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Archivos en mano, recurriendo quizás a calculadoras, quienes en vez de disfrutar o padecer del juego se solazan con las estadísticas, andan instalando por allí que este equipo de Boca Juniors, ganador de uno de los torneos superiores de fútbol menos recordables de los últimos tiempos, “entrará en la historia”. Y pareciera que toda la argumentación pasa por haber ganado el campeonato a dos fechas de la finalización, a que terminó invicto y a que solamente le hicieron cuatro goles.

Los mensajeros miopes de toda laya –jugadores, entrenadores, comunicadores, etc.– que menosprecian futbolísticamente a Barcelona, por la supuesta endeblez de varios de sus adversarios –inclusive hay supinos ignorantes de este juego como el tal Caruso Lombardi, que afirma sin ruborizarse que todos los goles de Messi son iguales–, no parecen hacerse cargo de que quizá nunca antes se jugó peor al fútbol en la Argentina que por estos tiempos. Tampoco recuerdan la cantidad de partidos que este Boca campeón ganó o empató marcando un gol o ninguno.

Claro que no fue campeón, pero uno recuerda no sin nostalgia aquel Boca que tenía a Rogelio Domínguez de entrenador promediando la década del ’70 que bailaba y goleaba seguido, con varios estandartes –quien esto escribe recuerda muy especialmente a Enzo Ferrero– del fútbol que le gusta a la gente y que no entró en la historia por culpa de las estadísticas y de las amnesias lúdicas de la conjura de los necios.

Pero el no entender nada superó todos los límites cuando hay quienes afirman que Boca juega mejor sin Riquelme.