Viernes, 25 de junio de 2010 | Hoy
TEATRO
En una casa de la calle Salta al 1000 se encuentra la “clandestina” sala de teatro Samantha Farjat. Nombre ideal para el lugar que ofrece todos los viernes un espectáculo que nos suministra, desde la entrada, una inyección de nostalgia por el under teatral del más puro estilo “visceral y sin filtro”. Las Sin Rival es una obra para amantes de la locura. Una enroscada comedia de humor ácido que también nos invita a pensar acerca de los costos que (a veces) tiene decidir ser uno mismo.
La acción transcurre en una habitación de perspectiva surrealista, que pese al blanco purísimo nos remite al gabinete del Dr. Caligari. Sobre las paredes de este cuarto “torcido” se proyectan las diapositivas que completan la puesta en escena. Al comienzo, tres voces femeninas en off al unísono nos meten de lleno en la historia: “Mar del Plata. Nacen tres niñas bajo la tormenta que asoló las toscas de Cabo Corrientes durante un tiempo. Son recogidas por barcos pescadores. Criadas por las gaviotas que habitan las piedras, se le animan al oleaje embravecido y son bautizadas con el último rumor que desbordó la rambla en el invierno atlántico. La leyenda dice que sus vidas reales comienzan con el último suspiro. Ese, el que dio con sus decesos”. Y una tras otra aparecen las hermanas que nos contarán sus vidas.
Carmelina nos da la bienvenida. Una exploradora (mezcla de antropóloga loca y Cristóbal Colón) que ha dedicado su vida a estudiar “las gotas que han derramado los vasos de los grandes acontecimientos históricos de la humanidad”. Ella nos relata su inigualable interpretación del nazismo y nos cuenta la relación que Mao Tsé Tung mantenía con su secretario y ayudante Kimbi, y que dio como resultado a la Revolución Cultural China.
La sigue Antonia la quinta. Una bailarina vestida muy al estilo Flashdance (o la película de baile de los ’80 que prefieran). Ella no se detiene ante nada para realizar su sueño. Ni siquiera ante esa frase que le repiten y se transforma en una maldición. El médico que la trajo al mundo, su madre, su primera novia, todos concluyen: “Eternizada. No puede bailar”. Pero a ella le encanta bailar. Y lo demuestra y ahí lloramos de risa.
La última de las hermanas, Angela Portisher (una especie de Norman Bates, pero mujer), sale con su cuchillo y asusta, pero da risa (¿risa histérica?). Con su joroba inflable se dedica a viajar por las pesadillas de la gente y desea entrar en sus propios sueños para encontrar a la niña que alguna vez fue.
Todas las integrantes de esta familia son interpretadas por Marina Castillo, una actriz tremenda (de esas que parece que se van a “romper” de tanto actuar). Su talento para crear personajes se puede disfrutar en el programa Resacados (Los 40 principales) y en Un mundo perfecto (América); además forma parte de uno de los siete elencos rotativos de Feizbuk de José María Muscari. La dirección está a cargo de Mariano Agnone quien, junto a Castillo, es coautor de la obra.
Las Sin Rival son únicas. No tienen rivales porque son las mejores en lo que hacen (o así lo creen). Pero, además, para tener rivales es necesario no estar solo. Esa soledad de algunos que siguen sus propias decisiones, pese a todo (y todos), es lo que las tres han heredado y llevan en la sangre, y es lo que al final nos invita a reflexionar un poco. l
SIN RIVAL. VIERNES A LAS 21.30. RESERVAS: 4305-7508 (CAPACIDAD LIMITADA)
ENTRADA: $ 25 (ESTUDIANTES DE TEATRO CON DESCUENTO DE 2X1)
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