Viernes, 25 de junio de 2010 | Hoy
(Crónica de un equipo de fútbol gay mirando el partido Argentina-Grecia)
Por Facundo R. Soto
Cuando salió El Diego nos pusimos de pie. “7” me dijo que se le había parado. “9” se puso a llorar y no podíamos pararlo. Alguien propuso:
–Hacerle un pt a éste para que se le pase.
Y recién ahí se empezó a reír. Le alcancé un vaso con Coca. Pensé en los chicos que ya no jugaban en nuestro equipo. En “2”, que había abandonado todo, y que sus padres no nos dejaron entrar a ninguno de nosotros al velatorio.
No bien comenzó el partido, “5” soltó sus comentarios. A medida que avanzaba, comprobábamos que eran acertados:
–Boludo, la pelota está loca. Mira cómo pica, no para. Parece drogada.
Dominábamos con cada jugador en su posición, jugando a los pases. Pero acelerados. La tocábamos a una velocidad increíble, como pasados de revoluciones.
–Es la pelota, que está enguascada –dijo “7”.
–Che, “4”, mandale un mensaje de texto al Diego para que saque a Maxi, que no está haciendo nada, y ponga a Tevez –dijo “5”. Justo enfocaron al Diego.
–Mira, te escuchó –dijo “23” riéndose.
–Romero es una masa, mira cómo disfruta ese pibe cuando tiene la pelota en las manos, esos dos pelotazos que sacó son gloriosos. Tiene los puños de oro... –dijo el arquerito sentándose en el piso al lado mío.
Empezamos a hablar de la cábala, si funcionaba o no, cuando “6” se levantó para ir al baño.
–Che, ¿éste no se irá a hacer una paja para que sigamos ganando?
Argentina empezó a flaquear, así que El Furia dijo:
–Que nadie se mueva de su lugar.
Yo miraba a “23” y él me tiraba pedacitos de pan que entraban directos en mi boca. Lo había hecho su abuela para nosotros. Necesitaba bajarlos con algo. Me levanté del piso para preparar el mate. Al volver me senté en una silla. Estaba más cómodo ahí. Vamos a perder por
tu culpa.
Maxi, que en el partido anterior nos había parecido cogestible, ahora no tocaba una. Entonces “5” volvió a decir:
–Che, “4”, mandale un mensaje de texto al Diego para que ponga a Tevez, o a Palermo.
Martín se saca la campera y empieza el precalentamiento para entrar.
–Micho es un hijo de puta, va a los talones, pero le pega a la pelota. Es único. Si la pone como la saca, papucho, me caso con éste... –comentó “9”.
–Con Micho. Con MichoRizo te vas a casar vos –dijo “7”. A los cinco minutos viene el gol de Demichelis.
Festejamos a más no poder. Salimos con las banderas (la del arco iris y la Argentina) al balcón. “7” les mostró el culo a unas viejas que miraban desde enfrente.
–El capitán es Messi. No hay dudas.
–Para mí tendría que haber sido La Brujita o Tevez.
–Qué me importan los capitanes, ser jefe es una garcha, el que tiene una habilidad bárbara para tocarla es Bolatti y es eso lo que importa. Miren qué bien patea este pibe, le hace honor a su apellido –dijo “5” en la jugada en que el arquero de Grecia ataja la pelota entre las piernas.
–Hay que entrar a hacerle masajes.
¿Quién va?
–Mirá cómo Bolatti le dejo las pelotopulus. Que vaya a llorar al Partenón ese muerto... –dijo “5” cagándose de risa.
Es increíble cómo El Diego las ve todas.
Escuchamos la palabra mágica y nos volvimos a poner de pie, menos un compañero.
–Puente chino con lluvia para el “12”, que no se paró –gritó desde el fondo “23”.
“4” me pasó el porro, y vi a “6” volver del baño con una sábana blanca como si fuese un griego, con un pene que usamos en las tortas de cumpleaños, en la cabeza. Las risas hicieron que “4” se tirara una ametralladora de pedos. Me acordé de que, para el partido de Nigeria, “6” se había pintado la cara de negro, y en el de Corea se puso un kimono y andaba con los ojos achinados. “23” propuso que nos agarrásemos, todos, de la mano.
–Palermo entra, la agarra y la mete –dijo “5”. Dicho y hecho.
–Sí, el chabón es Superman –dijo “5”, respirando con tranquilidad.
–A Palermo lo vi una vez en Ferro, el pibe estaba haciendo una publicidad –dijo “7” con la voz ronca después de haber gritado el gol como un loop–. Yo salía de natación, me acerqué, y le dije de una: “Che, firmame con el pene”. El chabón es re buena onda, se cagó de la risa. “Otro día, otro día”, me dijo.
Seguíamos festejando. Ya nadie podía sacarnos la sonrisa de la cara.
–Ahora te juego un pt que Palermito hace otro –soltó “7” sin que nadie le prestara atención.
–¡Qué orto que tiene este pibe! –dijo “9”.
–¡No sabés cómo le haría la cola! –dijo “11” cuando Bolatti se cayó
–Callate, pasiva –gritó El Furia.
Eran las 17.30 cuando salí para mi casa preguntándome por qué hacemos cosas en las que no creemos, absurdas, y que a veces dan resultado.
continuara...
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