Miércoles, 30 de julio de 2008 | Hoy
Por Eduardo Pavlovsky
El día 25 de julio, PáginaI12 denunciaba que un adolescente de 16 años que estudiaba en la fundación Pelota de Trapo fue secuestrado por un auto en Gerli por cuatro encapuchados –que lo amenazaron con un arma mientras le decían: “déjense de joder porque les vamos a quemar la imprenta, la panadería y la casa de los niños”. La amenaza se refiere a tres proyectos que desarrolla la fundación en Avellaneda. Allí acude el adolescente todos los días para terminar la escuela primaria.
Anteriormente el 25 de abril, un grupo de ocho personas entró a la Escuela Gráfica Manchita y amenazaron a los chicos que estaban allí. “Es evidente que a alguien le molesta, y mucho, que denunciemos que nuestros chicos se mueren de hambre. Sabemos que el Estado es el máximo responsable, pero si desde él no pueden defender a nuestros pibes de la fundación, tendremos que salir nosotros a hacerlo” (Espósito, sacerdote y director del hogar).
Decía yo hace poco en estos días: el hambre no tiene tiempo. El hambre tiene hambre.
“El hambre es un crimen. Hay que detenerlo. Sí o sí. En nuestro país no faltan alimentos ni platos ni madres ni médicos ni maestros. Falta en cambio la voluntad política, la imaginación institucional, la comprensión cultural y las ganas de construir una sociedad de semejantes que asegure a nuestros hijos las oportunidades vitales para que puedan crecer con dignidad. Es imperativo terminar con un sistema económico que en la mayoría de los casos no da hijos sino hambre, que no da futuro sino paco, que talla caricias olvidadas en cuerpos olvidados. Niños hermosos nacen a la muerte; sin una infancia sana, amasada y entera es impensable una Argentina mejor. Porque un país que mutila a sus niños es un país que se condena a sí mismo” (Alberto Morlachetti, coordinador del movimiento Pelota de Trapo).
“Según el barómetro de la Deuda Social de la Infancia desarrollado por la fundación Arcor y la Universidad Católica, más de cuatro de cada diez chicos entre 0 y 17 años viven en hogares que no pueden acceder a una adecuada alimentación. Tres generaciones de chicos vienen sufriendo la desocupación y la marginalidad y quedaron fuera de la red social en todos sus aspectos: alimentación, salud y educación” (Taffetini. Movimiento Nacional de los chicos del Pueblo – Rev. Tercer Sector).
Los que tienen hambre son invisibles en nuestra vida cotidiana; esta invisibilidad los condena definitivamente a las sombras (Juan Carr de la Red Solidaria).
Pero volvamos por fuera de las estadísticas, a la denuncia inicial, dos veces en menos de tres meses han sido amenazados, a través de “grupos de tarea”, los participantes de la fundación Pelota de Trapo de Morlachetti. Con capuchas y revólveres.
Yo creo que las organizaciones de derechos humanos, que han sido víctimas de las capuchas y las armas, deberían pronunciarse a riesgo de dejar estos hechos en la invisibilidad que menciona Juan Carr. La invisibilidad de las vidas desperdiciadas.
Cada desaparecido era un crimen de Estado durante la dictadura. Pero cada niño muerto por desnutrición en la Argentina es otra perspectiva del crimen de Estado. La indiferencia es criminal también.
Ayer murió en La Rioja un nene que pesaba menos de ocho kilos y tenía 4 años, vivía en Nonogasta, una localidad con otros 400 chicos diagnosticados de desnutrición. En septiembre de 2007, el gobierno le había cortado la ayuda alimentaria de 50 pesos. Esa muerte y las otras son de absoluta responsabilidad del Estado.
No le niego a la Sra. Presidenta sus deseos de lograr un bienestar general para la mayoría de la población. Pero nunca le oí nombrar la palabra indigencia.
La población en general frente al problema de la pobreza e indigencia infantil está bastante indiferente, ha creado una malla social intersticial de complicidad civil. De negación. Como con los desaparecidos del ’76, ’77, ’78.
No puede haber niños desnutridos en la Argentina. No podemos distraernos con el problema de Messi, el psicólogo pedófilo, la pareja presidencial o el carácter de Moreno.
Hablemos de contradicciones fundamentales y la prioridad que ya nos debería dar vergüenza es la falta de respuesta frente a los nuevos encapuchados, a los nuevos criminales que están apareciendo. ¿Quién puede haber atacado a la fundación Pelota de Trapo? ¿Qué grupo? ¿Qué paragrupo?
Como dice el padre Espósito: “Es evidente que a alguien le molesta y mucho que denunciemos que nuestros chicos se mueren de hambre”.
Pensemos y actuemos hoy. No mañana.
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