Miércoles, 16 de abril de 2008 | Hoy
CIENCIA › DIáLOGO CON JULIETA MANTEROLA, FILóSOFA
El jinete hipotético, fatigado por la injusticia, siente que se disuelve y se agota su yo, que se desorienta, y recurre a la filosofía. De los valores, de la sutil distinción entre daño directo, derechos negativos y esas cosas.
Por Leonardo Moledo
–Veo que usted es egresada de Filosofía y está haciendo su doctorado como becaria del Conicet sobre “Análisis de las distinciones entre acciones y omisiones con el objetivo de examinar sus consecuencias para tres problemáticas contemporáneas: eutanasia, pobreza y desobediencia civil”. El título es largo.
–Sí. Esa fue la idea original que presenté al Conicet, pero a medida que fui avanzando también fui recortando el objeto de estudio. Aunque trabajo temas relacionados con bioética (eutanasia, derechos reproductivos) me quedé con el tema de la pobreza. Es decir, cuáles son las obligaciones morales, de justicia, hacia los pobres globales. Cómo justificar las obligaciones de las personas o los países más ricos hacia los que menos tienen. La idea es distinguir entre acciones y omisiones. Si uno enfoca el problema desde el lado de la omisión, estamos omitiendo ayudar. Si uno lo enfoca desde el lado de las acciones, estamos dañando activamente a los pobres globales.
–¿Puede darme ejemplos?
–Todo este planteo tiene un gran impulso a partir de los trabajos del filósofo contemporáneo Peter Singer (entre otras cosas, defensor de los derechos de los animales, del aborto, de las modificaciones genéticas). El sacó a fines de los ’70 principios de los ’80 un artículo muy importante donde hablaba de esto. Había una crisis humanitaria en un país del Tercer Mundo y él postulaba que el resto de los países tenía la exigencia moral de hacer algo. La obligación era, según Singer, donar dinero. Esto era tan fuerte como la obligación de no matar. Porque si uno deja de ayudar, según él, eso es tan fuerte como matar (desde el punto de vista moral, tal vez no desde la perspectiva psicológica). Ayudar a alguien que se está muriendo es tan importante como no matar. Es decir que para este filósofo la omisión y la acción tienen el mismo peso moral: es tan grave si uno mata por omisión como si mata por acción. Para él, la pobreza genera la obligación de ayudar. Actualmente el tema de la pobreza global se enfoca desde la perspectiva de los deberes negativos. Lo que dice Singer es que hay un deber positivo: si hay pobreza, yo tengo que hacer algo: donar. Ahora, el cambio de enfoque lo que propone es que uno tiene la obligación de no dañar a alguien, entonces cuando uno deja de ayudar, o apoya determinadas medidas globales que van a provocar un daño, estoy violando un deber negativo.
–¿Por ejemplo?
–Bueno, hay un filósofo, Thomas Fogett, que dice que el orden internacional, tal como está estructurado y sostenido por los países más poderosos, provoca daños a los países más débiles y a sus poblaciones. En este sentido lo que hacen los países y las personas más ricas es violar derechos negativos, dañando a las personas más pobres globalmente. Porque en el mundo no se puede hacer una analogía con los sistemas institucionales domésticos (en el interior del mismo Estado), en los cuales el Estado daña a sus propios ciudadanos si viola un derecho negativo. Sin embargo, según este filósofo, la responsabilidad cae igual sobre estos países poderosos...
–A decir verdad, parece una cosa de sentido común.
–Sí, pero justificarlo éticamente no es tan sencillo. Además hay mucha controversia, porque no todos coinciden en que este orden mundial daña a los países subdesarrollados. Hay gente que dice, por ejemplo, que gracias al sistema no hay tantas muertes entre los pobres como las habría si se cambiara todo el orden. Pero incluso si eso fuera cierto, si este fuera el mejor orden mundial que pudiéramos conseguir, es inevitable admitir que provoca determinada cantidad de muertes evitables. El sistema es perfectible, entonces, es necesario mejorarlo, cambiarlo. Hasta ahora la pobreza se veía como un problema de asistencia: nosotros, como seres buenos y generosos, hacemos donaciones a los pobres globales naturalmente. Ahora, al ponerlo en términos negativos, como una obligación de no dañar, lo que se intenta es crear condiciones de más urgencia para que estos daños cesen.
–Esto se parece a la teoría de los ’60 del subdesarrollo, provocado por el superdesarrollo. La teoría de la dependencia... La idea de que si un país es subdesarrollado es porque otro se desarrolla a su costa.
–Bueno, creo que es indudable que este orden se ha creado en base a historias de violencia, de colonización, de expoliación de recursos. Incluso mirando la historia de cómo hemos llegado hasta acá, se ve que es una historia de injusticias tan enormes que avalar el statu quo significa avalar toda esa historia. Se necesita un recambio de reglas.
–Lo cual es fácil de decir pero difícil de hacer.
–Sí, pero al menos es un camino teórico que empieza a tomarse. Pasar de pensar en la ayuda al pobre como un acto de generosidad a pensarla como una obligación moral para aquellos más beneficiados por el sistema es un gran paso. Lo que se está diciendo es que se necesita repensar todas las reglas mundiales para que, por ejemplo, las investigaciones biomédicas puedan plantearse en un marco de justicia más amplio. Para que cualquier negociación sea más justa y no quede reducida a las facultades de negociación de países completamente diferentes.
–Lo que pasa es que ésa es la esencia del capitalismo.
–¿Cuál?
–La de que los poderosos salen ganando.
–Sí, pero se trata de que esas negociaciones se sostengan sobre un cierto sistema de justicia que piense un poco a largo plazo y motivado por cuestiones que no sean simplemente económicas sino, por ejemplo, morales. Es complicado, ya sé, pero creo que en cuanto se empiece a ver la pobreza global ligada a la injusticia del sistema global...
–Yo creo que en general se ve así: hay un orden social injusto que lo que hace es que la riqueza se concentre en un pequeño grupo de privilegiados.
–Sí, pero lo que no hay son teorías filosóficas que se ocupen de la justicia global. Sí hay teorías sobre las obligaciones estatales, pero no hay teorías de justicia de orden internacional. Sí hay acuerdos internacionales (por ejemplo, la OMC) que violan derechos humanos. Entonces el desafío es cómo justificar teóricamente que esos derechos humanos son más importantes que el beneficio que pueda traerle a la OMC su violación. Mi idea es ir cubriendo esos aspectos que todavía no se cubrieron.
–Muy bien. ¿Algo más que le interese contar?
–Yo empecé dedicándome a la bioética, cuya agenda está actualmente expandiéndose. Empezó ligada a los derechos reproductivos, la eutanasia, la relación médico-paciente y ahora se extiende a los problemas de acceso a la salud, a los medicamentos, problemas de pobreza global, distribución de recursos. Me interesa, en realidad, toda esa gama de fenómenos bioéticos. Me he dedicado bastante profundamente a derechos reproductivos. Yo participaba en el Observatorio Argentino de Bioética, donde hicimos dos documentos sobre derechos reproductivos. Uno sobre casos de anencefalia y otro analizando el art. 86 del Código Penal, de abortos no punibles que cuesta realizarlos.
–Qué lejos parece estar Argentina, si no aplica ni siquiera ese artículo...
–¿Lejos de qué?
–De una despenalización del aborto, por ejemplo.
–Y, sí. Aunque el ministro anterior había empezado a dar unos pasos. Pero estamos verdaderamente lejos. Cada vez que hay un caso, se ve que afloran grupos reaccionarios ultraortodoxos y la Iglesia sale a repudiar...
–En Estados Unidos eso también pasa.
–Sí, pero hubo una decisión fuerte de la Corte de despenalizarlo. Se vio que la Constitución lo avalaba y se despenalizó. Acá debería pasar más tiempo, seguir creando espacios de masa crítica sobre ciertos temas para que se pueda hablar.
–Las clases altas lo hablan.
–Sí, pero no públicamente. Parecieran temas censurados públicamente. Había una mexicana que decía que antes de legalizar el aborto habría que legalizar el debate.
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