Miércoles, 7 de diciembre de 2011 | Hoy
CIENCIA › DIáLOGO CON FEDERICO PéRGOLA, PROFESOR DE CLíNICA MéDICA Y DE HISTORIA DE LA MEDICINA
El jinete hipotético siente una insoportable pasión por la historia de la ciencia. Porque sabe que es necesaria, se precipita hacia quienes le pueden hablar de ella.
Por Leonardo Moledo
–¿Por qué es importante que los médicos sepan historia de la medicina?
–Voy a empezar con una cita de George Orwell, que más o menos decía que el que no sabe la historia, no sabe su ciencia. Es decir que el conocimiento de la historia siempre tiene un efecto prospectivo. Yo quiero poner esas palabras en el museo que dirijo en la facultad. Quería decir que yo hice la reapertura de los dos museos que funcionan en la Facultad de Medicina: el de Historia de la medicina y de la cirugía, Vicente Risolía; y el de Ciencia y Tecnología, Houssay. Creo que en general se desestima bastante la historia de las ciencias. En particular la de la medicina. Alguien decía que los médicos recién cuando llegan a viejos se ocupan de estudiarla. Y yo creo que ni siquiera de viejos se ocupan de la historia de la medicina, sino que se ocupan de su propia historia. Porque todos los médicos vivimos muchas vidas y tenemos muchas anécdotas, y entonces creemos que vamos a pasar a la posteridad contando lo que ha sucedido en nuestra vida. Pero la historia de la medicina indica otra cosa: indica el gran cambio que hay gracias a la fisiología con Claude Bernard. El comenzó a estudiar sistemáticamente cómo funcionan los órganos, que es obviamente el primer paso fundamental para poder curarlos. Con él empieza la verdadera medicina, que en los últimos 50 años dio un vuelco de 180 grados en el que incluso cambia la forma de atender al enfermo.
–Además se convierte en medicina masiva...
–Eso pasa después de la época de Bismarck en Alemania, debido a que se dan cuenta de que, con el taylorismo, el obrero tenía un valor. La hicieron masiva, entonces, para cuidar el capital de trabajo: si el obrero no trabajaba, el capital perdía. Yo escuchaba el otro día en una audición de tango que en el año 1920, en un café de Buenos Aires, se habían peleado un tal Bianchi con un tal Salerno. Este Salerno le había dado unas cuchilladas al otro, quien, lejos de llamar al SAME o ir a un hospital, se fue a curar a su casa. De hecho, cuando empieza el hospital (que viene del latín hospitium) es un lugar de albergue, de depósito, al que iban los pobres y los locos.
–Además no tenía nada de tecnología...
–Exacto. Ni la enfermería era demasiado necesaria hasta entrado el siglo XX. Así que realmente la medicina ha cambiado de una forma extraordinaria: ha pasado de ser una medicina de la observación, hipocrática (como dice un autor cubano) a una medicina galénica, de la investigación. De todos modos yo creo que no debería llamarse “galénica”, porque lo que hizo Galeno fue una anatomía comparada que atrasó mil años la medicina. Hay un ejemplo típico: Galeno hablaba de “globo histérico” en la mujer, porque Galeno había visto que el útero de los animales (isterus es útero) andaba por el abdomen y entonces creía que el útero era un órgano móvil...
–En honor de Galeno, debemos decir que su intención no era convertirse en el dogma a seguir sino que se avanzara en la investigación. Que después se lo tomara como un dogma no fue su culpa.
–Además está todo el tema de la prohibición de la Iglesia de las autopsias, y todo eso... Es curioso cómo hacían las autopsias los árabes: dejaban macerar un cadáver al costado de un arroyo, y cuando estaba bien podrido lo iban abriendo con un puntero. La prohibición de la autopsia por parte de la Iglesia atrasó muchísimo la investigación sobre la anatomía humana.
–¿Cuál era la justificación de la Iglesia para prohibir eso? ¿La resurrección del cuerpo y del alma?
–Mire, yo no quiero decir nada ahora. Roger Bacon vio que cuando él alargaba un spray con agua y le ponía una luz al lado, la luz hacía una refringencia sin arco iris. El arco iris en ese momento significaba que después de una lluvia no iba a venir el Diluvio Universal. Cuando dio a luz esa investigación, por suerte no lo mataron: sólo tuvo que soportar varios años de cárcel.
–Bacon tuvo más problemas que el del arco iris. Y dígame, ¿cuál es la situación de la Historia de la medicina en la Argentina?
–Yo estoy dirigiendo la carrera docente en la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires. Y tenemos un curso de formación docente pedagógico en Ciencias de la Salud. Y además de módulos pedagógicos y de metodología de la investigación, tenemos un módulo humanístico. Ahí tenemos Historia de la medicina y de la ciencia, y una parte que es Antropología médica. Los que van a ser profesores tienen que pasar sí o sí ese curso. Hice ese curso en el año 1962 y tenía como profesores a Babini y Pucciarelli. Imagínese que para mí, que no sabía nada de filosofía, eso me abrió la cabeza completamente. Creo que es necesario para cualquier médico. Aquel que tiene una idea acabada de cómo fue evolucionando la medicina a lo largo de la historia, tiene más recursos para entenderse con el paciente y para comunicarle las cosas.
–¿Por qué?
–Porque uno baja y sube las etapas de comunicación. No es lo mismo entenderse con un intelectual que con una persona que no pudo completar la escuela primaria, y el médico tiene que acostumbrarse a eso.
–Pero, ¿cómo se engancha eso con la historia?
–Yo creo que la historia enseña en todo sentido. Porque si yo sé historia, conozco más al hombre; lo mismo que si sé de antropología médica. A veces, el enfermo tiene muy incorporado que con ciertas prácticas se va a curar. Por ejemplo, con la culebrilla. Yo en una época atendí a una persona que tenía un herpes espinal. Le expliqué que se trataba de un virus de la varicela que queda en el ganglio nervioso de la médula, y en un buen día, generalmente cuando uno es anciano, vuelve a aparecer. Aunque la gente tiene la idea de que pintando la culebrilla con tinta china, se cura. Pero la lesión que aparece en la piel responde a un nervio que ha perdido trofismo. Si nosotros tenemos la piel bien, es porque el nervio nos está mandando señales de que la piel tiene que estar bien. En el enfermo de culebrilla, que perdió la sensibilidad en la zona, se llena de ampollas. Entonces se pinta con tinta china. La enfermedad se cura sola en una semana, pero lo que a veces puede dejar es una neuralgia post-herpética. El “tratamiento” para el herpes zoster varía de acuerdo con la zona geográfica. En Cuba, por ejemplo, van a orillas del mar, rompen unas botellas y rezan, porque al herpes se le llamaba “Fuego de San Antonio”. Y durante la colonia buscaban polvo de la habitación y telarañas, y lo ponían encima del herpes para que se curara. Y rezaban una serie de oraciones dirigidas a la Virgen María...
–Muy científico todo...
–Sí. Con telarañas y oraciones, es infalible.
–¿La telaraña no tiene algunos antibióticos?
–No creo.
–En este momento, ¿en qué puede ayudar la formación en historia para los diagnósticos?
–Es una pregunta difícil, porque yo creo que, más que ayudar al diagnóstico, ayuda a la formación general. Un español dijo alguna vez que “el médico que solamente medicina sabe, ni medicina sabe”. El médico debe ser una persona instruida y culta, debe poder agarrar libros en su tiempo libre.
–¿Y no hacen eso?
–En general, creo que no. La medicina ha pasado por tres etapas. Rivadavia creó la Sociedad de Beneficencia, y la primera etapa de la medicina fue justamente la medicina de la beneficencia. Con la llegada después del Estado benefactor y de Ramón Carrillo, la medicina pasó a ser una medicina benefactora, estatal: de ahí la gran cantidad de fundación de hospitales, la campaña que hace con Alvarado para erradicar el paludismo. Después viene la tercera etapa, que es la medicina ya organizada en forma de “ayuda social”, que deja mucha gente afuera de esa ayuda social. Es una medicina organizada en forma de sociedades a las que uno aporta para, cuando enferma, ser atendido. Pero ahí hay muchos problemas: al clínico, por ejemplo, le exigen que en una hora vea a cuatro enfermos, por ejemplo, de modo que pueda satisfacer toda la demanda. Y la verdad es que en quince minutos uno no llega ni a saludar al enfermo. Entonces el médico se sienta enfrente del enfermo y le dice lo que tiene que hacer, a veces sin siquiera tomarle la presión o auscultarlo. Esos errores se producen porque el médico no tiene tiempo, literalmente, porque está acuciado por esa nueva medicina. Y a la gente eso le gusta. Por eso se dice que la medicina se deshumanizó. Y es cierto.
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