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Domingo, 16 de septiembre de 2007

CULTURA / ESPECTáCULOS › PLáSTICA. DE AIRE EN AIRE, EL GRAN HOMENAJE DE ADOLFO NIGRO PARA JUANELE

El agua, la noche y el aire

Con sólo una tijera como herramienta y con esas mismas musas
sencillas que merodearon la poesía del entrerriano Juan L.
Ortiz, el artista rosarino compuso inolvidables siluetas.

 Por Fernanda González Cortiñas

"Nunca oyeran los aires, sobre las lagunas y los bañados, punzar pena más dulce". Dejando secar los pinceles, tapados los frascos de pintura y los engrudos, enrollados los piolines, guardadas las cartas, recogidas las redes, armado solamente con una pequeña tijera, hace tres años Adolfo Nigro se embarcó en la delicada tarea de homenajear a un gran poeta: Juan L. Ortiz. Lejos de su litoral -del suyo propio y del de él, el de Juanele-, en otras costas (esta vez las uruguayas de Punta Colorada) el rosarino se dispuso a trabajar guiado por esas mismas musas sencillas que merodearon la poesía del entrerriano, el agua, la noche, el aire. De ese encuentro salió De aire en aire, una serie de papeles que el año pasado visitó la ciudad y que el próximo 25 se presentará en el porteño Centro Cultural de la Cooperación.

Guiado por la rítmica de los versos de Juanele, Nigro recorta siluetas, figuras, símbolos, en un recorrido circular que marca la ruta invisible de la poesía.

Como en la letra del autor de El Gualeguay, Nigro explota en este origami del litoral, en este broderie plástico, los silencios. Como en la poesía aquí las ausencias dan sentido a las presencias. Y así aún los hiatos pueden ser de colores; amatistas (como en "Deja las letras"), o amarillos (como en "Es cierto...?), o ser silencios sin orillas (como en "El junco y la corriente"), o ser silencios de jacarandaes (otra vez en "Deja la letras").

Pero esta no es la primera vez que Nigro trabaja con la poesía como materia prima.

"Desde la década del 60 comencé a integrar textos a mis cerámicas -explica el artista-. Dentro de la concepción del arte del taller de Torres García el texto, la palabra, y las formas plásticas eran una actividad que se expresaba ya sea en el barro, en la madera, en el cemento, en el hierro, etc. También en mi alma, ya que diez años después, en los 70's empecé a reunir una colección de libros y catálogos del Grupo Cobra donde la relación se patentiza el vínculo entre el texto poético y la forma plástica. Su fundador, el poeta Christian Dotremont, crea y escribe los logogramas, donde experimenta -pensemos que hablamos de la década del 50- el entrecruzamiento de la palabra y la plástica. Dominios naturales, con los versos de César Bandin Ron, en el año 1982, fue mi primera colaboración con un poeta. Con él volvimos a trabajar en 1998 en Plancton, donde la palabra y la imagen se fusionan en una misma estructura. En 1997 trabajé con collages convocado por Emilio Ellena. Luego en el 2000 hice algunos dibujos para El barón rampante, de Italo Calvino. Estos últimos años he trabajado textos de Tuñón, Haimovichi, Abbate, Achugar, etc. El desafío para mí es cómo dar una respuesta plástica a cada texto. Por supuesto soy un lector que piensa en imágenes.

-¿Cómo surgió la idea de trabajar sobre la obra de Juanele?

-Creo que es a partir de la década del 80, que en mi trabajo se hace sentir la influencia de Juanele: imágenes leves, acuáticas, móviles, cargadas de sentido; todas ellas vinculadas a eso tan caro para mí: el litoral, el río de mi infancia, y muy fuertemente, la obra de Gambartes y Grela. Yo no sé si es posible lograr que una obra, quiero decir, una experiencia plástica, exprese un lugar determinado, con sus hombres y mujeres, que viven rodeados de otros seres y cosas, moradores de otro mundo: peces, sapos, ramajes, barcas, redes, víboras, instrumentos de trabajo, casas, vegetaciones que las estaciones hacen cambiar de colores... Así que a través de sus poemas, a veces un tributo de un poema motivó desarrollos formales de colores, ritmos, tensiones, formas... de allí las aglomeraciones de mis obras, la indeterminación permanente, el fluir ininterrumpido, la eliminación de las jerarquías, el desplazamiento del centro de la obra; los centros están fuera de la obra; en un plano ideológico lo diría: fuera del centro de cualquier poder. Los poemas pasan a mis obras y allí me encuentran, hermanado con el mundo de Juanele y nombro mis obras con sus palabras: "El agua y la noche", "Rumor de islas", "Temblor de juncos", "La barca", "Ellos son del aire", hasta llegar a este conjunto de papeles recortados que llamé De aire en aire, ejecutados solo con una tijera. Hago girar el papel hasta terminar un recorrido, que para sólo cuando se encuentra con el límite del papel. Juanele habla de "la gran relación" entre el hombre y la naturaleza. Esa es una idea que yo comparto plenamente. Juanele admiraba a poetas que, antes de que yo lo conociera a él, me habían influenciado desde muy joven: Rilke, y sobre todo Cesare Pavese.

-¿Por qué eligió la tijera para hablar de Juanele en vez del pincel o el collage, elementos más familiares a su obra?

-El dibujo recortado con tijera, encuentra una explicación en los papeles picados mexicanos, algo que estudié durante mi primer viaje a México, en 1998. Es una iconografía que se basa en el trabajo de José Guadalupe Posada, aunque también hay imágenes de vegetales, de animales. Además, encuentro un vínculo con mis primeras cerámicas, vinculadas al taller de Torres García, y a culturas ancestrales de nuestro país, como la leyenda del Cóndor Huasi. Pero más allá de influencias y homenajes, mi propuesta es simple: recorrer el papel creando ritmos, vacíos que crean sombras en un contrapunto que podría seguir ininterrumpidamente.

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Nigro explota en este origami del litoral, en este broderie plástico, los silencios.
 
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