Sábado, 16 de enero de 2016 | Hoy
Diario del Reverendo Reginald Pirinius (Annodomini 1723)
Por Sylvia Iparraguirre
El cuento por su autor
“Efectos laterales de los trópicos- Diario del reverendo Reginald Pirinius (Anno Dominis 1723)”, es un texto que pertenece a la tercera parte del libro Del día y de la noche: “Caballeros antiguos”. En este apartado conviven personajes reales, nacidos del cruce entre una lectura donde la sorpresa de un hallazgo (una frase, una anécdota) me manda al humor, con otros personajes puramente imaginarios. Este último es el caso del reverendo Reginald Pirinius, que lleva un diario de viaje con la intención de anotar su misión pastoral de convertir a los naturales a la fe, pero que termina siendo un relato de su compulsión a vigilar, corregir y acusar a sus compañeros de a bordo, mientras él mismo no puede evadirse de algunas sensaciones extrañas que lo acosan. Mi intención fue que el lector sepa lo que le pasa al personaje, mientras él no lo sabe.
De algún modo el reverendo está construido y escrito desde el reverso de una cantidad de libros que leí sobre navegantes y barcos del siglo XVIII y XIX. Desde Robinson Crusoe, leído a los doce años, y poco más tarde Moby Dick, mi apego por ese tipo de libros terminó transformándose en una inclinación que sigue hasta hoy. Supongo que tiene que ver con mi fascinación por la Historia. El caso es que los libros sobre navegantes y viajeros ocupan un lugar bastante amplio en mi biblioteca. De esos textos, de su decantación residual, de su costado no heroico, es que está hecho Reginald Pirinius, embarcado un poco para sacárselo de encima, un poco para cumplir la formalidad oficial de llevar “un hombre de fe” en el viaje.
El anacronismo de poner a este personaje afectado, pagado de sí mismo, alcahuete y muy formal en medio de una tripulación de hombres rudos y soeces, por no decir brutales, me causó gracia. Otro de los hilos del humor fue el tono, las palabras que usa. El tono, en este texto y en otros, actúa como si me pusiera un disfraz: una vez que encuentro el tono en el que Reginald Pirinius habla y piensa, todo sigue fácil y las palabras fluyen en su dirección. Ahí es donde yo me divierto, utilizando esas situaciones y esos anacronismos pomposos.
Espero que al lector le pase lo mismo.
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