Domingo, 30 de enero de 2011 | Hoy
Por Samuel Barondes
Cada uno de nosotros es un ejemplar estandarizado, concebido de la unión de dos células germinales, alimentadas en un útero y equipadas con un programa de desarrollo que guía nuestra posterior maduración y nuestro eventual declive.
Cada uno de nosotros es también único, el poseedor de una selección particular de variantes genéticas del genoma humano colectivo e inmerso en una familia en particular, una cultura, una época, un grupo de pares. Con herramientas innatas para adaptarnos a las circunstancias de nuestro mundo personal seguimos construyendo nuestras propias formas de ser y el sentido de lo que somos.
Esta visión dual de cada uno de nosotros –ordinarios y especiales al mismo tiempo– ha sido tan bien establecida por los biólogos y científicos de la conducta que ahora puede parecer evidente. Pero aun así merece ser tenida en cuenta como una herramienta cognitiva porque tiene implicaciones importantes. Reconocer lo mucho que compartimos con los demás promueve la compasión, la humildad, el respeto y la fraternidad. Reconocer que somos únicos promueve el orgullo, el autodesarrollo, la creatividad y los logros.
Aceptar estos dos aspectos de nuestra realidad personal puede enriquecer nuestra experiencia diaria. Nos permite disfrutar simultáneamente de la comodidad de ser ordinarios y de la emoción de ser únicos.
Samuel Barondes es director del Centro de Neurobiología y Psiquiatría de la Universidad de California, Estados Unidos.
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