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Martes, 9 de febrero de 2010

CULTURA / ESPECTáCULOS › LA SINGULAR HISTORIA DEL MONUMENTO ROSARINO A GIUSEPPE GARIBALDI

Tan agitada como la vida del héroe

Desde la base de granito gris hasta el límite superior, el monumento tiene una altura de ocho metros. Un escultor italiano lo realizó en mármol de Carrara, en 1885. En 1976 fue destrozado por una bomba. La semana pasada fue reinaugurado.

 Por Beatriz Vignoli

El jueves pasado, en la plaza Italia del parque Independencia (Oroño y Cochabamba), se cerró un nuevo capítulo de la historia del monumento rosarino a Giuseppe Garibaldi (1807 1882), tan agitada y nómade como la del héroe a quien honra. Ese día tuvo lugar el acto oficial de inauguración de las obras de restauración. Participaron el gobernador Hermes Binner, el intendente Miguel Lifschitz y el embajador de Italia en Argentina, Guido Latella. La obra de restauración del monumento a Garibaldi fue llevada a cabo por un equipo de la Dirección de Restauración de la Municipalidad de Rosario, conducido por Marcelo Castaño. La financiaron entidades y organismos italianos como las regiones de Lazio y Piemonte, las comunas de Alessandria e Imperia, el Instituto Italiano de Cultura de Buenos Aires, la Federación de Entidades Sicilianas de Buenos Aires y Sur de la República Argentina y el Centro Ligure de Rosario. Las obras cuentan entre sus patrocinantes a la Embajada y el Consulado de Italia, al Ministerio de Asuntos Exteriores italiano y al comité por la celebración del bicentenario de Garibaldi (véase: http://www.garibaldirosario.org).

Garibaldi, quien figura en los manuales de historia como el prócer de la unificación italiana, fue un militar y político que peleó además contra la monarquía en varios países de Sudamérica. Muy querido por la colectividad italiana de Rosario, su pertenencia a diversas logias masónicas lo convirtió sin embargo en una figura polémica para el clero local. Existe otro monumento a Garibaldi en la ciudad: un busto en el patio externo del Hospital Italiano Garibaldi, que es obra del escultor Herminio Blotta.

El que es tema de esta nota le fue encargado al escultor italiano Alejandro Biggi, oriundo de Carrara, quien lo realizó, precisamente en mármol de Carrara, en 1885. Desde la base de granito gris hasta el límite superior, el monumento tiene una altura de ocho metros. Su forma es racionalmente octogonal, tanto en el pedestal como en la columna. Sobre ésta se alza la estatua del prócer, vestido con la camisa de los Mil Camisas Rojas, su legendaria tropa de voluntarios republicanos. Garibaldi lleva encima el poncho con flecos del Río de la Plata, región donde batalló al frente de su Legión Italiana para defender al gobierno de Montevideo. "Con toda la barba, el sombrero sobre espesa y ensortijada cabellera, el pañuelo anudado en la garganta y en la diestra la temida espada que condujera siempre a la victoria": así lo describe un cronista de la época, obviando por cortesía las batallas perdidas.

En los escalones del pedestal, se yergue un joven vigoroso, un "hijo del pueblo", descalzo y con la camisa arremangada y abierta: il Popolano, que simboliza los valores republicanos. En 1906, con el monumento recién emplazado en el parque, un corresponsal de Le Figaro se ensañó contra esta figura, cuestionando su ambición retórica, supuesto rasgo de "mal" gusto italiano. No sólo él: a días del golpe de Estado de marzo de 1976, el Popolano fue destrozado por una bomba agorera en 329 pedazos.

En un libro de próxima edición, Restauración del monumento a José Garibaldi, el director del equipo de restauración municipal, Marcelo Castaño, detalla las diversas fases del complejo proceso. Un diagnóstico inicial de cada una de las piezas permitió identificar los faltantes, las roturas y las partes dañadas por microorganismos, no sólo en las partes descritas sino en otros elementos, como los medallones alegóricos. Después, el ingeniero Sebastián Suárez llevó a cabo el cálculo de estructura necesario para ensamblar los fragmentos, especialmente los del Popolano, que había sido la sección más gravemente dañada. Para esto se usaron pernos de acero inoxidable. Tanto las uniones como las microfisuras fueron rellenadas y cubiertas con un mortero de consolidante neutro con polvo de mármol. Luego se hizo una profunda limpieza de todo. Mecánica al comienzo, con pincel y cepillo, y bisturí en algunos puntos; luego, química, primero con agua y jabón neutro, y por último con soluciones químicas.

Con el propósito de preservar el registro histórico de la obra y de no falsear el original, tanto los rellenos como los reemplazos se hicieron en un color más claro que el del material original. Cabe destacar que sólo se sustituyeron partes de las que se tenía documentación gráfica, como los brazos del Popolano o la punta y el mango de la espada de Garibaldi, o la pluma de su sombrero y los dedos de su mano izquierda, que así pudieron ser copiados con total exactitud. Vale decir: no se reinventó nada ni se disimulan las cicatrices. El procedimiento, y la ética que lo rige, es similar al empleado por el equipo de restauración para restañar el daño de otro monumento heroico: el del Che Guevara, del que el equipo había tomado más de 500 fotos al momento de su emplazamiento, según relató Castaño en una entrevista reciente. Otras obras restauradas por el equipo fueron las estatuas de Lola Mora y el mural de Guido en el Monumento a la Bandera.

"Cada vez que se emplaza escultura nueva, nosotros sacamos fotos", relató Castaño a Rosario/12. "Y se hace un anclaje. Se hace una mensura, para tener el mismo tamaño, la misma forma, en caso de que se deba restaurar; se trata de imitar la textura, inclusive. Esos registros están en el Galpón 17, del puerto, frente al Monumento al a Bandera. Son de acceso al público; se puede ir a verlos".

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Está emplazado en la plaza Italia del parque Independencia
 
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