CULTURA › TOMAS ELOY MARTINEZ Y EL CONGRESO DE LA LENGUA
“Es un error hablar de ‘español’”
El autor de Santa Evita coordinó un panel sobre “La comunicación textual en el mundo hispánico: transversalidad y sus contrastes”. En la entrevista con Página/12 habló de la vitalidad del lenguaje y del papel de los medios para enriquecerlo o empobrecerlo.
Por Silvina Friera
El lenguaje a veces tiende sus propias trampas, hasta en los cenáculos en donde se supone que prevalece, ante todo, la corrección en el uso de las palabras. Y en el III Congreso Internacional Española (CILE), quienes pensaron reflexionar sobre “La comunicación textual en el mundo hispánico: transversalidad y sus contrastes” se olvidaron de un detalle que descubrió Tomás Eloy Martínez, coordinador de este panel que se realizó ayer en el Centro Cultural Parque España. “La palabra transversalidad no figura en el diccionario, pero ‘transversal’, que sería el término correcto, tiene un valor diferente en política y en cultura. En Argentina se ha usado particularmente como símbolo de concordia, de alianza, de unidad entre contrarios, mientras que para la cultura significa ruptura, margen, transgresión y confrontación para el encuentro”, aclara el escritor en la entrevista con Página/12. El autor de Santa Evita, El vuelo de la reina (Premio Alfaguara 2002) y El cantor de tango habla como escribe: con agudeza, fluidez y precisión. Aunque su buen humor le permite soportar las entrevistas, los viajes, las charlas y los congresos, él desearía terminar de una buena vez con tantos compromisos que le exprimen el tiempo que destina a la creación de sus libros. Después de Rosario, piensa encerrarse en su casa y avanzar con su próxima novela: Purgatorio. “Es sobre la vida cotidiana durante la dictadura militar: qué pasaba con la interioridad de los argentinos en esa época. La gran pregunta es hasta qué punto fuimos todos cómplices de lo que pasó. Lo que narro es una historia de amor con el trasfondo del terror y el miedo. Pienso en esa época como una especie de purgatorio, porque no sabíamos si detrás estaba el infierno final o una forma leve de paraíso, que es la que vivimos con la democracia, paraíso corrupto, pero paraíso al fin.”
–¿Por qué cuesta definir el idioma en que hablamos: castellano, español, o “argentino”, como planteó el filósofo Tomás Abraham?
–Es un error decir idioma español, aunque se diga “spanish” en los Estados Unidos. Pero los españoles y argentinos hablamos el castellano. En España conviven cuatro lenguas muy distintas entre sí: el gallego, el vasco, el catalán y el castellano, con desprendimientos como el andaluz que es una variación del castellano. La lengua española es un conglomerado de estas cuatro lenguas. Nosotros hablamos la lengua de la región central de España, “la lengua de La Mancha”, como dice Carlos Fuentes, que es la de Castilla, León, Aragón y el sur de España. La lengua castellana es múltiple, rica, contaminada por otras lenguas heredadas de la tradición judía, árabe, mozárabe y celta. Las lenguas coexisten sin tener primacía.
–¿Pero qué sucede con el inglés?
–En Oriente y Occidente nos relacionamos ahora en inglés porque es una lengua franca, de entendimiento común entre muchos países. Hace poco fui jurado de un concurso del arte del reportaje en Alemania, que daba 100 mil euros al mejor libro de reportaje escrito literariamente. Me tocó evaluar los trabajos en la lengua castellana y portuguesa. Los miembros del jurado nos entendíamos en inglés. Trabajamos con una lengua común, que no sabemos hasta qué punto es la lengua franca de este tiempo, el equivalente a lo que a comienzos del siglo XX se pensaba que sería el esperanto y a lo que ahora se piensa que es el inglés. Cada una de las lenguas tiene su vitalidad: el castellano es la cuarta lengua del mundo, pero la primera lengua en fuerza, intensidad y penetración dentro de las lenguas romances derivadas del latín, como el italiano, el francés y el portugués.
–Se reflexiona respecto de la importancia que tienen los medios en la difusión del idioma, pero también se advierte sobre los peligros de la simplificación en las formas de expresión. ¿Qué opina sobre esta cuestión?
–Los medios audiovisuales usan una parte ínfima del idioma del que disponen. Además, muchos medios se empeñan, y esto es una actitud deliberada, en dirigirse a oyentes de una edad promedio de 10 o 12 años. Las fórmulas posibles de comunicación se empobrecen y se crean diques para el conocimiento mutuo. El lenguaje es tan preciso como una ciencia, porque las ideas necesitan un número limitado y certero de palabras que las expresen de la mejor manera posible. Para cumplir con este proceso, se requiere disponer de todo el abanico del idioma. Y creo que muchos medios, en particular las radios y la televisión, no lo hacen.
–¿A qué atribuye este empobrecimiento tan significativo?
–Porque el mercado prevalece, porque se supone que para ganar mayor número de lectores hay que informar por lo menos, y no por lo más. A mayor simplicidad y pobreza del lenguaje, no sólo hay mayor espectro de compradores cercanos sino una avidez del mercado. Al mismo tiempo, la pobreza del lenguaje expresa también una pobreza de ideas. El problema tiene que ver más con el mercado, con la codicia.
–¿Cómo se podría revertir esta intromisión del mercado?
–El mercado, que tiene sus leyes, también tiene sus castigos. Hay un empobrecimiento que no sólo tiene que ver con las actividades políticas sino con la realidad que asumen determinados medios. El periodismo es un acto de servicio, como la literatura es un acto de libertad. En un acto de servicio, hay que tomar en cuenta al receptor, al oyente o al lector. Y si sirven mal, el receptor cambia el servidor y se va para otro lado. Hay un ejemplo notable. El New York Times descubrió hacia 1992 que el periódico estaba usando los mismos recursos de comunicación de sus rivales: Internet y la televisión. Se dieron cuenta de que no les podían ganar ni a Internet ni a la televisión porque eran insuperables en velocidad y en síntesis y porque el peso de la imagen no podía ser recreado por los medios gráficos.
–¿Y qué tipo de estrategia adoptó el diario para competir con los formatos audiovisuales?
–Empezó a trabajar en dos niveles: documentos del Estado, discursos de los presidentes o leyes que publicaban completas. La idea era convertir al periódico en documento de la época. Y, por otra parte, las noticias las publicaban como se hacía en el siglo XIX, como grandes crónicas. Al principio, el lector del New York Times se desconcertó, pero lo fue aceptando con el tiempo. Aunque el afán de narrar produjo deformaciones: periodistas que inventaban relatos y a los cuales hubo que despedir. El periodismo narrativo es ahora la fórmula de comunicación de los medios más importantes, más influyentes e inteligentes que hay en el mundo. En el New York Times le llaman “mancha de aceite” al núcleo influyente de lectores que toma decisiones que se irradian a otros sectores de la comunidad.