Miércoles, 5 de julio de 2006 | Hoy
CULTURA / ESPECTáCULOS › PRESENTA SU LIBRO MAÑANA EN ROSARIO
Por Fernanda González Cortiñas
"Un poco asfixiado", "desconcertado". Así se declaraba Noé Jitrik en relación a su primer amor, la literatura. Y lo hacía, paradójicamente, a propósito de la presentación de su último libro, Atardeceres.
En un contexto que se podría calificar de poco propicio --nació en un pequeño pueblo, en 1928. Sus abuelos y su madre eran analfabetas y sólo su padre sabía escribir en la familia-- Jitrik comenzó su romance con las letras a temprana edad, con lo que él llama la "irrupción" de los poemas de Rubén Darío en su vida.
Probablemente vinculado a estas dos determinantes existenciales, Atardeceres (Ediciones Al Margen) aparece como una compilación de textos, de cuentos, fundamentalmente de tinte autobiográfico --aunque el autor insista en despegarse de buena parte de ellos-- en los que Jitrik transita por territorios que, a diferencia de algunas cuestiones vinculadas al lenguaje, a sus valores, al desplazamiento de algunos conceptos esenciales y al "alboroto" generalizado que lo hacen incluso barajar seriamente la posibilidad de abandonar el ámbito de sus saberes ("Sí, me da la tentación de abandonar la literatura, pero no sé hacer nada", le explicaba risueño a Página/12 en mayo pasado), no le resultan extraños.
Nacer en el seno de una familia de inmigrantes pobres, llegados desde lejanísimas costas. Crecer en un pueblo de provincia, en una comunidad en la que se mixturan idiomas, culturas y hasta algunos odios atávicos. Formarse con la ilusión de salir, de expandirse. Viajar a la gran ciudad y sorprenderse con sus múltiples facetas, con sus paisajes y sus abismos. Incluso tener que irse, ser echado; desterrado. Y siempre el lenguaje gravitando sobre todo. Las letras, la literatura, los libros. Su ubicuidad como un zumbido en la oreja.
Académico, crítico, ensayista, narrador, Jitrik se infunde de todos sus oficios terrestres para deshilvanar unas crónicas sencillas, emotivas, pasionales, remembranzas otoñales impregnadas por la angustiosa posibilidad de que aquéllo que se cuenta puede no ser del todo cierto: la labilidad de la memoria como factor escritural.
"(...) por la escritura ese tiempo volvió, por cierto, con su ejército de figuras siempre en movimiento, disueltas en sus tenues identidades, pero de todas ellas lo que en verdad volvió fue todo aquéllo que no comprendí en su momento (...)", dice el narrador en el Final.
Relatos mínimos que reconstruyen una hoja de vida extraordinaria en su
Jitrik desentierra postales de una infancia seguramente como otras; pero es su particular, erudita y a la vez despojada mirada, la que le imprime a la historia una impronta de testimonio único, lo que la convierte en todo un universo literario.
(Atardeceres se presenta mañana, a las 19.30, en el Centro Cultural Bernardino Rivadavia --San Martín 1080--. La actividad se realiza en el marco del ciclo Pensadores 2006 del CCBR y es organizada por Homo Sapiens y la Facultad Libre de Rosario).
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