Martes, 26 de abril de 2016 | Hoy
21:37 › OPINIóN: POR JUAN PABLO PILORGET
Más allá de los graves errores conceptuales que evidencia hablar de las encuestas de gastos de los hogares (a las que se denomina “censos del tipo de consumo de las familias” ignorando una distinción tan básica como la que diferencia un censo de una encuesta), hay algunas precisiones que es necesario realizar.
El 16 de febrero de 2016, ante el título de una nota del diario La Nación que se preguntaba “¿Se puede hacer un índice de precios confiable en sólo dos meses?”, el actual funcionario (ad honorem, como se lo presenta en los medios) y director en las sombras del Indec, Alejandro Todesca, contestaba desde su cuenta de Facebook: “Sí, se puede”. Lamentablemente, hace unos días, el mismo funcionario, hijo del actual director del organismo, reconocía que este año sólo se publicaría una versión edulcorada del viejo IPC-GBA. Esto implicaría retornar a una medición que abarque sólo a la Ciudad de Buenos Aires y los Partidos del Gran Buenos Aires.
Para justificar esta decisión, Todesca dice que “nunca en la historia estadística del país hubo un IPC Nacional”. El hecho de que borre de la historia el Indice de Precios al Consumidor Nacional Urbano (IPCNu) que comenzó en 2014 no sería tan grave si no fuera porque desconoce también lo que su ex compañera Graciela Bevacqua comenzó a realizar a principios de los 2000, el llamado “IPC Nacional Primera Etapa”.
Para hacer un índice remiendo el funcionario del Indec usa dos argumentos: por un lado, plantea la representatividad de la variación de los precios que se reflejaría en un índice del Gran Buenos Aires y, por otro, que un IPC nacional se podrá hacer con una nueva encuesta de gastos “que demanda mucha plata y tiempo” y que “recién se puede hacer en el 2017 y luego ir sumando a cada provincia”. Surgen, entonces, dos preguntas: ¿qué estructuras de gastos de consumo se usarán para construir el IPC-GBA, aquellas surgidas de la Encuesta Nacional de Gastos de los Hogares (ENGH) realizada en 2012-2013 o la llevada adelante en 2004-2005? Y, si se usa alguna de esas dos encuestas para el nuevo índice, ¿por qué sería necesario hacer una nueva encuesta para contar con un IPC Nacional?
Más allá de los graves errores conceptuales que evidencia al hablar de las encuestas de gastos de los hogares (a las que denomina “censos del tipo de consumo de las familias” ignorando una distinción tan básica como la que diferencia un censo de una encuesta), hay algunas precisiones que es necesario realizar. En primer lugar, el IPC Nacional Primera Etapa (lo podemos llamar, también, IPC Bevacqua), utilizó encuestas base sumamente disímiles para las canastas provinciales con mucha diferencia entre las provincias, procedimiento que fue subsanado en el IPCNu al utilizar la ENGH de 20122013. En segundo lugar, si se utilizara la ENGH de 2004-2005 para un nuevo índice de GBA, el problema sería grave pero no del modo que lo quiere presentar Todesca: el país estuvo muchísimos años con canastas de notable antigüedad y, de hecho, es lo que ocurriría con la estructura de gastos que usaría el remozado IPC-GBA.
Para finalizar, me gustaría destacar una afirmación del hijo del director del INDEC “si fuera para medir una inflación más baja sería más útil hacer una medición nacional trucha tipo IPCNu como hacía el gobierno anterior, puesto que no daba precios medios y quién sabe el precio de la leche en cada lugar del país. Ahora se van a publicar precios medios de la región metropolitana, es decir, los mismos que ve el consumidor”. En este sentido, surgen algunas preguntas: ¿sabrá el director que, desde los años 80, numerosas publicaciones del Indec buscan aclarar que el valor de los productos no pretende ser “el que ve el consumidor” sino representar a la variación general de precios de la economía? ¿Conocerá las publicaciones que, ya desde esa época, el organismo realizó –una de ellas, del alfonsinismo, ilustrada por el célebre Landrú– intentando aclararle esta cuestión a la ciudadanía? ¿Conocerá el funcionario el fenómeno de la dispersión de precios –al respecto, puede leer numerosos documentos, entre los que se destaca el de Eduardo Ley, del FMI– o pensará que en toda la región metropolitana la leche cuesta lo mismo, es decir, que un litro de leche entera fluida marca La Serenísima tiene el mismo valor en General Rodríguez que en Palermo Soho?
Sería interesante conocer los pareceres del funcionario respecto de estas cuestiones, para saber si se trata de justificaciones hacia la tribuna para hacer digerible una decisión política difícil de explicar o si –y esto es quizá aún más grave– estos dichos son producto del desconocimiento técnico de quien hoy conduce en los hechos el Indec.
* Ex coordinador de la Encuesta Nacional de Gastos de los Hogares.
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