Viernes, 25 de junio de 2010 | Hoy
¡UFA!
El diario La Nación considera cobayos a los hijos de familias formadas por padres homosexuales.
“Es sabido, que tras la pretensión de desnaturalizar el matrimonio incorporando la unión homosexual a él vendrá el intento de legalizar la adopción de menores por los ‘contrayentes’”. Con esta frase, que no por rebuscada es menos obtusa, el diario La Nación, en su editorial del sábado, alerta a sus lectores sobre la pretensión contra natura del proyecto de reforma del Código Civil. ¿Cómo será un matrimonio desnaturalizado? ¿Ya nunca más crecerá de los árboles en forma de manzana ni se paseará por el paraíso en forma de serpiente? Tal vez pasará a ser una institución regida por la ley y las costumbres de la sociedad. Qué horror. Será que entonces las parejas heterosexuales no querrán casarse para que no se las tilde de homosexuales encubiertas. Pero esto, vaya y pase, no es nada comparado con lo que viene atrás: la adopción de menores. Más allá de que en la actualidad numerosas parejas homosexuales ya formaron familias que necesitan ser contempladas por la ley, el matutino entiende que debe dar un aval científico a su presagio, que cual oráculo del oscurantista nos dice que los niños van a sufrir, van a salir torcidos, la sociedad se desmorona. Pero como no hay estudios científicos serios que avalen tal hipótesis, La Nación recurre a algo que suena lindo pero que se vuelve en contra si se lo mira de cerca: “estudios norteamericanos a cargo de expertos en ciencias del comportamiento de la Universidad de Carolina del Sur”. ¿What? Suena a poco este grupete del Norte, al lado de los estudios del Boletìn de la Academia de Pediatrìa de los Estadios Unidos que dicen justo lo contrario y que se pueden consultar online (pediatrics.aappublications.org). La Nación no se inmuta por falta de curriculum de sus cientìficos: “Estos especialistas norteamericanos llegaron a la conclusión de que los menores que viven y son criados por parejas homosexuales han padecido fuertes emociones, como miedo, inseguridad, ansiedad, aprehensión, vergüenza y enojo al tratar de esconder o negar la homosexualidad de los padres, molestarse por recibir sobrenombres dolorosos y alteración de sus amistades”. En buena hora este descubrimiento. Tal vez despierte a las conciencias a parar con los sobrenombres dolorosos y no estigmatizar como anormales o como cobayos a los niños y niñas de estas familias. haciendo oídos sordos, el mismo diario advierte que hay más: “existen conclusiones científicas sobre la mayor probabilidad de que los niños en cuestión desarrollen una tendencia a la homosexualidad, teniendo en cuenta que los niños tienden a imitar y copiar los roles de vida de sus padres.” Y como por lo visto el sentido común de La Nación, a pesar de que se ocupa de aclarar de que no está en contra de ninguna orientación, no quiere que haya más homosexuales en este planeta, lo mejor es que queden tan solo los que nacen en familias heterosexuales. Y todos los heterosexuales que son heterosexuales por lo que copian de lo que ven, de lo que escuchan, de lo que dicen unos científicos truchos o menos truchos, de lo que manda la bendita costumbre.
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