Viernes, 27 de noviembre de 2009 | Hoy
Por Mauricio Wainrot
En estos momentos hay ciudadanos de primera y, evidentemente, otros de segunda, porque no es justo que dos personas del mismo sexo que se aman o deciden formalizar su relación ante la sociedad no puedan ser reconocidos como pares por las actuales leyes argentinas. Todos debemos tener los mismos derechos legales y obligaciones. Que una gran parte de los argentinos no los tenga, es un hecho bochornoso. El Código Civil debe modificarse y actualizarse de acuerdo con las épocas y las necesidades de la sociedad que nos contiene, y no al revés. Hace treinta años, ser divorciado era un estigma. Los hijos de divorciados eran raleados de muchos sitios, no aceptados en algunas escuelas, clubes o simplemente casas de amiguitos de padres no separados. Estos desatinados actos con el tiempo se fueron modificando hasta tal punto que ahora parece imposible pensar que existieron. Los prejuicios no pueden ser obstáculo para que todos los argentinos tengamos los mismos derechos, la misma dignidad. Considero un acto de justicia que se reconozca y se acepte sin concesiones el casamiento de dos personas del mismo sexo en nuestro país, por la dignidad de todos los argentinos y argentinas.
Coreógrafo, director del Ballet Contemporáneo del Teatro San Martín
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