Lunes, 26 de mayo de 2014 | Hoy
23:04 › MAREMOTO POLíTICO
El Partido Popular (PP) del presidente del gobierno, Mariano Rajoy, recibió un claro aviso en las elecciones europeas del domingo, tras vencer con lo justo, mientras el desplome del Partido Socialista (PSOE) provocó un terremoto en la principal fuerza opositora de España. De hecho, los dos grandes partidos de la península, quienes se han alternado en el poder durante los últimos 35 años, se quedaron por primera vez debajo del 50 por ciento, algo inédito en democracia. Juntos, PP y PSOE perdieron más de cinco millones de votos respecto a las anteriores elecciones al Parlamento europeo, celebradas hace 5 años.
A pesar de este inédito hundimiento, la izquierda, fragmentada, no logró romper aún el bipartidismo en España. La irrupción del partido "Podemos", surgido del movimiento de los indignados, como cuarta fuerza detrás de Izquierda Unida (IU) y con cinco eurodiputados, puso en evidencia el peso del "voto castigo" y volvió a plantear la necesidad urgente de un proyecto conjunto capaz de capitalizar a este sector del electorado. Los expertos coinciden en que los resultados de las europeas no se pueden extrapolar a las elecciones generales de forma automática, aunque advierten que la tendencia podría consolidarse.
Rajoy y la canciller alemana Angela Merkel fueron los únicos mandatarios europeos cuyas fuerzas políticas ganaron los comicios en su país, lo cual sirvió al PP para sacar pecho en España ante unos resultados preocupantes. La derecha española venció, pero con apenas el 26,6 por ciento de los votos y 16 escaños, ocho menos que en las anteriores elecciones de 2009, cuando logró 24 escaños con el 42,12 por ciento de los sufragios.
Los resultados se traducen, asimismo, en la pérdida de 2,6 millones de votantes respecto de las anteriores europeas y 6 millones menos que en las últimas generales de 2011. "Cuando se gana una elección, aunque se gane con un voto se ha ganado", aseguró el cabeza de lista del PP en los comicios al Parlamento Europeo, el exministro Miguel Arias Cañete, quien argumentó que las elecciones tuvieron lugar en un contexto de una crisis de "gran envergadura" y después de que se adoptaran medidas "muy duras" que no gustaron a "algunos de los votantes del PP", lo que "motivo una fuerte abstención".
No obstante, en los comicios del domingo la participación fue del 45,8 por ciento, ligeramente superior a las elecciones de hace cinco años. "Siempre dije que mi adversario no era el Partido Socialista, sino que buscábamos movilizar a nuestro electorado", insistió Cañete, quien, sin embargo, tuvo que reconocer que los votantes dieron "un aviso serio". Tras dos años y medio de políticas de ajuste y reformas neoliberales, el triunfo del PP fue posible, una vez más, gracias al derrumbe de los socialistas, potenciado por la dispersión de voto de la izquierda.
El PSOE de Alfredo Pérez Rubalcaba obtuvo el 23 por ciento de los sufragios y 14 eurodiputados y 9 escaños menos que en los anteriores comicios, cuando obtuvieron el 38,78 por ciento de los votos. En cuanto a apoyo electoral, los socialistas también perdieron 2,5 millones de votos respecto a 2009, y 3,4 millones desde las generales.
Fuertemente cuestionado desde que perdió las elecciones generales frente a Mariano Rajoy en 2011, cosechando los peores resultados hasta entonces (28 por ciento), Rubalcaba asumió la responsabilidad política de la nueva derrota y anunció la convocatoria de un congreso extraordinario del PSOE en julio para elegir a su sucesor. "Hemos tenido un mal resultado electoral, sin paliativos, y la responsabilidad es de la dirección del partido y de forma singular del Secretario General", dijo en conferencia de prensa desde la sede partidaria. "Creemos que debe ser una nueva dirección la que continúe con el trabajo y nuestro proyecto", añadió el veterano dirigente en medio del terremoto político.
El PSOE tenía previsto celebrar elecciones primarias abiertas a finales de noviembre para elegir al candidato a las próximas elecciones generales, pero la realidad forzó a los socialistas a cambiar el calendario. Lo paradójico es que en un momento en el que la ciudadanía cuestiona a los partidos tradicionales tanto por sus mecanismos internos poco democráticos como por estar al servicio de los intereses corporativos, Rubalcaba decidió organizar el cónclave socialista en vez de abrir inmediatamente el proceso de primarias. La decisión no gustó a algunos en el PSOE, como lo manifestó abiertamente el dirigente vasco Eduardo Madina - señalado como uno de los aspirantes a la Secretaria General-, quien aseguró que "sólo abriéndose a la sociedad" en unas primarias "el partido tiene esperanza de futuro".
Mientras Rubalcaba parece entender a medias el resultado de las urnas, el candidato de Podemos, Pablo Iglesias, no dudó en asegurar que la gente ha enviado "un mensaje claro a los partidos de la "casta". "Hay una explosión muy fuerte de contestación desde la izquierda. Sintonizamos con la necesidad de acabar con el bipartidismo e iniciar un proceso constituyente", dijo, por su parte, Willy Meyer, candidato de IU, quien ve la irrupción de Podemos como una posibilidad de "convergencia", incluso dejando abierta la puerta en un futuro a una alianza de izquierda en la que también participe un PSOE renovado.
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