19:44 › "UN HOMBRE DE BUEN GUSTO NO VIVE YA A MI EDAD"
Tras la muerte de Imre Kertész, "la literatura húngara está de luto"
Imre Kertész, escritor, periodista y traductor húngaro de origen judío, uno de los grandes de la literatura del siglo XX y primer autor húngaro en recibir el Premio Nobel de Literatura, en 2002, falleció a los 86 años en su casa de Budapest.
Su primera obra "Sin destino" (1975), una de las cimas literarias del siglo XX, es equiparable a títulos como "La montaña mágica", de Thomas Mann, o "1984" , de Georges Orwell.
Había nacido en Budapest el 9 de noviembre de 1929, pero vivió en Berlín durante una buena parte de su vida. En el país germano fue distinguido con el prestigioso Premio Herder de las letras y el galardón de la Feria del Libro de Leipzig, y en el suyo, con la Orden de San Esteban, la máxima distinción.
Le tocó vivir de muy joven episodios muy trágicos de la II Guerra Mundial, la deportación a campos de exterminio nazis, de los que fue liberado en 1945, además de la persecución a comunistas en su propia tierra, donde estuvo encarcelado.
Pese a todo, Kertész resistió el dolor y el miedo de Auschwitz, Buchemwald y Zeitz, que le sirvieron -como dijo- "para matar fantasmas" en su novela "Sin destino" (1975), que llegó en 2005 también a los cines gracias a una adaptación cinematográfica del húngaro Lajos Koltai.
El autor dejó dicho sobre su primer libro: "Me niego a convertir esa radiografía sobre la Historia contemporánea en un mero archivo notarial", porque "no se circunscribe solo al genocidio hitleriano sino que la amplía a la posterior dictadura comunista que sufrió" su país.
Como novelista, Kertész apenas tuvo eco en la Hungría comunista, donde trabajó como periodista, y tuvo que esperar a la caída de la Cortina de Hierro, en 1989, para ser reconocido en todo el mundo como un gran escritor.
Kertész trabajó en un rotativo que acabó convertido en órgano del Partido Comunista, y tras quedarse sin trabajo decidió dedicarse por entero a la literatura y, ocasionalmente, a la traducción. Como traductor del alemán recuperó textos de Friedrich Nietzsche, Sigmund Freud, Hugo von Hofmannsthal, Elias Canetti, Ludwig Wittgenstein, Joseph Roth, Arthur Schnitzler o Tankred Dorst.
Aparte de sus novelas, también ha escrito diarios ("Yo-otro. Crónica del cambio", 1997) y piezas teatrales ("Protocolo").
Entre sus obras se destaca además "Kaddisch para un niño no nacido" (1990), cuyo título invierte el sentido de una oración judía que se reza en homenaje de los padres muertos. Sin embargo, él mismo consideraba que su mejor obra fue "Fiasco", publicada en húngaro en 1988 y en español en 2003.
El autor de "El diario de la galera" (1992) y el ensayo "Un instante de silencio en el paredón. El Holocausto como cultura" (1993), sobre la realidad europea del siglo XX, se convirtió en 2002 en el primer escritor húngaro galardonado con el Premio Nobel de Literatura.
Entre sus últimas obras aparecen "Liquidación" (2004), sobre la caída del comunismo en su tierra natal, "Dossier K" (2006), "Cartas a Eva Haldimann" (2009) y "La última posada" (2016). Actualmente trabajaba en la edición de su diario, escrito entre 1991 y 2001, sin publicar aún.
El quehacer de Kertész es un fiel reflejo de una vida apurada por el destino y, a su vez, la falta del mismo, con el único remedio de la supervivencia ante el horror.
"Su muerte es una irreparable pérdida para toda la vida intelectual europea y húngara", aseguró en un comunicado la asociación de editoriales de Hungría.
Nacido en una familia judía en Budapest, cuando tenía sólo 14 años Kertész fue deportado por las autoridades húngaras a Auschwitz y posteriormente al campo de concentración de Buchenwald. El horror del exterminio nazi que vivió en primera persona lo relató en "Sin destino", su primera novela, publicada en 1975.
Sin embargo, no recurrió a un texto autobiográfico, sino que buscó cierta lejanía creando a György Köves, el adolescente que sufre la maquinaria de humillación nazi para acabar con la voluntad de vivir de los prisioneros.
"Auschwitz me pareció una mera exacerbación de las mismas virtudes para las cuales me educaron desde la infancia", llegó a decir en "Kaddisch por el hijo no nacido", en el que explica su decisión de no tener descendencia por ese motivo.
El escritor reivindicó la literatura como una forma de preservar la memoria, sin sentimentalismos, para intentar comprender. Kertész denunció la trivialización del Holocausto, y advirtió que se debería "hablar sobre ello, reconocerlo y aprender a arrepentirse de lo que sucedió".
Esa interpretación le llevó a lanzar incluso comentarios provocativos, como cuando opinó que no es recomendable visitar el campo de concentración de Auschwitz porque se ha convertido "en un parque temático para turistas".
El comité Nobel dijo en 2002, cuando le otorgó el premio, que la obra de Kertész "conserva la frágil experiencia del individuo frente a la bárbara arbitrariedad de la historia".
"No me interesa la literatura, la escritura, sino el mecanismo del poder totalitario", aseguró en otra entrevista. En los últimos años Kertész, quien sufría de parkinson, reiteró su intención de dejar de escribir. En su última obra, "La última posada", publicada en 2014, confesó que "un hombre de buen gusto no vive ya a mi edad".