Miércoles, 24 de julio de 2013 | Hoy
15:42 › BRASIL
En su tercer día en Brasil, Francisco llegó a la ciudad santuario de Aparecida, en el interior de Sao Paulo, donde fue recibido por una multitud que lo esperó varias horas a pesar de la lluvia y las bajas temperaturas. El máximo pontífice fue recibido por el rector de la Basílica de la santa brasileña, padre Domingo Savio da Silva, antes de dirigirse en el papamóvil hasta el Santuario Nacional de la patrona de Brasil donde brindó la misa. "Hasta el 2017, que voy a volver", anunció Bergoglio respecto al 300° aniversario de la aparición de la virgen.
El Papa llegó bajo una tenue lluvia a las 10 a Aparecida proveniente Río de Janeiro, donde presidirá hasta el domingo la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ), que fue inaugurada ayer en la playa de Copacabana. En el camino hacia el santuario, donde fue acompañado por un cortejo de fieles, Francisco hizo detener el vehículo abierto para besar a un niño que estaba en brazos de su madre. Lo mismo había hecho más temprano, cuando partía rumbo al aeropuerto de Río, al salir de la residencia de Sumaré, a donde permanecerá hospedado hasta su regreso a Roma, el próximo lunes.
Durante la misa, Bergoglio exhortó a "mantener la esperanza, dejarse sorprender por Dios y vivir con alegría" y pidió ayudar a los jóvenes a ser "protagonistas de la construcción de un mundo mejor", ya que "son un motor poderoso para la sociedad". "Hoy he querido venir aquí para pedir a María, nuestra Madre, por el éxito de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) y poner a sus pies la vida del pueblo latinoamericano", señaló el papa al iniciar el sermón.
"Vengo a llamar a la puerta de la casa de María para que nos ayude a todos nosotros -pastores, padres y educadores- a transmitir a nuestros jóvenes los valores que los hagan artífices de una nación y un mundo más justo, solidario y fraterno", agregó. Para lograr ese objetivo, remarcó "tres sencillas actitudes: mantener la esperanza, dejarse sorprender por Dios y vivir con alegría".
Al iniciar su homilía, hizo especial referencia a la reunión de la Conferencia General del Episcopado de América Latina y el Caribe (CELAM) que se celebró en esa ciudad en 2007, recordó que se trató de "un gran momento de la iglesia" y que su documento final "nació de la urdimbre entre el trabajo de los pastores y la fe sencilla de los peregrinos".
Luego propuso "dejarse sorprender por Dios y confiar en él", ya que "alejados de él, el vino de la alegría, el vino de la esperanza se agota". "El más fuerte es Dios, y Dios es nuestra esperanza. Es cierto que hoy en día, todos un poco, y también nuestros jóvenes, sienten la sugestión de tantos ídolos que se ponen en el lugar de Dios y parecen dar esperanza: el dinero, el éxito, el poder, el placer", dijo. Por último, Francisco habló de la alegría cristiana, y señaló que "el cristiano no puede ser pesimista, no tiene el aspecto de quien parece estar de luto perfecto".
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