CONTRATAPA

Una piensa que...

 Por Eva Giberti

Algunas frases del decir popular clamaban, entre críticas y desconcertadas: “¿Todo este barullo porque mataron a varias mujeres? ¡Matan a tantos hombres todos los días! Y nadie hace nada. Ahora está de moda hablar de violencia de género, o familiar... Siempre pasaron estas cosas... Ahora es para hacer política...”

En las bares, boliches y espacios históricamente masculinos se bate el parche contra la Convocatoria de hoy, con la que tropieza el patriarcado despótico.

También en alguna sesión psicoterapéutica se infiltra el fastidio y la queja de aquellos varones sobrepasados por el escándalo que el este encuentro significa. El escándalo no es la muerte de las mujeres, sino la vida de ellas, como siempre, pero más que siempre, levantando la voz... Voces insoportables cuando definimos que se mata a las mujeres porque son mujeres, cuando se elige el alarido para hacerse oír, se desbaratan los silencios impuestos y se transitan las calles promoviendo los caminos del reclamo y la denuncia.

“¡Pero esto es pura agitación!... A las suegras dan ganas de matarlas, a las putas hay que explotarlas, a las minitas hay que acosarlas, porque siempre fue así y ahora no pretendan cambiar lo que ya se sabe cómo funciona.”

A tales principios falta añadirle: “Y yo con mi hija/niña hago lo que quiero y a mi empleada le pago menos que al varón”.

No obstante, en ese clima cotidiano –desde las mujeres– brotó la indignación ante los femicidios; un clima que está impregnado por los chistes denigrantes hacia la mujer, por los programas de tevé que fogonean el machismo y las emisiones radiales donde las locutoras están obligadas (¿?) a reírse permanentemente festejando no se sabe qué, siempre aportando una imagen de complacencia con el conductor. (No me digan que también hay mujeres asesinas, porque la frase es parte del clima que aloja a los homicidas.)

En ese clima la Convocatoria dibuja un horizonte donde la palabra es un recurso que habilita el pensamiento e impulsa la acción que se instala en las calles. Se impone el nombre mayúsculo: ni UNA menos, para que de una buena vez las mujeres, cuando hablemos de nosotras mismas no digamos UNO, sino UNA como corresponde: “Una piensa que...” Y propone un universo donde todas estemos presentes, ni UNA menos.

Así sucede en compañía de los varones que acompañen, aprendiendo a pensar cómo modificar ese clima en el que crecieron y muchos propiciaron, hasta ahora. El horizonte separa, Convocatoria mediante, la vida de la muerte. Horizonte que las mujeres estamos diseñando desde el principio de los tiempos, sin retroceder, actualmente proponiendo una acertada consigna que denuncia la crueldad como hábito, las impunes libertades de los violentos y rescata las voces de las mujeres presentes en la ausencia de sus muertes.

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