PLáSTICA › EXPOSICIONES EN EL ESPACIO DE LA FUNDACION TELEFONICA

Sobre sueños y catástrofes

El Espacio inaugurado el año pasado comienza una nueva etapa con una muestra colectiva y una videoinstalación.

 Por Fabián Lebenglik

En el Espacio de la Fundación Telefónica, la nueva curadora de esas salas, Corinne Sacca Abadi, presenta dos exposiciones: Onírico y privado, una propuesta de la curadora invitada y galerista Florencia Braga Menéndez (BM), y una videoinstalación, Getting Over, de Andrea Juan.
En la primera, Braga Menéndez seleccionó a un grupo de artistas que constituyen una apuesta en su doble función de curadora y galerista. Con buen ojo, BM dispuso las obras como un continuo en la sala mayor de la planta baja, en donde se suceden, conectan y contagian diferentes soportes y lenguajes, y aprovecha los “accidentes” de la sala en favor de la estética de cada uno de los (sus) artistas: María Guerrieri, Déborah Pruden, Max Gómez Canle, Fabiana Imola, Cristina Schiavi, Carlos Huffmann, Sandro Pereira, Martín Giménez Larralde, Marcelo Pombo, Hernán Salamanco, Lucio Dorr, Andrés Sobrino, Rob Verf, Iván Calmet, Valeria Maculan, Juan Tessi, Verónica Romano, Manuel Ameztoy, Josefina Lamarre, Elba Bairon y Gumier Maier.
En varios casos –Guerrieri, Tessi, Maculan, Romano, Schiavi, Huffmann, Calmet y Gómez Canle–, los artistas utilizan las paredes como soporte (pintando y dibujando sobre ellas), de modo que trasladan sus poéticas a obras producidas especialmente. En cambio, en el caso de la pintura de Giménez Larralde –montada sobre la pared de la escalera–, la obra queda aislada, perdida y por lo tanto desmembrada del montaje conjunto, en el espacio mayor que agrupa a todos los demás. Además del buen ojo, hay en la propuesta un alto grado de capricho que se amortigua y amalgama con esa suerte de red fluida, de tejido en el que las obras ofrecen una contigüidad que casi podría leerse como continuidad.
Braga Menéndez, en un texto enfático, con el que busca originalidad pero cita ideas y teorías (desde Gombrich a Carpentier) ya suficientemente refutadas en la actualidad, argumenta sobre el sentido de Onírico y privado que “toda la estrategia posmoderna consistió en un uso finalmente ironizado de la condición periférica. Kitsch fue el término en el que morían los erotismos minúsculos y privados que desataban los vestidos, los modos, músicas y diseños. Los universos individuales traspasan la condición irónica que antes los habilitaba como chiste. ‘Light’, banal, el juego profundo y vital de los artistas ensimismados ha sido sistemáticamente atacado por una falsa actitud gris de compromisos sobre actuados sobreactuados y falta de talento. Y el sueño se amplió, y maravilloso/surreal, onírico y privado son tensiones que incluyen de manera más extensa toda la franja de experiencia ‘pop’ globalizada, tensiones imposibles de alejar de la información gigantesca que nos recorre y construye”.
En la sala superior, la videoinstalación de Andrea Juan se reparte en una antesala que oficia de imagen (y volumen) introductoria, con figuras geométricas desarrolladas en el espacio, recubiertas con vistas de hielos y témpanos patagónicos. Desde la antesala resulta atronador el audio que surge de la sala principal, oscura, dentro de la cual se proyectan cuatro secuencias en las que se alternan el movimiento de los hielos del glaciar que se resquebrajan y caen en grandes moles sobre el agua; el recorrido a pie sobre los hielos; el de los témpanos que boyan en el agua, y así siguiendo. Son tres pantallas de pared y una cama doble sobre el piso, en la que se proyecta una cuarta imagen, más abstracta, pero que también remite a lo mismo. Desmoronamientos, caídas, inestabilidad, rupturas, resquebrajamientos, naufragios, paisajes violentos.
De la magnitud del fenómeno natural –en el que todo observador siente ser testigo del principio o del fin del mundo–, se puede pasar a la metáfora de las condiciones del presente social y político, sobre el cual podrían aplicarse los mismos fenómenos (desmoronamientos, caídas, inestabilidad, rupturas, resquebrajamientos, naufragios, paisajes violentos). La relación directa entre la naturaleza del paisaje y la naturaleza humana se produce directamente en la interacción del espectador con la obra, porque mientras el visitante recorre la videoinstalación, su imagen pasa a ser proyectada y sobreimpresa en las pantallas, de modo que termina integrando todos esos fenómenos naturalmente desatados.
La proyección sobre la cama, una decisión de último momento (dado que el plan era utilizar el piso como cuarta pantalla), termina incluyendo el desmoronamiento también en los sueños y por vía de los sueños aparece la relación con la muestra de planta baja, donde la catástrofe está prácticamente excluida.
(En el Espacio, Arenales 1540, de 14 a 20, hasta fin de julio.)

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Una de las obras de la muestra Onírico y privado.
Instalación pictórica de Valeria Maculan.
 
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