico popular fue absolutamente natural para el grupo: “Siempre nos interesamos por ese tipo de música. Soy una suerte de rescatadora de ese sonido, que es el típico que sonaba en las radios durante los setenta; de ahí el nombre del disco. Lo nuestro no es algo irónico: creo que en el género hay grandes canciones, y nos hemos tomado la libertad de arreglarlas y trabajarlas a nuestro gusto. La idea fue rescatar la pasión, la emoción e inteligencia de esas letras, que son precisas. Cuando uno está viviendo algo similar a lo que ellas describen (básicamente: amor y desamor), se siente que dan justo en el punto exacto. A veces me he puesto a pensar: ¿cómo puedo ser tan lugar común como para sentir esto? Pero es inevitable. Es un repertorio que provoca una identificación instantánea en gente muy distinta. De todos modos, mis tendencias musicales son bastante variadas: en casa puedo escuchar a Morcheeba o Air, luego pasar por música cubana vieja, por bandas pop británicas como Coldplay o Travis y terminar con algo étnico, tipo celta o iraní”.
De alguna manera todo eso está volcado en el disco, que en un principio no iba a limitarse sólo al repertorio de artistas melódicos: “Cuando comenzamos a planear el concepto del álbum, sabíamos que queríamos un disco de covers, un poco inspirado por el Avalancha de éxitos de Café Tacuba, pero en la lista inicial de temas había de todo, principalmente temas de los ochenta, de la E.L.O, Cindy Lauper, cosas así. No sé bien qué ocurrió, pero a medida que ensayábamos fueron quedando las canciones más AM. La de Billy Idol, aunque es más FM y queda descolgada de época y estilo, igual la dejamos. De puro caprichosos, nomás”.
El principal valor de AM radica en su estimulante poder refrescante y reformulador. Por lo tanto, jóvenes rockeros y modernos: cuidado con tropezar dos veces con la misma piedra. La próxima vez que sientan palpitar vuestro corazón ante alguna página de Machito Ponce, Shakira o Erreway, no se sientan culpables: puede que vuestros músicos favoritos estén pasando por lo mismo.