Primero fue domicilio de Don Manuel Arijón, una de las seis casas que el comerciante mandó a construirse en el por entonces pujante barrio del Saladillo, hoy Roque Sáenz Peña. Testigo de aquéllas épocas de bonanza, la casa de Arijón 84 bis fue pergeñada como un gran solar, destinado al esparcimiento familiar y las reuniones de sociedad. Como se usaba en la época la mansión contrasta estilos arquitectónicos y decorativos en una línea estética que los historiadores del arte locales calificarán caprichosamente de "ecléctica". Así, su construcción de tipo neocolonial se remata con dos torretas enrejadas con intrincados diseños estilo español, desde las cuales aún se admira la magnificencia del Paraná. Pero este destino de grandeza, cambiaría radicalmente durante la primera mitad del siglo XX.

Después de que sus últimos dueños --la familia Casarino-- decidieran venderla en la década del 30, y el comprador fue el gobierno de la provincia de Santa Fe, la mansión tuvo muchos destinos. Sin asignación inmediata, durante varios años permaneció cerrada, hasta que por la voluntad de un grupo de vecinos y con el apoyo de las autoridades provinciales, el predio se recuperó, en principio como sitio cultural. Sin embargo, desde entonces el inmueble tuvo más de un huésped, aunque ninguno de ribetes culturales. Así, fue alternativamente ocupada por la Escuela de Cadetes de la Policía de la Provincia, por el Cuerpo de Bomberos Zapadores de la Ciudad de Rosario, por el Centro de Protección al Menor y finalmente, hasta 1980, por la Unidad Penitenciaria Nº VI. Años después, una gestión de la por entonces delegada zonal del ministerio de Educación, Adriana Cantero, haría que el edificio, a punto de ser derrumbado para dar lugar a un barrio policial, pasara de la órbita de Gobierno a Educación. Aunque todavía sin rumbo fijo, otra vez la casa escapaba a la piqueta.

Luego de casi veinte años de abandono burocrático, un grupo de vecinos, testigos del dramático deterioro de la casa y sus alrededores, comenzó a gestar un plan para recuperar el espacio para el barrio. Así, después de no pocas idas y vueltas --el año pasado los vecinos recolectaron más de 4000 firmas que elevaron al gobernador Obeid a fin de recuperar el predio para la comunidad--, ahora bajo la salvaguarda de la ley de Patrimonio Cultural de la Ciudad, y como parte de un proyecto de reforma integral, la antigua finca de Don Arijón acaba de reabrir sus puertas a los vecinos de la zona sur, como la Casa de la Cultura Arijón.

"Esto es casi un sueño cumplido", dice Armando Durá, uno de los encargados de llevar a buen puerto las intenciones de los vecinos, mientras recorre las instalaciones recién refaccionadas. "La casa venía de una situación de deterioro bastante seria. Incluso le habían prendido fuego. Sin embargo los vecinos siempre volvían y arreglaban lo que se podía. Pero el año pasado, se llegó a una situación bastante extrema --cuenta Durá--. Para estas misma fecha, estábamos festejando el 25 de mayo y mientras el secretario de Cultura daba su discurso, se escuchó un estruendo terrible: se había caído un pedazo gigante de mampostería del techo".

Después de un abrazo simbólico que reunió a casi dos mil personas, y algunas jornadas públicas para informar a la comunidad acerca de la situación patrimonial de la Casa Arijón, finalmente el gobierno tomó el toro por las astas y colocó la refacción del inmueble en manos de la secretaría de Obras Públicas. "Esto permitió encarar un proyecto de reformas mucho más profundo, ya que de no ser así, esta reforma hubiera insumido supongo, algo así como un año completo del presupuesto asignado a Cultura", explica Durá. "Así que se retomó un viejo plan que preveía la refacción integral de la construcción. Se recuperó la parte histórica; después se pondrá a punto el ala posterior, y finalmente, se demolerá el anexo que se construyó para alojar menores judicializados. Después se construirá un pequeño anfiteatro sobre el parque".