Jueves, 15 de abril de 2010 | Hoy
Por Juan Gelman
Israel se está conteniendo apenas, pero no deja de decirlo: quiere una guerra contra el Líbano, vía Hezbolá, contra Siria y contra Irán. “Nos encaminamos a una nueva confrontación en el norte, aunque no sé cuándo se producirá”, declaró el general Yossi Peled, ministro sin cartera del gobierno Netanhayu. “Aunque Hezbolá es parte del gobierno del Líbano, no tiene influencia alguna”, agregó (AFP, 23-1-2010). Se recuerda la primera, la de 2006: cobró más de mil vidas de civiles libaneses y 160 bajas en el ejército israelí, que no pudo vencer, y tuvo que retirarse dejando tras de sí ruinas y destrucción. Sobran en Tel Aviv los políticos y militares deseosos de lavar la reputación herida.
El primer ministro Saad Hariri denunció que la aviación israelí viola el espacio aéreo libanés todos los días y que esto entraña una grave amenaza, dado que sucede en el marco de reiteradas amenazas que emite Tel Aviv contra su país (//news.bbc.co.uk, 3-2-10). En cuanto a Siria, Avigdor Lieberman, ministro de Relaciones Exteriores de Israel, amenazó directamente a su presidente Bashar Assad: en el caso de un conflicto bélico, le dijo: “Usted no sólo perderá la guerra, usted y su familia perderán el poder” (The Jerusalem Post, 4-2-10). La distancia entre esta advertencia y una declaración de guerra es muy cortita. Está claro que Tel Aviv nunca devolverá a Siria las alturas del Golán que ocupa desde 1967.
Hezbolá obtuvo la mayoría de votos en las elecciones presidenciales de junio del 2009, ocupa algunos puestos ministeriales pero no controla la Asamblea Legislativa, cuyas 128 bancas se distribuyen entre representantes de más de una decena de confesiones religiosas. El palestino Azmi Hishara, ex miembro del Parlamento israelí, subrayó que Hezbolá había dejado en claro que evitará dar a Israel una excusa para iniciar la guerra, pero las declaraciones israelíes llevaron a Hassan Nasrallah, secretario general de la organización, a manifestar que lanzará cohetes al aeropuerto Ben Gurion de Tel Aviv si es bombardeado el aeropuerto Rafik al Hariri de Beirut, como ocurrió en el 2006 (www.dailystar.com.lb, 24-2-10). Según la inteligencia israelí, Hezbolá posee 42.000 cohetes y algunos pueden alcanzar a Tel Aviv.
El ejército libanés no es rival para el israelí en armas y número de efectivos: su fuerza aérea se reduce a dos bombarderos en tierra y a un grupo de helicópteros de los que no todos vuelan. Pero un ataque de Israel podría reproducir el fenómeno que tuvo lugar en 2006 y Hariri destacó: “Creo que ellos (los israelíes) apuestan a que Líbano se dividirá si desatan la guerra contra nosotros. Pero no habrá división en Líbano. Estaremos unidos contra Israel. Estaremos unidos con nuestro pueblo”. Beirut no quiere la guerra, su desventaja es evidente.
Tampoco la quiere Siria, que viene luchando para salir de su aislamiento internacional, agobiada por graves problemas económicos. Cuando las fuerzas especiales de EE.UU. violaron la frontera siria el año pasado, la respuesta de Damasco fue más bien suave. Y cuando Israel bombardeó un punto del norte de Siria, ni protesta hubo. Sin embargo, Lieberman consideró que era “una amenaza directa a Israel” una declaración del presidente sirio Bashar Assad, quien dijo que Tel Aviv está llevando la región a la guerra (www.jpost.com, 4-2-10). Susceptible el ministro.
Esta retórica de guerra es cada vez menos retórica. Israel ha trasladado su sistema antimisiles Iron Dome desde el sur, allí ubicado para interceptar cohetes procedentes de la Franja de Gaza, su frontera norte con Líbano. Hezbolá no ha lanzado un solo cohete sobre territorio israelí desde el choque del 2006. Cabe suponer que la mudanza no se debe a la lucha contra la organización libanesa, sino a un objetivo más vasto: buena parte del establishment brega en Tel Aviv por bombardear los centros nucleares de Irán. El diario israelí Ha’aretz anunció que Netanhayu quiere que Washington le proporcione bombas GBU-28, creadas para detonar bunkers bajo tierra. Bajo tierra se encuentran las instalaciones nucleares iraníes.
El ex jefe del Mossad Danny Yaton aseveró ante el Consejo Alemán de Relaciones Exteriores que “todo el mundo debería emprender una acción militar para impedir que Irán obtenga la bomba” (www.pacificfreepress.com, 31-3-10). Y son notorias las presiones que Israel y el lobby estadounidense pro-israelí ejercen sobre la Casa Blanca para que ataque al país asiático de una buena vez. El brigadier-general Uzi Eilam, calificado de pilar de la defensa de Israel, piensa otra cosa: “Irán está muy, pero muy lejos de construir capacidad nuclear –afirmó–; atacarlo sería contraproducente” (www.time sonline.co.uk, 10-1-10). Poco le importa a Tel Aviv: prefiere una guerra posiblemente nuclear que llevaría el mundo a su desastre.
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