Miércoles, 29 de enero de 2014 | Hoy
Por Pedro Lipcovich
¿Por qué publicar otra vez estos dos relatos, escritos hace cerca de 30 años? Al releerlos, no puedo evitar un rechazo por el que los escribió. “Los embargos” incomprende ciertas circunstancias que para su autor eran imaginarias y para mí son reales. En “El deseo de la marquesa”, el autor se atiene a una ideología de época sobre la creación artística, aunque sarcásticamente la desmienta en las historias que narra. Por otra parte, en los dos relatos hay momentos que me parecen auténticos, modestas epifanías: las embocaduras gastadas del sistema periscópico en “El deseo de la marquesa”, las plantas en los huequitos de las paredes en “Los embargos”. Vuelvo entonces a la pregunta que encabeza esta reflexión: tal vez no tenga motivos que me convenzan de publicar estos textos, pero sí los tengo para no desestimar la presencia de sus personajes: en “Los embargos”, ese viejo mentiroso; en “El deseo de la marquesa”, ese que, a través de sus lentes periscópicas, encontró alguna vez una mirada que no he cesado de buscar.
Ambos relatos se publicaron en El nombre verdadero (Puntosur, 1989; Tercer Premio en el concurso del Fondo Nacional de las Artes); “El deseo de la marquesa” obtuvo el primer premio en un concurso de relatos eróticos organizado por la revista SexHumor.
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