Películas, libros, discos, programas, radios, personajes, incluso robos y hasta goles: los proyectos que quedan truncos, a medio camino o sin terminar ocupan un lugar único en la memoria de quienes los planearon. Por eso, el Ciclo Inconcluso, que va por su tercera temporada en el Centro Cultural de España en Buenos Aires, viene invitando a artistas, intelectuales, deportistas y un largo etcétera de personalidades a compartir esas cuentas pendientes, frustraciones y reciclajes que esperan su momento o ya lo vieron pasar para siempre. Sus organizadores, Federico Lisica y Sebastián Meschengieser, eligen para Radar una selección de testimonios, y cuentan el proyecto inconcluso del ciclo.
› Por Sebastian Meschengieser
A Alejandro Tantanian no le había caído la ficha de lo que traía entre manos. Para exponer algunos de sus proyectos inconclusos, el director cliqueó en la carpeta de archivos titulada “Undone yet”. No la había creado especialmente para el ciclo, estaba en su computadora desde hacía un buen tiempo. Pareció sorprenderse del abanico de obras sin concretar y antes de exponerlas explicó el porqué del título en inglés: “Si leía No hecho todavía era como un mandato muy fuerte, necesitaba de la distancia que te da el idioma”. Luego habló de PPP una pieza musical dedicada a Pier Paolo Pasolini. Si en el caso de Tantanian la posibilidad de realización se mantiene vigente, en otros casos es irreversible. El baterista Michel Peyronel habló de una reunión de Riff para el 2005. Las razones de la inconclusión son obvias. “Podemos hacer un festival y cantar canciones de Riff, pero no va a ser Riff porque Pappo se murió, la muerte tiene esas cosas, es bastante determinante.”
Desde hace tres años, el Ciclo Inconcluso –en el Centro Cultural de España en Buenos Aires– convoca a diversas personalidades para que narren el otro lado de sus trayectorias: lo que quedó afuera, lo que todavía no fue y lo que ya no podrá ser. La idea surgió bajo la influencia de todo lo que el Bicentenario generó en materia de debate intelectual. Allí, cuando una y otra vez la idea de “nación inconclusa” –concepto acuñado por el economista Aldo Ferrer– tomaba dimensiones históricas, estas charlas habilitaron una escala personal de “lo pendiente”. Y se trata de un doble espionaje. El invitado revisa en público sus ítem sin concretar y los asistentes se entrometen en ese arcón. Fito Páez (acaso incubando su “asco”) justamente se refirió a la falta de una nación como tal. Otros fueron por el lado del delirio (Favio Posca picó en público su inédito disco de cumbia electrónica); por el de negarse a la frustración (Litto Nebbia se reivindicó como un hacedor que produjo todo lo propuesto); por el del dolor más íntimo (Gabriel Rolón enseñó el réquiem aún sin terminar para su padre) o por las vocaciones marginadas (“yo quería hacer rock, pero la misma manera en la que pronuncio la palabra rock ya no es rock”, Daniel Hendler dixit). Gerardo Hochman, renovador del lenguaje del circo, mostró la carpa que le quita el sueño y haciendo gala del detallismo, ayudó con su nomenclatura de lo inconcluso: “Están los proyectos a los que uno les puso fichas y no salieron; después está el ‘en carpeta’; aquellos que se concretaron pero no salieron como uno quería; y me queda una categoría gris: proyectos robados, inconclusos pero no por culpa propia”. María Julia Oliván y su documental sobre la Patria Stone ingresa en la segunda categoría. Rosario Bléfari agregó una definición más: todas sus ideas van mutando –acorde con la ley uno de la termodinámica– hasta transformarse “en otra cosa”.
Paradójicamente, algunos de los proyectos expuestos en el ciclo vieron la luz. Pablo Echarri y Martín Seefeld venían masticando una idea que hoy puede verse en el prime time televisivo (El elegido) y Gabo Ferro fue incentivado por su compañero de mesa, Osvaldo Bayer, para que publique un estudio al que hizo referencia en la charla. Hoy ese proyecto tiene forma de libro: Degenerados, anormales y delincuentes; gestos entre ciencia, política y representaciones en el caso argentino.
Jorge Luis Borges, citado en reiteradas ocasiones a lo largo de Inconcluso, tenía su propia cuenta pendiente: fumar marihuana. Por fortuna, el nunca ganador del Nobel pudo saldar esa deuda gracias a uno de los invitados del ciclo, quien reveló la historia. Ese porro lo llevó a Borges a recordar la batalla de Trafalgar. En el “debe” queda la aspiración de otro referente aludido en las jornadas: Roberto Fontanarrosa. El rosarino alguna vez expresó que le hubiese gustado que un trago largo llevase su nombre como homenaje. La ocasión ideal habría sido la jornada de la que participaron el editor Daniel Divinsky y Daniel Rabinovich, ambos íntimos del escritor, pero no pudo ser: el olvido de las botellas y los cubitos de hielo lo dejaron pendiente para otra ocasión.
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