Jueves, 29 de agosto de 2013 | Hoy
Por Adrián Paenza
Lea el siguiente problema, que es muy sencillo. Trate de resolverlo y después (si sigue con algún interés) quiero compartir con usted una breve experiencia. Parece un problema que uno vería en un colegio primario. En realidad, no sólo lo parece, sino que bien podría ser que fuera planteado allí. Sin embargo....
Acá va:
El precio de un traje y una camisa fue de 1100 pesos. Si el traje cuesta 1000 pesos más que la camisa, ¿cuál es el precio de la camisa?
Ahora le toca a usted. Yo sigo más abajo.
¿Qué encontró como solución? “Casi” con seguridad, me atrevo a decir que su respuesta fue: “El traje cuesta 1000 pesos y la camisa cuesta 100 pesos”.
¿Fue así? Piense de nuevo la solución.
Es que si ésa fue su respuesta, esa solución es equivocada. ¿Por qué? Le sugiero que le dedique un par de minutos más. Esa respuesta está mal.
La respuesta correcta es que el traje cuesta $ 1050 y la camisa cuesta $ 50.
Si uno suma el valor de los dos objetos, obtiene $ 1100 (como indica el enunciado) y la otra condición era que el traje costara mil pesos más que la camisa. Y esto se cumple también: $ 1050 vs. $ 50.
Sin embargo, la experiencia que quería comentar es que con este problema me sucedió algo realmente increíble: absolutamente ¡todas las personas que conozco (y me incluyo, porque yo me conozco) cometimos el mismo error! La tentación de creer que es un problema tan fácil hace suponer que la solución es: “El traje cuesta $ 1000 y la camisa cuesta $ 100”. Pero esta respuesta es equivocada, porque el problema dice claramente que el traje “cuesta mil pesos más que la camisa”, y si la camisa costara $ 100 entonces el traje tendría que costar $ 1100, y en ese caso, el precio de los dos objetos sería de $ 1200 y no $ 1100 como indica el problema. Notable, ¿no?
En todo caso, este problema es tan sencillo, con una solución que uno intuye tan inmediata, que pareciera que no hay nada por hacer. Uno lo aborda con “la guardia baja” y no verifica que se cumplan los requisitos.
Aunque no lo parezca, muchísimas veces en la vida cotidiana uno anticipa lo que está por pasar, lo que está por venir, lo que está por escuchar, lo que le están por decir y, esencialmente, se desconcentra y finalmente se equivoca. Es como esos jugadores de fútbol que están a punto de recibir la pelota y ya están pensando en cómo van a seguir la jugada y, en cuanto se descuidaron, la pelota les pasó por debajo de la suela y se les escapó.
De todos los problemas que traté en mi vida, este último es el más generoso en cuanto a la lección que me dejó. Yo creí (como quizá le pasó a usted) que había poco para pensar y así fue que lo resolví mal. En estas circunstancias el error resulta irrelevante, pero en otros casos, el precio a pagar puede ser un poco mayor.
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