Domingo, 1 de abril de 2007 | Hoy
Cine de súper-acción en castellano: ciencia-ficción distópica sobre estados totalitarios.
Por Mariano Kairuz
Durante años, los chicos de Farsa Producciones se entregaron a un sistema de producción capaz de fabricar objetos de culto casi instantáneos para un grupo de seguidores más o menos pequeño y cerrado: su film de muertos vivos Plaga Zombie (también conocido como “la película hecha por 187 pesos”), su secuela (Zona mutante) y el thriller rural Nunca asistas a este tipo de fiestas (filmada en cuatro días). Adolescentes al fin, habían dado con un esquema perfectamente funcional: mantenerse en el terreno del juego, lo que les permitía hacerlo todo ellos mismos, incluso interpretar a los personajes adultos de sus films imitando las voces “de doblaje latinoamericano neutro” de sus películas favoritas de terror y ciencia-ficción, las que consumieron durante toda su infancia. Ahora crecieron, y no reniegan de nada de lo que hicieron antes. Pero Filmatrón, su nueva película –que demandó cerca de cinco años de trabajo en condiciones de “no-presupuesto”, con una pequeña cámara Mini DV “casi hogareña” y la colaboración de muchos amigos–, aspira a competir en un terreno más profesional, y masivo.
Junto con Damián Szifrón, los Farsa parecen ser los más firmes abanderados de la “resistencia” de los géneros en el cine nacional, adaptando todas las convenciones aprendidas del cine hollywoodense que crecieron viendo, para transformarlas en algo nuevo. Con Filmatrón, el director Pablo Parés y su equipo (Walter Cornás y Paulo Soria, también de Farsa, como actores) hacen la que probablemente sea la primera distopía argentina a lo George Orwell. Abrevan en numerosas fuentes literarias y en sus versiones cinematográficas –1984, la novela, pero también la adaptación muy libre de Terry Gilliam, Brazil; Fahrenheit 451 de Bradbury; y los universos fascistoides de Robocop y Starship Troopers, de Paul Verhoeven–. Fábula retrofuturista ambientada en un estado totalitario que aspira a controlar toda producción audiovisual y en la que una célula rebelde intenta producir su propia película por medios analógicos, reproduce los tópicos de aquellas utopías-al-revés sin abandonar jamás el tono del cine de súper-acción de la infancia de los que hoy andan alrededor de los 30 años, es decir, con un ojo en los ’80. De Volver al futuro a Gremlins, pasando por Indiana Jones, y los fichines y videojuegos contemporáneos.
Si la ciencia-ficción argentina no abunda, en este Bafici se producirá un encuentro bizarro: La Antena, segunda película de Esteban Sapir (que ya hace más de una década que estrenó su ópera prima, Picado fino), programada como cierre del festival, está directamente emparentada con Filmatrón, si no en estilo ni tono, al menos sí argumentalmente: otro estado despótico que aspira a controlar a la población a través de la producción audiovisual. Quizá, sólo quizá, dos películas para ver en cine, contra la tiranía de la televisión.
Filmatrón integra la Selección Oficial Argentina. Se proyecta el jueves 12 a las 23 (Hoyts 8); el viernes 13 a las 00.15 (Hoyts 8); y el sábado 14 a las 18.30 (Atlas General Paz 5).
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