Viernes, 25 de junio de 2010 | Hoy
ENTREVISTA
“Amor - visibilidad - respeto” es la consigna de Casa Brandon, un lugar de encuentro en el que coinciden la música y el activismo, el cine y la poesía con el debate. Después de diez años de actividad, sus fundadoras siguen buscando alimentar eso que pensaron como una usina de ideas, sobre todo cuando éstas aparecen después de un intercambio de besos.
Jorgelina: —Empezamos haciendo las fiestas en 2000 en un espacio muy pequeño; era una casa en la que se podían hacer fiestas y había un cuarto que era la pista de baile. Y, por lo general, lo que hacíamos eran puestas que tenían mucho que ver con la visibilidad: había unas vidrieras que daban a la calle y ahí exponíamos la bandera, por ejemplo.
Lisa: —Invitábamos a amigos artistas a intervenir esas vidrieras. Además, a las fiestas les sumamos otras actividades, como lecturas de poesía o algunas cosas de teatro, antes que largara el baile en la pista. Queríamos ofrecer algo distinto a lo que habitualmente se ofrecía en el circuito gay. Nosotras íbamos a los lugares y nos sentíamos sapos de otro pozo. Lugares muy parecidos entre ellos.
Lisa: —Un disparador de proyectos, ideas, una usina de creatividad, de pensamientos. También teníamos un mensaje hacia afuera: no hay una sola manera de ser gay. Y por otra parte queríamos darles más visibilidad a las chicas, a las lesbianas, empezar a incorporarlas en los eventos.
Jorgelina: —Sí, acá empezaron a tocar DJs que son grossas como Romina Kohn, que hacían otra onda distinta. Creo que cuando las mujeres están tocando, es diferente. Y eso hizo una marca también en las fiestas.
Lisa: —Hasta ese momento parecía que el mundo gay era el mundo de los hombres.
Jorgelina: —Nosotras queríamos salir de los estereotipos más comunes del espacio gay, que por lo general te hacía una publicidad en el flyer con un chongo medio desnudo. Nosotras desde el principio usamos una estética más naïve, más pop, que tenía más que ver con lo que nos gustaba.
Lisa: —Exacto. Para mí, cuando uno toma conciencia del libre albedrío, la vida se torna política. Creo que esto tiene que ver con la teoría del caos, uno da un paso acá y tiene un efecto en otro lado, tener conciencia de esto es tener conciencia del poder que uno tiene de producir cambios. En ese momento fui al cine a ver esa película, Boys Don’t Cry, salí temblando de emoción, bronca y admiración, y justo estábamos con la idea de hacer este lugar y nos pareció el nombre perfecto. Brandon fue alguien que se animó a la libertad, a jugarse por lo que sentía. Y se convirtió en un mártir. Es muy horrible el hecho de que por asumirse uno como se le cante, venga otro y te mate. Es increíble. Bueno, con ese espíritu, con esa necesidad de visibilizar arrancamos Brandon. Además, agregar la palabra gay en el nombre fue intencional. Nosotras queríamos tener exposición.
Lisa: —Por falta de costumbre. ¿O quizá llegará hasta ese punto la invisibilización? No lo sé. Cuando empezamos, hace diez años, la palabra lesbiana prácticamente no se usaba, no todas las chicas se identificaban con ese modo de ser llamadas; gay, en cambio, parecía sonar más liviano. De hecho, me parece que muchas mujeres se definen y autodefinían como gays. Pero es claro que los tiempos cambiaron y hoy en día me parece que la palabra gay queda corta para quienes nosotras queremos convocar.
Lisa: No sé. La verdad es que en aquel entonces ni lo pensamos. Y en este momento lo que estamos haciendo es juntar la plata para poner la bandera en la fachada. Con un mástil, como en las escuelas. Se nos ocurrió desde el día primer día que alquilamos la casa, pero como lo urgente le gana a lo importante, se fue postergando.
Lisa: —Sí. Somos parte de la Federación Argentina LGBT. A mí eso me hace sentir como parte de los cambios. Para mí es militancia ir de la mano con mi novia a la verdulería, pero también participar a nivel cívico de lo que sucede me parece genial. El ejercicio de la participación es mi descubrimiento de los últimos tiempos. Me da mucha pena que la gente más joven tenga la sensación de que no puede cambiar nada y todo le chupa un huevo.
Jorgelina: —Creo que las marchas no tienen una carga política real. La gente se fastidia cuando alguien habla por micrófono, cuando le dan un volante. Me parece que consiste más en una atracción por beber y bailar.
Lisa: —En la marchas no me parece que haya tanta conciencia de lo que estamos yendo a reclamar. Igual, creo que es indiscutible su importancia.
Antes, Lisa, decías que los tiempos cambiaron y que la palabra lesbiana significa otra cosa que hace diez años. En cuanto al proyecto Brandon, ¿sus comienzos distan mucho de lo que es hoy en día?
Lisa: —No, creo que sigue siendo bastante parecido. Nuestro proyecto sigue siéndolo. Y los otros lugares también siguen siendo parecidos, parecidos entre sí. Y si bien hay una línea que tomó algo de Brandon, nosotras lo sentimos como algo muy distinto.
Jorgelina: —Creo que nuestra búsqueda sigue siendo otra, la misma que en aquel entonces. Nosotras nunca optamos por la estrategia comercial estética y conceptualmente, no nos interesa mucho eso. Aspiramos a que el público tenga la posibilidad de capitalizar nuevos conocimientos que surjan de este proyecto, de los recitales, de los eventos. Si no, para mí, es algo pobre.
Lisa: —Hubo muchísima gente joven que se acercó, con los que también empezamos a trabajar y a pensar eventos, proyectos, y la verdad es que abrió una conexión entre la gente que andaba desperdigada por la ciudad buscando algo así. Nos dirigimos a los jóvenes y a los adolescentes. Será por una cuestión personal, porque yo en la adolescencia sentía una soledad infinita cuando me hice cargo de lo que me pasaba. Esto ya lo dije, pero es verdad: para mí, éramos Sandra, Celeste, Marilina y yo. Y yo no me parecía a ninguna de ellas, ni me quería parecer.
Jorgelina: —Yo me di cuenta de que podían gustarme las chicas cuando empecé a conocer lesbianas con otra estética. El día que me “enteré” de mí, la vi a Lisa por primera vez y a otra chica recién llegada de España que tenía una estética más moderna. Por otra parte, yo iba al Balrog también, que era un espacio entre conocidos. Llegabas si te pasaban la data. No era gay explícitamente, pero era gay. Y ahí había lecturas de poesía, era un espacio donde pasaban cosas. En ese momento no había tantas fiestas. Cuando el Balrog cerraba yo tenía que terminar en Sitges. Incluso no había fiestas tampoco en 2000, cuando arrancamos con Brandon.
Lisa: —Creo que Casa Brandon trata de resumir eso. Cuando nos preguntan qué es Casa Brandon nosotras respondemos “un centro cultural”, y suena aburrido; sin embargo, es un centro cultural donde el arte, la cultura y el entretenimiento conviven. No es que voy a escuchar un recital de poesía y me voy a comer un embole. No. Hay lecturas de poesía que son nuevas formas de leer y de enseñar a escuchar: la poesía evoluciona y reinventa el lenguaje.
Jorgelina: —Musicalmente, también la búsqueda de la Casa es de cosas valiosas, que aportan algo nuevo como en el caso de Bárbara Togander, o de una chica mexicana que tocó acá y que es increíble. La idea es seguir creciendo y conociendo y promoviendo cosas nuevas. Muchos músicos pasan por la Casa con los que nos sentimos muy contentas: Rosario Bléfari, Valeria Cini, Leo García, Paula Maffia, Miss Bolivia, Divina Gloria, entre otros.
Lisa: —No estrictamente, aunque sí les damos prioridad a los artistas dedicados a eso. Creo que somos la primera galería abocada a esta temática, en Buenos Aires por lo menos. Sebastián Freire es el curador de las muestras. Acá expusieron varios artistas, entre ellos la pintora Helena Tabita. Brandon busca ser integrador de la comunidad Glttbi.
Jorgelina: Por lo general, los viernes hay un grupo de cross que nos visita y viene mucha gente trans. De hecho hicimos el festival de cine trans y vamos a tener grupos de reflexión. Hay una noche de poesía que hace Claudia con K, que tiene su sello trans.
Lisa: —Quería aprovechar para decir que si hay chicas y chicos que se dan cuenta de que quieren hacer la transición, que se acerquen acá o se comuniquen por mail: estamos empezando a trabajar con Cole, que es un chico trans, con el objetivo de proponerles a quienes quieran hacer el camino nuestra compañía, ya que puede ser muy duro.
Jorgelina: —Justamente. Y porque tenía una carga de cultura: casa de la poesía, casa de la lectura, etcétera. También la cuestión de trabajar en un espacio acogedor, donde podés sentarte en un living a compartir una cerveza. En una época pasábamos series y se ponían a interactuar las 90 personas que estaban mirando, era muy divertido.
Lisa: —Es un festival que tenemos planeado realizar durante dos semanas de agosto, por donde van a pasar los artistas más emblemáticos de Brandon. El festival incluye música, literatura, teatro, performance. El objetivo es juntar plata para pasar los meses de enero, febrero y marzo, que son los meses más difíciles. La idea es cobrar una entrada más cara para juntar dinero, ya que no es nada fácil sostener un lugar como éste, sobre todo en los meses de verano.
Pero Brandon debe darles alguna gran satisfacción como para que este proyecto continúe, pese a las dificultades.
Lisa: Yo soy de una época romántica, y creo que el mundo puede cambiar. Mi gran orgullo con Brandon es sentir que hago un aporte para que el mundo sea más bello, más respetuoso, más en red...
Jorgelina: —Sí, creo que, por empezar, Brandon, este pequeño mundo que hemos construido, está muy bien.
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