La editorial Pantheon me había pagado un pequeño adelanto y fue muy paciente. En 1985, alguien me mostró una entrevista a Steven Spielberg en la que contaba estar produciendo un largometraje de dibujos animados sobre unos ratones judíos que escapaban de los programas antisemíticos de Rusia para empezar una nueva vida en América. Me aterraba que estrenaran la película antes de haber acabado el libro. Fred Jordan, de Grove Press, intentó consolarme diciéndome: “¿Por qué te preocupas tanto? Sólo te han robado la idea, que, la verdad, no es para tanto”. Pero la confusión podría haber dado pie a que pareciera que estaba creando una versión retorcida y enrevesada de una producción de Spielberg en lugar de lo que, estoy casi seguro, en realidad pasaba: que Faivel, un cuento americano era una reutilización aséptica del concepto de Maus.
Un amigo me sugirió que publicara inmediatamente la primera mitad. Pantheon terminó aceptando y –por suerte para mí– la película de Spielberg se demoró por problemas con los animadores... así que Maus I salió antes.
De todos modos, hace años mi amiga Aline Kominsky me contó que su madre me había alabado diciendo: “¡Qué talento tiene ese chico, Art Spielberg! No solo hizo Maus, ¡también hizo E.T.!”.
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