Domingo, 30 de enero de 2011 | Hoy
Por Nicholas Carr
Estás tirado en el sofá de tu living, mirando un nuevo episodio de la serie Justified, cuando te acordás que tenías que hacer algo en la cocina. Te levantás, das diez pasos, y justo cuando te acercás a la heladera “¡puff!”, te das cuenta de que te olvidaste lo que venías a hacer. Te quedás perplejo por un momento, encogés los hombros y volvés al sofá.
Tales lapsos o lagunas mentales nos suceden tan a menudo que no les prestamos mucha atención. Decimos que son meras distracciones o, cuando nos ponemos viejos, achaques de la edad. Sin embargo, estos incidentes revelan una limitación fundamental de nuestras mentes: la pequeña capacidad de memoria que tenemos. La facultad de retención es concebida por los científicos del cerebro como un almacén donde guardamos el contenido de nuestra conciencia, donde fluyen nuestras impresiones y pensamientos a lo largo del día. En los ’50, el psicólogo George Miller afirmó que nuestros cerebros sólo pueden retener alrededor de siete piezas de información simultáneamente. Algunos piensan que es mucho y aseguran que tenemos una capacidad de trabajar con tres o cuatro elementos.
La cantidad de información que ingresa a nuestra conciencia en cualquier momento es conocida como “carga cognitiva”. Cuando nuestra carga cognitiva excede la capacidad de nuestra memoria, nuestras habilidades intelectuales son abatidas por un golpe. La información entra y sale tan rápido de nuestra mente que no la podemos retener. Es por eso que no pudiste recordar lo que fuiste a hacer a la cocina.
La información se desvanece antes de tener la oportunidad de transferirla a nuestra memoria de largo plazo y convertirla en conocimiento. Recordamos menos y nuestra habilidad de pensar crítica y conceptualmente se debilita.
Una memoria sobrecargada también tiende a aumentar nuestras distracciones. Pedagogos y psicólogos saben que si le das mucha información a un estudiante muy rápido su capacidad de comprensión se degrada y no aprende nada. Ahora que estamos todos inundados de bits y demás piezas de información como nunca –gracias a la increíble velocidad y volumen de datos de nuestras redes sociales y gadgets– todo el mundo se podría beneficiar al saber cómo la carga cognitiva influye en nuestra memoria y pensamiento. Cuanto más al tanto estemos de lo frágil que es nuestra memoria, seremos capaces de administrar mejor el flujo de información que llega a nosotros.
Hay ocasiones en las que querés estar inundado de mensajes y toda clase de información. La estimulación y la sensación de conexión pueden ser emocionantes y placenteras. Pero es importante recordar que, cuando se trata de la manera en que funciona nuestro cerebro, la sobrecarga de información no es sólo una metáfora, es un estado físico. Cuando estás realizando una tarea muy importante o complicada, o cuando simplemente querés disfrutar de una experiencia o de una buena conversación, es mejor cerrar la canilla de la información al menos por un rato.
Nicholas Carr es autor del reciente libro The Shallows: What the Internet Is Doing to Our Brains.
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