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Domingo, 2 de diciembre de 2012

CINE > SERGIO LEONE EN LA LUGONES Y CLAUDIA CARDINALE EN EL OESTE

LEONE Y LEONA

 Por Alfredo Garcia

Ya hubo hace relativamente poco un ciclo sobre Sergio Leone, por eso este que empezó ayer y sigue hasta el 9 de diciembre se llama Leone Vuelve. Pero aun cuando Leone no tiene películas malas, este ciclo ofrece sin lugar a duda lo mejor del director; que no habrá inventado el spaghetti western o euro-western, pero fue quien lo perfeccionó y convirtió en un producto masivo.

Este Leone no vuelve con un western. La primera película del ciclo es la extraordinaria saga de gangsters Erase una vez en América (Once Upon a Time in America), de 1984, su último opus, que además de contar con uno de esos scores inolvidables de Ennio Morricone y con una soberbia fotografía de Tonino Delli Coli, también tuvo un elenco extraordinario en sus protagónicos (Robert De Niro y James Woods) y en quienes los secundaban (de Treat Williams a Danny Aiello y Joe Pesci, pasando por Wylliam Forsythe, James Russo, Tuesday Weld y Elizabeth McGovern). Con 229 minutos de duración, Erase una vez en América fue todo un ejemplo de cómo un estudio puede destruir el montaje de una película. La trama va y viene en el tiempo, y dado que la primera escena tenía lugar en un fumadero, puede entenderse que la idea del director era hacerla fluir como en un sueño de opio del personaje de De Niro, una idea que un ejecutivo resistió (ordenando a cortar y “ordenar” cronológicamente la película), aunque afortunadamente hace tiempo que fue restaurado el corte del director.

Leone Vuelve continúa el lunes con la remake no oficial de Yojimbo, de Akira Kurosawa. Es decir, Por un puñado de dólares (1964), que provocó una revolución del western, género al que Leone se acercaba en un tono corrosivo digno de la estética del cine de la crueldad de directores como Buñuel, pero también con un gran olfato para entender lo que el gran público podía querer ver a mediados de la década. Olfato que convirtió a Clint Eastwood, actor secundario de westerns televisivos, en un icono de la época, el Hombre sin Nombre que volvió a aparecer en los dos siguientes westerns del director y, con variaciones, en varios westerns dirigidos luego por el propio Eastwood.

Filmada en Almería, es decir, Andalucía, España, esta coproducción entre Italia, España y Alemania Occidental demostró que se podía tras-culturizar un género hasta redefinirlo, tanto en tema como, sobre todo, en forma, ya que uno de los aspectos más interesantes para los fans del western es que estas películas de Leone no están filmadas en absoluto como los clásicos de vaqueros hollywoodenses: tal vez tuviera que ver, en estilo, más con el film de Kurosawa en el que se inspiró (Kurosawa usó otra palabra, distinta de “inspirar” y de hecho, aseguró en entrevistas que ganó más dinero por el juicio de plagio por el guión de este film que por la remake oficial en versión western, The Magnificent Seven, de John Sturges, gran film de 1960 que también debe verse como una influencia importante en Leone). En todo caso, este estilo propio para filmar un western se siguió acentuando y afinando en los dos films posteriores que conforman la llamada trilogía de Leone: Por unos dólares más, de 1965 y Il buono, il brutto, il cattivo (literalmente, “el bueno, el malo y el feo”, pero en un raro giro casi metafísico, el título de estreno en nuestro país fue Lo bueno, lo malo y lo feo). En todo caso, este final de la trilogía de Leone era formidablemente desaforado en duración (casi 3 horas), crueldad, violencia gráfica, humor negro y estilo y despliegue de producción, incluyendo escenas épicas con la Guerra de Secesión como fondo para las andanzas de los protagonistas.

El ciclo culmina el próximo fin de semana con Erase una vez en el Oeste (C’era una volta il West, 1968), coproducción ítalo-norteamericana, con un tono mucho mas dramático y dark –algo que se percibe desde el vamos con el score de Morricone– y el antológico hallazgo de convertir a Henry Fonda en un tipo malísimo. A la presencia de Charles Bronson (legendario “hombre de la armónica”, a falta de Eastwood) también hay que agregar, entre un elenco lleno de gloriosos actores de reparto como Woody Strode, Jack Elam, Keenan Wynn y Lionel Stander, a Jason Robards y la despampanente Claudia Cardinale.

La ítalo-tunecina Cardinale ya tenía treinta años y ya había filmado Los sospechosos de siempre con Monicelli, Rocco y sus hermanos y El gatopardo con Visconti, y 8 y 1/2 con Fellini (“Fue la única película que hice con él, pero me hizo sentir el centro del mundo, la más bella, la más importante”, dijo alguna vez la mujer), y La Pantera Rosa con Blake Edwards (entre otros films de su período hollywoodense, que ella misma decidió no extender). Cardinale es la figura cardinal, una de las imágenes más icónicas de este super clásico spaghetti, la razón para volver al cine incluso si uno ya vio todos estos leones mil veces. Mientras la prensa la retrataba como la Bardot morena, Visconti la había querido morocha y Fellini rubia; acá, como mimetizándose con el polvo de Almería, lleva su salvaje pelo al viento, castaño y algo rojizo, y de pronto encontraba una oportunidad para liberar a la leonesa que había sido toda su vida, la chica que había sido –en sus propias palabras– “una adolescente brutal, un poco loca, medio machona, metiéndome en peleas con los chicos solo para mostrarles que las chicas podían ser más fuertes que ellos. Mi filosofía siempre fue: si querés, podés”.

Acá, en Erase una vez en el Oeste, quiso y pudo: Claudia es Jill McBain, la mujer alrededor de la cual giran Fonda, Bronson, Robards. Un personaje, dijo ella, caracterizado “por su fortaleza y determinación, que sabe lo que quiere y se pone firme hasta que lo consigue. No había muchos de esos papeles en las películas del Oeste”.

El ciclo Leone vuelve: cinco clásicos restaurados se da hasta el domingo 9 de diciembre en la sala Leopoldo Lugones. Av. Corrientes 1530. Más información, días y horarios: www.teatrosanmartin.com.ar

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