Domingo, 16 de septiembre de 2007 | Hoy
Por Por Luis Novaresio
Uno: Hastiado de escuchar que sos el culpable de la destrucción del Senado de la Provincia y que no está mal que Piñón Fijo venga contratado con plata de los juegos de azar de tu invencible territorio, te preguntás si la cosa tiene sentido. Corresponde que te escuche. Apenas debo asentir cada tanto para darte ánimo y promover que vos mismo encuentres tu respuesta. Ahora resulta, parece que vas a indignarte, que si creés que es una chantada que los senadores dispongan de 20 mil pesos por mes es que atentás contra la república y la división de poderes. Ignorantes que ocupan una banca que les queda inmensa, comparan la formación del país federal parido por provincias soberanas que cedieron al gobierno central sus facultades de estados independientes con el senado de la provincia que apenas si representa una división administrativa de un territorio. Y encima levantan el dedo, cuando a lo sumo deberían esconderse en sus silenciosas guaridas para ver si pasa la tormenta del enojo popular. Que, tranquilos, siempre pasa en esta tierra de memoria burguesa frágil. En todo caso, el próximo disparate vendrá con toda la fuerza del caso como para sepultar al anterior. Nombramientos de amigos, parientes y favorecedores sin la menor delicadeza, fondos que se reparten a fundaciones amigas sin juntar del piso algún ticket para rendir cuentas de cartón pintado o lo que sea. Es lo mismo. Que no tiene sentido. Necesito de otra cosa que valga la pena. Dejame acá que voy a comprarme un disco.
Dos: Las bateas de la música clásica se han acercado al pueblo. A diferencia del senado de la provincia, pensás y te reís. Antes solían tener una especie de divisorio que las aislaba del resto de los discos. Se ve que en el imaginario popular de los comerciantes, a los que les gustan los adagios o las cavallettas hay que aislarlos, no vaya a ser cosa que contagien. Digo yo. Se supone que tienen la necesidad de un a atmósfera más serena, me decís. No se trata de aislarlos sino de protegerlos. ¿Y quién te dijo que el oído que disfruta a Beethoven es más sensible que el escucha a Ella Fitzgerald, a los Stones o a la negra Herrero? Puro prejuicio, pura idiotez, pura pose. Ni te contesto, no es el momento.
En esta disquería todo se integra. No hay falsos divisores. Te parás frente a los cd de ópera y pensás. La pobre Violetta muere por el mal de los pulmones y su amado, tarde, viene a cumplir una promesa de reencuentro. Tarde, al menos. Los senadores ni eso. Ya me enojo. Se supone que venís a comprar música para encontrar algo de poesía frente a tan barata oferta prosaica de la realidad. Es cierto. Santuzza sabe que Turiddu la engaña y el Payaso cela a su amada. Aida pasa de esclava a reina y Amneris muere lapidada. Te suplico que evites la comparación con nadie de ahora. Lapidado el que miente. Por favor, te lo pido. Un hombre de unos ochenta años se te acerca y te aconseja. ¿Para qué voy a seguir cantando esta ópera si ya hay alguien que es la perfección haciéndola? Mucho gusto, dice el hombre luego de un incómodo silencio. Eso dijo la gran soprano Elizabeth Schwarzkopf luego de escuchar cantar a Maria Callas. No lo piense. Si busca un Rivotril musical, si necesita conmoverse como nunca antes, compre Maria Callas. Yo sé lo que le digo. Quise contarle que comencé a detestar a esa mujer desde aquellos domingos en los que mi viejo ponía sus discos en el combinado para que lo acompañara haciendo el asado. Le gustaba a mi padre, yo la odiaba. ¿O no éramos adolescentes? Hasta que un día escuché que cantaba Ebben ne andró lontana y supe que esa mujer era distinta. Pero no pude contárselo. El ya me preguntaba si yo sabía, como periodista que era, que Maria Callas estuvo al borde de visitar Rosario. Si es que no vino y no lo supimos, amigo. ¿A Rosario? ¿Por qué no averigua?
Tres: Hace treinta años, un día como el de hoy, Maria Callas aparecía muerta en su cama del departamento de Paris que habitaba. Cecila Sophia Anna Maria Kalogeropoulos nació el 2 de diciembre de 1923 en Nueva York como hija de emigrantes griegos. Su padre puso una farmacia y acomodó su apellido a Callas. En 1937, con su madre, María vuelve a Atenas por razones económicas. Allí empieza a estudiar canto para debutar en 1941 cantando Tosca. Unos años más tarde se casa con un italiano multimillonario que casi la doblaba en edad. Giovanni Battista Meneghini será su mecenas hasta que ella se convirtió en una millonaria estrella del bel canto.
De Callas se ha dicho de todo. En lo musical están los que creen que fue una voz molesta, ácida y metálica que imponía sus caprichos a la poesía de los compositores. Hay otros, como Franco Zeffirelli, que creen que la música contemporánea se divide como la historia humana en AC y DC: Antes de Callas y después de Callas. Escucharla es iniciático. Me decís que te pasa lo mismo cuando pensás The Wall de Pink Floyd mientras cae el muro de Berlín. Callas es el muro, siempre al borde de derrumbarse, pero siempre firme, único, inasible.
Cuentan que cuando se hizo la reposición de Tosca en la Scala de Milan, Zeffirelli pensó que se había vuelto loca. La heroína de Puccini asesina en escena al siniestro Jefe de la guardia policial con un cuchillo que clava en su abdomen. El director vio lo que hacía Maria y pensó que la cantante, en serio, como la mejor actriz que la ópera dio, había matado al hombre. Saludó diecisiete veces en México cuando hizo Lucía de Lamermoor, veinte minutos fue ovacionada de pie cuando cantó Norma en Estados Unidos y la Scala dejó pasar treinta años para volver a hacer La Traviata luego de que la griega enmudeciera de locura al público, sigue vendiendo discos hoy, como si fuera una rock star.
En 1949 vino a Buenos Aires a cantar al Colón. Hizo Turandot, entre otras óperas que tuvieron discreta repercusión. El 17 de junio de ese año, me cuenta mi vecino de batea de la disquería, Callas manda una carta a su esposo Meneghini y le dice que lo ama con locura y algo más que seguro le va a interesar. Silencio. De ópera. María le cuenta que en una ciudad alejada de Buenos Aires hay un médico renombrado que trata los males de las cuerdas vocales y que ella, se ve que presintiendo que su voz se empezaba a resentir, iba a visitarlo. La ciudad no es otra que Rosario. Al médico no lo nombra. El tiempo de verbo que usa en la carta no permite saber si es que seguramente iba a viajar para conocer al profesional o si sólo lo contaba como una anécdota. Yo creo, dice el hombre que me confiesa que tiene 92 años y que se enorgullece de no lucir más que 80, que ella vino. Quizá caminó estas mismas calles que nosotros pisamos.
En 1958 Callas cantó solamente el primer acto de Norma en Roma diciendo que estaba enferma. Sus detractores dicen que se enojó con el público porque no la aplaudió lo suficiente. Entre los que ocupaban los palcos, el presidente de Italia y su esposa, sufrieron el plantón. Al año siguiente dejó a su esposo por un romance con Aristóteles Onassis. Se cuenta que él la maltrató tirándole al mar un piano por la borda de su yate u obligándola a abortar un hijo de él. Mito, historias. Fuego griego. Un poco más tarde Onassis la abandona por Jackie Kennedy. Luego de que en 1965 Callas cantara su última Tosca en Londres. Casi quedó sin voz.
Y murió en París. Sola.
Vale la pena cualquier cosa de ella. Aún esas ediciones baratas que guardan registros con ruidos de fondo. Como ella misma dijo, nosotros grabábamos en una sola toma. No había estudios que mejoraran nuestras voces. Apenas si había estudios que nos grabaran. Sentado, golpeado por la realidad, vale la pena escucharla. Aunque nunca hayas visitado la ópera. Ella es la mejor anfitriona para la poesía pura. Vale la pena.
Cuatro: El gran crítico musical Justo Romero entrevistó a Giuseppe Distefano, el enorme tenor que acompañó tantas a veces a María y dijo: Tenga en cuenta que todo lo que hacia la Callas era maravilloso. Ella podía cantarlo todo, nadie ha comprendido que tenía tres voces, ¡quizá cuatro! No tenía que forzar en absoluto la voz para cantar todo lo que cantó, desde el belcanto a Wagner. También dicen de ella que perdió la voz por abordar tantos roles. No, la perdió porque se cansó y por la tremenda cantidad de píldoras que tomaba para dormir. ¿Me entiende? Callas cantó con enorme verdad, pudiendo mirar a su público a los ojos, de frente, sin nada que ocultar porque jamás los estafó. Y esa es la esencia de los grandes. En el arte y en la vida.
Mirar a los ojos, de frente, sin ocultar. ¿Cómo los senadores?
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