SOCIEDAD › EXTRAÑO DESPLAZAMIENTO DEL JEFE DE UN PENAL CUYOS DETENIDOS LO DEFENDIAN
Castigado por cuidar a los presos
Los internos de la cárcel de Mercedes estaban conformes. Y de otros penales pedían ser trasladados allí. Pero el jefe terminó relevado y con un sumario, a cargo de un penitenciario que figura en el Nunca Más. El Concejo Deliberante pidió explicaciones. En el Poder Judicial también hay quejas. Proyectan una marcha de protesta.
Por Horacio Cecchi
Aunque intervenido, el Servicio Penitenciario Bonaerense no pierde sus mañas. Entre ellas, una resulta curiosa por la forma en que transparenta la mecánica del sistema. Todo comienza con una situación inédita en la historia del SPB: en una cárcel, los presos recibían comida y tratamiento a niveles humanos, al punto que no sólo ninguno de los internos quería dejar el penal sino que desde otros penales pedían el pase a esa penitenciaría. Se trataba de la Unidad 5 de Mercedes. Se trataba, porque el paraíso carcelario duró apenas ocho meses. A principios de julio, el director de la U5, Eduardo Flores, fue relevado del puesto y enviado a Trenque Lauquen. En su lugar colocaron a los jefes que habían sido desplazados por Flores por sospechas varias. En Mercedes, los presos están que trinan y al borde del motín. Pero no sólo los presos: los concejales pidieron explicaciones y la población organiza una marcha de protesta.
El 25 de octubre, el director del penal, Abel Chirillano, fue pasado a disponibilidad porque dos presos del penal aparecieron en sede judicial con sendos cuchillos. En su lugar, fue designado Eduardo Flores. La característica de la designación fue inusual: Flores no fue propuesto por la corporación penitenciaria sino por el subsecretario de Políticas Penitenciarias, Eduardo Madar, uno de los escasos maderos flotantes en el naufragio en que se hundía el ministerio de Alfredo Meckievi.
Apenas llegó Flores a la U5 informó al personal los dos ejes sobre los que giraría su gestión: que nadie metiera la mano en el bolsillo de los guardias ni de los presos y que a los internos se los debía tratar como lo que eran, personas. Dicho esto, el segundo paso que dio fue relevar al segundo jefe de la unidad, Héctor Venche. Según confiaron a Página/12 fuentes del Concejo Deliberante local, “con lo que ganaba, no podía justificar la 4x4”. Venche fue enviado como jefe de Sierra Chica, pero antes de irse encaró a Flores para subrayar diferencias: “Yo tengo puesta la celeste”, le dijo, en referencia al color del uniforme penitenciario y en obvia alusión a que tenía puesta la camiseta.
Durante los siguientes días, Flores relevó de sus cargos a otros 14 oficiales que no encajaban en tan sorprendente manera de conducir un penal. A partir de ese momento, según relatan los internos, sus familiares, el poder político local y, especialmente, los hechos, la U5 se transforó en una cárcel según manda la Constitución: se iniciaron trabajos multidisciplinarios sobre la población carcelaria; se intentó recibir a presos de otras unidades cuyas familias eran de Mercedes; el propio Flores, según aseguraron los medios locales, recorría los pasillos personalmente y tomaba nota de los problemas. Como resultado, llamativo pero no casual, las tensiones internas de la U5 se redujeron a un nivel mínimo.
Y, además (o, para colmo, según desde qué punto de vista se lo vea), los presos comían bien. Se dio la particular situación relatada por el defensor oficial de Mercedes Juan Mahíquez que durante una visita al penal de Sierra Chica los presos le pedían ser trasladados a Mercedes “porque ahí se come bien y te tratan como gente”.
De hecho, en tres ocasiones la U5 rechazó envíos de carne en mal estado. Según consta en la Justicia mercedina, el 9 de diciembre pasado, cuando aún no se había dispuesto la Emergencia Penitenciaria ni la intervención del SPB, la U5 rechazó a la proveedora Frigolar SA la entrega de carne para el penal: seis medias reses de carne de descarte y dos medias reses de toro, todas figuraban en los remitos como sabrosa carne de novillo. En dos ocasiones más, la U5 rechazó gato por liebre. El 6 de mayo pasado, cuando ya la intervención de Héctor Cabrera había iniciado su plan de saneamiento, se rechazó entrega de carne remitida por la proveedora Grupo Colonia SRL. Dos días después, a la misma firma le rebotaban 3400 kilos de medias reses faenadas 12 días antes.
De ser ciertos los relatos de presos, familiares, concejales, funcionarios judiciales y habitantes de Mercedes, desde fines del año pasado la Unidad 5 se había transformado en una peligrosa mosca blanca. ¿Cómo se las ingenió el sistema? Muy sencillo: la U5, como toda cárcel, tiene un límite para alojamientos, con el riesgo de que al superarlo la U de unidad se trastroque en una V de volcán. La capacidad ideal de la U5 es de 700 internos. Ideal, significa imposible de cumplir. Cuando Flores desembarcó en Mercedes, la U5 tenía 998 internos. Como ya se dijo, se las arregló para transitar en calma. Pero a partir de los últimos meses del 2003 comenzó a recibir todos los miércoles y viernes traslados que, en mayo, ya habían elevado la cifra a la peligrosa cantidad de 1200 internos y dibujaba como trasfondo la figura de una cama primorosamente hecha. Para colmo, a los presos díscolos que Flores pretendía trasladar a otro penal se los dejaban.
Quien decide dónde se aloja cada interno es el director general de Régimen Penitenciario del SPB. Para esa fecha, el prefecto mayor Carlos Colombo, a la sazón, una de las tres patas (ver aparte) sobre las que decidió apoyarse el interventor Cabrera. Ya el 2 de abril, el presidente de la Cámara de Apelaciones de Mercedes, Francisco Lilo, informaba a la Suprema Corte bonaerense sobre la peligrosa superpoblación del volcán en ciernes.
Dicho y hecho, el 13 de mayo pasado estalló un motín que derivó en represión. Según las órdenes oficiales, era obligatorio el uso de balas de goma. De hecho, sobre 1200 internos sólo hubo tres heridos leves. De todos modos, la Dirección de Sumarios Administrativos se encargó de abrir un sumario. Como jefe de esa dirección se encuentra Camilo “La Víbora” Uzal (ver aparte), apodo que se hizo público en el Nunca Más.
Silbando bajito, La Víbora dio el toque final a la cama: abrió en el sumario la idea de que uno de los internos heridos lo había sido por el disparo de una bala de plomo. Sin presentar denuncia penal, y sin que aún, en la fiscalía de Eduardo Lennard, exista pericia que lo determine (y aunque lo determine, se sabe que quien quiere entrar una pistola, le resultará más sencillo entrarla a un penal que a una armería. Lennard no sólo deberá determinar si existió la tal bala de plomo, sino que, en ese caso, debería averiguar quién y con qué intenciones la disparó).
Flores fue citado a declarar, cosa que hizo unos días más tarde, cumpliendo con las normas pero no con las intenciones superiores. El 2 de julio, desde arriba se ordenó su relevo y unos días después fue enviado como jefe de la unidad de Trenque Lauquen. Al frente de la U5, quedó Javier Ciancio, hasta entonces tercera cabeza del penal. Para tener una idea de que el affaire mosca blanca estaba resuelto basta con conocer la condición de Ciancio para hacerse cargo de la U5: que designaran como segundo a Venche, con lo que finalmente se demostró a qué club pertenece la casaca celeste.
Así como cuando Flores anunció sus ejes al inicio de su gestión, así Venche hizo saber los suyos apenas pisó el umbral de la U5: “Ahora voy a poner todo en orden”, dijo y pasó a los hechos. Según confió a Página/12 una fuente judicial de Mercedes, “la situación en el penal es terrible. Se está al borde de otro Sierra Chica. Lo que hicieron fue dividir a los presos. A unos les ofrecieron mínimas concesiones para tenerlos conformes. Ahora, toda la tensión se la trasladaron a ellos. En cualquier momento, salta la chispa y esto se transforma en un desastre”.
Desde el 2 de julio, Mercedes está trasegando en el infierno. El Concejo Deliberante pidió explicaciones al SPB. El Poder Judicial local se transformó en un runrún de disconformidades. Y la gente amenaza con una marcha de protesta. Será por eso que el 16 de julio pasado, el subsecretario de Política Penitenciaria Carlos Rotundo eligió conmemorar el Día del Agente Penitenciario nada menos que en Mercedes. Fue entonces que aprovechó para intentar explicar, públicamente, el motivo del relevo: “El personal tiene que subordinarse a las directivas de la intervención. Su actitud estaba reñida con los reglamentos penitenciarios”. En pocas palabras, no tenía la “camiseta” puesta.