UNIVERSIDAD › LOS PROCESOS DE INTEGRACION UNIVERSITARIA

A converger que se acaba...

En línea con la Unión Europea, los países del Mercosur trabajan en la construcción de un sistema educativo superior común.

 Por Javier Lorca

Si en los últimos años del siglo XX las grandes tendencias que rigieron a la universidad fueron la masificación y la diversificación institucional (léase privatización), luego la evaluación, la internacionalización y la mercantilización, ahora, mientras aquellos procesos continúan, los Estados nacionales apuntan a la convergencia de los sistemas de educación superior. En Europa la integración está sumamente avanzada: 40 países ya están definiendo la coordinación de sus universidades, la compatibilidad de los planes de estudios, la validez común de los diplomas y la movilidad estudiantil, entre otros aspectos (ver aparte). En Latinoamérica el proceso es incipiente, pero va en la misma dirección. Con Argentina incluida, dentro del Mercosur se están dando los primeros pasos a partir de tres carreras: Agronomía, Ingeniería y Medicina.
La convergencia de los sistemas universitarios de América latina y su articulación con el espacio común europeo se dibujan como un contraproceso frente a la “caótica heterogeneidad institucional” que –según el investigador Norberto Fernández Lamarra– implicó la explosión de la educación superior ocurrida tras 1950.
Dos datos ilustran ese estallido. Uno: hace cincuenta años, en toda América latina había 75 universidades, mientras que en la actualidad son más de 1500, en su mayoría privadas. Otro: en el mismo lapso, la cantidad de estudiantes se multiplicó 45 veces: pasó de 276 mil a cerca de 12 millones.
Un estudio realizado por Lamarra (Universidad Nacional de Tres de Febrero), presentado la semana pasada en un seminario internacional, indica que desde 1990 la tasa de incremento anual de la matrícula estudiantil latinoamericana ha sido del 6 por ciento. “Esta tasa ha sido mucho mayor para la universidad privada (8 por ciento) que para la pública (2,5).” Hoy, más de la mitad de la matrícula de la región está en instituciones privadas. Las excepciones más notables son Argentina, Uruguay y México, donde sigue predominando la universidad pública.
El panorama regional exhibe un “crecimiento irracional” de las universidades, falta de registros (“no sabemos exactamente cuántas universidades hay”, advirtió Lamarra), “una fuerte disparidad entre los planes de estudios” de los diferentes países y la “superposición entre carreras largas, de modelo profesionalista y napoleónico, y carreras cortas, de modelo angloamericano”. En ese complicado contexto, diversos países de América latina intentan seguir el camino de convergencia abierto por la Unión Europea. La propia UE lo está incentivando, para poder establecer acuerdos de cooperación e intercambio.
El principal avance que incluye a la Argentina se ha dado en el Mercosur, junto a Brasil, Paraguay y Uruguay, más Bolivia y Chile como asociados. Dentro del área de educación, los respectivos gobiernos –más representantes de universidades públicas y privadas y del sector productivo– han desarrollado el Mecanismo Experimental de Acreditación de Carreras (MEXA). Hasta ahora, los acuerdos alcanzados se relacionan con el reconocimiento de tres títulos de grado. El más avanzado corresponde a la carrera de Agronomía: este año se acordaron los estándares y los contenidos mínimos de los planes de estudio, por lo que estudiantes y docentes de las universidades que acrediten cumplirlos podrán circular sin trabas entre las casas de estudios del Mercosur, mientras que los graduados podrán ejercer su profesión. Otro proceso de convergencia en marcha es una versión latinoamericana del Proyecto Tuning, que ya integran universidades de 18 países de la región.
En el seminario sobre convergencia educativa organizado por la Untref, Fernández Lamarra destacó que “la diversidad y superposición de modelos organizativos y académicos” pueden ser un obstáculo para los intereses de integración. Otro problema evidente es la mayor duración –teórica y práctica– de las carreras en Latinoamérica. “La duración real de nuestras carreras de grado es de 8 o 9 años. Las maestrías son de 3 o 4 años, y los doctorados son otros 4.” Frente al modelo vigente en la UE (grado y maestría en 5 años), “esto genera una disparidad muy fuerte”.

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