CULTURA › EL CLIMA SE VA CALENTANDO
Sobre la extinción de los lenguajes
La mesa “Identidad y lengua en la creación literaria” dejó un intenso cruce de ideas.
Por Karina Micheletto
Durante el segundo día del Congreso de la Lengua, la mesa “Identidad y lengua en la creación literaria” siguió calentando el ambiente de debate alrededor de cuestiones como la diversidad y la unidad lingüística, y las identidades posibles dentro del español que se habla alrededor del mundo (aunque ya son varios los que apuntaron problemas a la hora de las denominaciones y las diferencias entre la idea de español, castellano o argentino, por ejemplo). A la mañana, con una ponencia general a cargo del chileno Jorge Edwards y exposiciones de los escritores Ernesto Cardenal, Gonzalo Celorio, José María Merino y Juan José Sebreli, hubo lugar para posturas diversas.
Con un bello acento y una voz que por momentos transportaba al oyente a aquellos casetes con discursos del sandinismo, Cardenal comenzó citando al físico británico –nacionalizado estadounidense– Freeman Dyson para aportar argumentos biologicistas sobre la necesidad humana de invención y cambio constante en el lenguaje. “Es cierto, dice Dyson, que una sola lengua sería mejor para los burócratas y los administradores. Pero tanto nuestra historia y prehistoria como las sociedades primitivas contemporáneas parecen demostrar que la plasticidad y la diversidad de las lenguas tuvieron un papel muy importante en la evolución humana. No fue un accidente histórico desafortunado que tuviéramos muchas lenguas. Fue el medio que usó la naturaleza para que evolucionáramos rápidamente”, apuntó Cardenal, y siguió recurriendo al físico: “En el futuro, igual que en el pasado, estaremos mejor si hablamos muchas lenguas y si inventamos otras nuevas cuando tengamos diferenciaciones culturales. Ahora hay leyes que protegen las especies en peligro de extinción. ¿Por qué no tener también leyes para las lenguas en extinción? Cada vez que un pueblo deja de hablar una lengua, se empobrece toda la humanidad, como toda vida se empobrece cuando matamos a la última vaca marina”. Para Cardenal, en la cultura, igual que en la biología, los clones son un callejón sin salida, pero las ramificaciones son “una promesa de vitalidad”.
El escritor nicaragüense trajo entonces una anécdota de sus tiempos de estudiante en la Universidad Autónoma de México: “Un profesor de lengua española ocupó el primer día de clase en despotricar contra la Real Academia Española. Yo estaba feliz, porque tenía 18 años y era antiacadémico. Ahora tengo ochenta años menos dos meses y aún soy antiacadémico, aunque soy miembro de la Real Academia”, soltó. “El regocijo del primer día de clases se disipó cuando vimos que el profesor no estaba contra la Academia por su rigor al admitir nuevos vocablos, sino por ser demasiado laxa al aceptarlos. Según él no debía decirse ‘hotel’, que era un galicismo, sino ‘hostal’; ni ‘jardín’, que era un italianismo, sino ‘vergel’. Pensamos que si él hubiera estado cuando el primer hombre empezó a hablar lo hubiera corregido diciendo que eran barbarismos, y la humanidad hubiera quedado muda”.
“La principal identidad cultural es el lenguaje, pero ninguna identidad es inmutable. El escritor debe escribir como habla su pueblo y usar la jerga aunque sea efímera. Así tiene que ser, y a veces debemos usar palabras que no están ni estarán nunca en el diccionario de la Real Academia. Dante tuvo que escribir en el restringido dialecto de su ciudad, porque debía escribir como hablaba, y a causa de lo que escribió ese dialecto ahora se llama italiano”, ejemplificó.
A su turno, el mexicano Gonzalo Celorio arrancó sin medias tintas: “Compañera del imperio, según la socorrida sentencia de Antonio de Nebrija, la lengua de Castilla, tras la conquista espiritual con la que la corona española trató de legitimar su conquista política, se impuso sobre las lenguas aborígenes en todos los dominios españoles del Nuevo Mundo”,comenzó. “Si bien éstas desempeñaron un papel preponderante en la descomunal empresa evangelizadora, la castellanización, cuando no las extinguió, acabó por confinarlas al uso doméstico o regional, donde sobreviven subordinadas a la lengua de dominio y ajenas al desarrollo general de las literaturas nacionales”, siguió el autor de Amor propio y Retiemble en sus centros la tierra. El español José María Merino también hizo hincapié en la necesidad de salvaguardar las identidades lingüísticas: “La especie humana todavía conserva cerca de siete mil lenguas diferentes. Tal multiplicidad forma un tesoro riquísimo, marcado por huellas de información decisivas, y muchas de estas lenguas están en proceso de extinción”. Para Merino, mantener vivas esas lenguas tiene que ver con la conservación de lo que denominó “el ecosistema cultural” y calificó al español en este momento de la historia como una “hiperidentidad”. Juan José Sebreli, en una línea temática muy diferente, centró su ponencia sobre un tema que le preocupa como escritor de ensayos: las vinculaciones del pensamiento y la lengua española o del español como lengua del pensamiento, si es posible pensar en español y qué es lo que se puede o se debe pensar en español.
Las palabras de Cardenal y de Celorio bien podrían haber sido dichas en el encuentro paralelo que se está desarrollando en Rosario, el Congreso de LaS LenguaS (de hecho, Cardenal irá allí hoy, ver aparte), organizado en repudio a la hegemonía del español planteada por el congreso oficial. Algo que quedó en evidencia cuando, sobre el final, el vicedirector de la Real Academia Española, Gregorio Salvador, usó el escaso tiempo que quedaba para manifestar su desacuerdo con parte de lo que había escuchado, aun cuando su función en la mesa era la de moderador. “Lo de las identidades lingüísticas no lo entiendo; la lengua es un instrumento de comunicación, y de hecho para eso nos está sirviendo en este momento. Eso de que se acaba una visión del mundo cuando se pierde una lengua es un lugar común. Naturalmente una lengua es más rica cuantas más personas la hablan, pero afortunadamente hay lenguas como esta que hablamos, con las que nos podemos entender y coincidir en una visión de mundo”, lanzó. No hubo tiempo para una respuesta, ni para el debate.