Martes, 5 de enero de 2010 | Hoy
Por Rodrigo Fresán
UNO Siempre me acuerdo –nunca me olvido– de aquellos ya viejos noticieros cinematográficos de mi por siempre joven infancia. Uno entraba en la sala, seguía con los ojos bien abiertos las órbitas cada vez más cerradas del vendedor de caramelo-bombón-helado, contemplaba con una mezcla de terror dickensiano y satisfacción oakyesca los andares cansados de esas alcancías con señora luego del sufrido cantar aquel de “A esta hora exactamente, hay un niño en la calle...” y, después, venía cabalgando hacia nosotros un encabritado gaucho que, sobre los bordes de la pantalla, paraba sobre sus patas traseras a un caballo que respondía al nombre de Sucesos Argentinos, creo. Puesto a imaginar un hipotético equivalente mexicano, el otro día pensaba en que en lugar de un gaucho debería llegar un apocalíptico jinete con el pecho cubierto por balas por usar o por balas usadas. Uno de esos jockeys infernales con el rostro agudo cubierto por la sombra grave de un sombrero que desenfunda, te pregunta cómo te llamas, espera educado tu respuesta para enseguida vaciar sus plomíferas pistolas y comentar en voz baja, mientras emprende la vuelta a su hogar bajo un volcán, aquel lacónico “Te llamabas” de aquel chiste.
Sucesos mexicanos, que les dicen.
DOS El pistolero-mariachi del chiste en cuestión ha mutado al narco-killer que no tiene ninguna gracia pero sí da miedo. Mucho. Muchísimo. Así, pocos hablan hoy por hoy de la gripe A en México, mientras todos susurran sobre la gripe N. N de Narco, se entiende. Y entonces contemplar un noticiero televisivo local –con el imprescindible shot de tequila en la mano para aguantar el mal trago– se convierte en algo que, a falta de mejor nombre, podría definirse como “toda una experiencia”.
Y yo ya estaba al tanto de los muy extraños modales que adoptan por aquí los noticieros de televisión. Para empezar, desaparece casi por completo el mundo exterior: los muchos otros países, la Luna, el sistema solar y la Vía Láctea. Poco y nada se comenta sobre el afuera y –de no tratarse de una catástrofe de aquellas o de algún chisme de farándula internacional comentado con un “Mire usted lo que hacen éstos...” entre despectivo y escandalizado o de alguna postal vaticana donde un local aparece arrodillándose frente al Sumo Pontífice bendiciendo y perdonando pecados marca imperdonables– la sección internacional pasa más veloz que Speedy González. Puede, sí, colarse una breve postal deportiva en la que futbolistas aztecas intentan infructuosamente alcanzar una pelota, la sonrisa de una reina de belleza, el bigote mariachi de un maduro galán de telenovela; pero enseguida todo se tiñe de rojo y comienzan a emitirse los despachos desde el frente de batalla. Justo en el momento en que uno pide un nuevo disparo de jugo de agave y nos ponen la carne sobre la mesa. Y es carne fresca y caliente y jugosa y llena de sangre. Carne que alguna vez tuvo nombre y apellido y que, sí, sigue teniéndolos; sólo que ya no contesta cuando le preguntan cómo te llamas. Para eso es que se inventaron las lápidas.
TRES Cabezas cortadas, cuerpos mutilados, tiroteos transmitidos live, entierros en directo, autos agujereados, músicos de narco-corridos detenidos o silenciados por cantar esto o aquello en alguna canción, esa nenita que pasaba por ahí justo cuando alguien arrojaba una granada al aire y sé de un periódico que –junto al horóscopo y las historietas y el pronóstico meteorológico– publica un bonito recuadrito con la cifra de narco-ejecuciones del día. Sí, sí, sí: desmejorando por la tarde y tormentas eléctricas a la noche.
CUATRO Llegué a México unos días después de la muerte en el campo de batalla –es decir, en plena calle, en una casa de una ciudad llamada Cuernavaca– del meganarco capo Arturo Beltrán Leyva, mejor conocido bajo el sintético y funcional y perfectamente entendible alias de “La Muerte”. En el operativo murió un infante de marina de nombre Melquisedet Angulo Córdova –vaya a saber cómo le llamaban su amigos– y su funeral fue transmitido por todos los canales y ahí se vio a su familia llorándolo. El cuerpo de Córdova no terminaba de asentarse bajo tierra cuando un comando de narco-sicarios se dio una vueltita por la casa de sus seres queridos y acribilló a la madre del marino, a una tía y a dos hermanos, dejando en estado grave a una hermana. Los especialistas –horas después de que se detuviera a cuatro sospechosos pertenecientes al cártel de La Muerte y relacionados con la policía municipal de Tabasco– se dieron otra vueltita por la escena del crimen en plan C.S.I., recogieron decenas de casquillos de fusiles de asalto, se dijeron que tal vez habría sido un error “publicitar” los funerales del militar caído en acción y se preguntaron si semejante saña se habría debido no sólo a una reacción “ojo por ojo” sino, además, al enojo que les causó ver las fotos de La Muerte muerto y cubierto de billetes.
CINCO Y ahora los invito a leer conmigo una pequeña muestra de lo que se puede leer cualquier día de éstos en un diario mexicano como El Sol de México. Tomen aire y aguanten la respiración, allá vamos: “En los cateos realizados por las autoridades ministeriales en Morelos encontraron evidencias en las que se menciona a Edgar Valdez Villarreal, ‘La Barbie’, con la orden de Arturo Beltrán Leyva, conocido también como ‘La Muerte’, de fortalecer los vínculos con ‘El Lazca’ (Heriberto Lazcano Lazcano), del brazo armado del cartel del Golfo Los Zetas, luego de que el entonces procurador Eduardo Medina Mora dio a conocer en octubre pasado que una traición acabó con el nexo Beltrán Leyva-Cartel de Sinaloa, según declaración de un detenido. Lo irónico es que Edgar Valdez Villarreal fue reclutado por los Beltrán Leyva para asesinar y decapitar a sus principales enemigos, Los Zetas, en 2004. La ruptura con el cartel de Sinaloa se produjo en febrero de 2008, debido a que la gente de Nacho Coronel dejó fuera de un negocio de drogas al ‘Jefe de Jefes’, lo que fue visto por el capo sinaloense como traición, además de que los hermanos Beltrán Leyva supusieron que la captura de Alfredo Beltrán Leyva, ‘El Mochomo’ se logró por la traición de Joaquín ‘El Chapo’ Guzmán”.
¿Les gustó? ¿Quieren saber cómo empezó todo esto? ¿Se animan? ¿De verdad? Léanlo en una novela llamada El poder del perro firmada por Don Winslow. Mientras tanto, sepan que mientras yo escribo estas líneas mirando televisión, contando muertos, el presidente mexicano Calderón afirma: “Hoy, como hace 200 años, nuestra nación sufre los embates de sus enemigos y aquellos que buscan cancelar para todo efecto práctico las libertades de los mexicanos”, que las estadísticas findeañeras aseguran que el 2009 fueron los peores doce meses de la historia para hacer periodismo por aquí (con “trece comunicadores muertos y esperamos que ahí quede”) y que La Muerte tenía tres hermanitos que andan sueltos con ganas de preguntarles a muchos, a demasiados, cómo te llamas.
Y todo parece indicar que lo que aquí se cuenta no es una película mexicana sino una telenovela mexicana. Ya saben: son muy largas, parecen no terminar nunca y puede pasar cualquier cosa.
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