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Oportunista y visionario, Joseph Blatter dijo, cuando estalló el escándalo: “Vendrán otras malas noticias”. Hoy la mala noticia es él, aunque muchos la festejarán: se aleja por fin de su cargo. Eligió el momento para renunciar, casi una semana después de que varios de sus pares fueron detenidos en Suiza. Y optó por hacerlo después de ser reelegido por quinta vez. ¿Por qué no lo hizo antes? Esa es una de las tantas preguntas que queda sin respuesta. Su salida induce a pensar dos cosas: que estaba acorralado por las denuncias de corrupción en la FIFA y que, además, ahora irían por él. Primero en el terreno político (el primer ministro británico, David Cameron, le pidió la renuncia la semana pasada) y después en el judicial.

Un pago de 10 millones de dólares realizado mediante tres transferencias bancarias entre enero y marzo de 2008 incriminaría a su hombre de máxima confianza en la FIFA: Jérôme Valcke. En la acusación del Departamento de Justicia de Estados Unidos se describe en el párrafo 192. El otro aval que tuvieron esas salidas de la tesorería fue la firma de Julio Grondona, el ex presidente de la Comisión de Finanzas. Lo dijo la vocera de la FIFA, Delia Fischer.

Esa prueba habría sido suficiente para el suizo, cuyos ingresos mensuales y declarados serían de 200 mil francos suizos al mes, según una fuente consultada por este cronista que trató a Blatter durante al menos tres décadas. Esa suma no incluye ciertas extras, además de los elevados viáticos que perciben los dirigentes. Un nivel de ingresos que no tiene columna del debe, porque todo queda en el haber. La FIFA siempre corre con los gastos de traslados, alojamiento y comidas. Sólo hay que sacar las cuentas. Llevaba 17 años en la presidencia. Incluso hay quienes sostienen que lo percibido por año era mucho más. Hablan de una suma de ocho dígitos.

Resulta curioso cómo termina alejándose Blatter de su cargo. La FIFA, con sus normas extraterritoriales al mejor estilo de los Estados Unidos, impuso durante décadas sanciones a sus federaciones afiliadas si un gobierno local intervenía sobre ellas. Ahora, de un modo parecido, le pagaron con la misma moneda. Aunque más que de monedas, su caso y el de la FIFA es de plata sucia y los billetes de las coimas se cuentan por millones.